CLVIII

Así se explicaron: tomó la mano Gelón, y hablóles así con mucha fuerza y libertad: —«Maravíllome, señores griegos, de que con esa proposición atrevida e insolente tengáis ahora la osadía de exhortarme a entrar en liga contra el bárbaro. ¿No os acordáis acaso de lo que conmigo hicisteis, cuando antes os pedí socorro contra un ejército de bárbaros, hallándome empeñado en la guerra con los cartagineses? ¿cuando os insté otra vez con muchas veras a tomar venganza de los Egestanos por la muerte dada a Dorieo, el hijo de Anaxandrides? ¿cuando os ofrecí concurrir con mis tropas a libertar y hacer francos aquellos puertos y emporios de donde sacáis vosotros grandes provechos y ventajas? ¿No os acordáis, repito, que ni os dignasteis de venir en mi socorro, ni de vengar la muerte de Dorieo? Todo esto de Sicilia, por lo que a vosotros toca, señores míos, pudieran ya poseerlo los bárbaros a su salvo: gracias a la buena suerte y a mi desvelo, que no nos salió mal el negocio, antes bien mejoramos de suerte. Ahora que la rueda de la fortuna os amenaza en casa con la guerra, al cabo os acordáis de Gelón. Yo por más que me ví antes desatendido y despreciado de vosotros, no imitaré vuestra conducta volviéndoos la vez: no haré tal, antes por el contrario estoy pronto a socorreros, ofreciendo daros 200 galeras armadas, 200.000 infantes de tropa reglada, 2.000 soldados de a caballo, 2.000 ballesteros, 2.000 honderos y 2.000 batidores jinetes a la ligera: aun más, oblígome a dar a todo el ejército griego el trigo que durante la guerra necesitare. Pero bien entendido que todo ello ha de ser con la condición de que sea yo el general y conductor de los griegos contra el bárbaro; que de otra suerte, protesto que ni concurriré yo mismo, ni enviaré allá tropa alguna.»

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