Los tésalos, aunque siguieron por fuerza al principio el partido de los medos, mostraron después que no les placían las artes y designios de los Alévadas; porque luego que entendieron estar ya el persa para pasar a Europa, enviaron sus embajadores al Istmo, sabiendo que allí se había juntado un congreso de los diputados de la Grecia, varones escogidos de todos los pueblos que seguían el partido mejor a favor de la independencia de la misma. Llegados allá los embajadores de los tésalos, hablaron en esta conformidad: —«Nosotros, oh varones griegos, sabemos bien que para que la Tesalia, y con ella toda la Grecia, quede a cubierto de la guerra, es menester guardar bien la entrada del monte Olimpo, la cual nosotros estamos prontos a custodiar en compañía vuestra; si bien os prevenimos que a este fin es preciso enviar allá mucha tropa. Pero una cosa queremos que entendáis: que si no queréis enviarnos guarnición, nosotros nos compondremos con el persa; pues no es razón que nosotros solos, apostados en tanta distancia para la guardia y defensa del resto de la Grecia, seamos las víctimas de toda ella, mayormente no teniendo vosotros derecho que nos pueda obligar a tanto, si no queremos nosotros; pues el no poder más, puede más que el deber. Veremos nosotros, en suma, cómo poder quedar salvos.»