CLXXXVII

Esta era, pues, la suma mayor del ejército de Jerjes, que el número cabal de las mujeres panaderas, de las concubinas y de los eunucos, no será fácil que nadie lo defina, como ni lo será tampoco el que se nos diga el número de tiros en los carros, bestias de carga y el de los perros indianos que allí iban. De suerte, que nada me maravilló que el agua de algunos ríos no bastase a satisfacer la sed de tanta turba; pero sí me admiro mucho de que hubiese víveres a mano para abastecer la necesidad de tantos millares de bocas, porque por mis cuentas hallo que llevando al día cada soldado la ración de un quénice (o celemín) de trigo, se gastarían diariamente once miríadas, o bien 410.340 medimnos o cargas del mismo grano, sin contar en este número los víveres para las mujeres, para los eunucos, para los bagajes y para los perros. Y entre tanta muchedumbre de gente no se hallaba nadie que en lo gentil de la persona y alto del talle, pareciera más digno y acreedor al mando soberano que el mismo rey Jerjes.

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