CCXXXVII

«Bien me parece que hablas, Aquemenes, replicó luego Jerjes, y como tú lo dices lo haré. No deja Demarato de hablar de buena fe, diciendo lo que cree que más nos conviene, sólo que no sabe pensar tan bien como tú; pues esotro de sospechar mal de su amistad y de que no favorezca mis cosas, no lo haré yo, movido así de lo que él mismo me previno, como de lo que entraña en sí el asunto. Verdades que un ciudadano envidia por lo común a otro su vecino, a quien ve ir prósperos sus negocios, y que con no decirle verdad se le muestra enemigo. Entra esta clase de gente vengo en concederte que un vecino consultado fuese un prodigio de rectitud, y esos prodigios son a fe bien raros. Pero no cabe lo mismo entre huéspedes, ni hay quien quiera más bien a otro que un extraño a su huésped, a quien ve en buen estado, del cual si consultado fuere, le responderá siempre lo que tenga por mejor. Lo que mando y ordeno, en suma, es que nadie en adelante hable mal de mi buen amigo y huésped Demarato.»

Share on Twitter Share on Facebook