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He aquí cuanto refieren los argivos sobre este caso; pero corre por la Grecia otra historia, a saber, que Jerjes, antes de emprender la expedición contra ellos, envió un heraldo a la ciudad de Argos, quien llegado allá les habló en estos términos: —«Caballeros argivos, mándame el rey Jerjes que os diga de su parte lo siguiente: Nosotros los persas vivimos en la inteligencia de que Perses, de quien somos descendientes, era hijo de Perseo, el hijo de Dánae, y que Perses tuvo por madre a Andrómeda, la hija de Cefeo; de donde venimos nosotros a ser descendientes vuestros. Siendo pues así, no será razón ni que hagamos nosotros la guerra contra nuestros primogenitores, ni que vosotros, confederados con los demás, seáis contrarios nuestros. Vuestro deber será manteneros quietos y neutrales, pues si el negocio me saliese como deseo y espero, sabed que a nadie pienso hacer mayores mercedes que a vosotros.» Dícese, pues, que tal propuesta ni la oyeron los argivos de mala gana, ni les pareció digna de desprecio; si bien nada ajustaron en el momento con el persa, ni entraron en pretensión alguna; pero cuando los griegos los solicitaron para la liga, bien persuadidos de que los lacedemonios no vendrían en concederles el mando de las tropas, pretendieron entonces parte del mismo pretexto de que se valieron para mantenerse quietos y neutrales.

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