Así se portaron los griegos en aquel hecho de armas de Termópilas. Jerjes, haciendo llamar a Demarato, empezó a informarse de él en esta forma: —«Dígote, Demarato, que eres muy hombre de bien, verdad que deduzco de la experiencia misma, viendo que cuanto me has dicho se ha cumplido todo puntualmente. Dime, pues, ahora: ¿cuántos serán los lacedemonios restantes y cuántos de los restantes serán tan bravos soldados como éstos? ¿o todos serán lo mismo?» Respondió a esto Dermarato: —«Grande es, señor, el número de los lacedemonios, y muchas son sus ciudades. Voy a deciros puntualmente lo que de mí queréis saber. Hay en Lacedemonia la ciudad de Esparta, que vendrá a tener cosa de 8.000 hombres, y todos ellos guerreros tan valientes, como los que acaban de pelear aquí. Los demás lacedemonios, si bien son todos gente de valor, no tienen empero que ver con ellos.» A esto replicó Jerjes: —«Ahora, pues, Demarato, quiero saber de ti por qué medio con menos fatiga lograremos sujetar a esos varones. Dímelo tú que, como rey que fuiste, debes de tener su carácter bien conocido.»