CLXXXVIII

Esta gran armada, después que emprendido el curso hubo ya llegado a cierta playa de la costa de Magnesia que está entre la ciudad de Castanea y la costa Sepiada, sacó a la orilla las primeras naves que allí arribaron; pero las que después llegaban, dejábanlas ancladas por su turno, de suerte que por no ser muy grande la playa, anclaron allí formando una escuadra de ocho naves de fondo, todas con la proa al agua. En este orden pasaron aquella noche; pero un poco antes del día, estando el cielo sereno y el mar tranquilo, levantóseles de repente una gran tempestad, hinchándoseles el agua con la furia del viento subsolano, al cual suelen los del país llamar helespontias. Sucedió, pues, que todos los que observaron que el viento crecía y que por el puesto y orden que anclaban pudieron prevenir la tempestad sacando a tierra sus naves, todos quedaron salvos con ellas. Pero a todas las demás naves que el viento halló ancladas, se las fue llevando con furia, y arrojó las unas a un lugar que está en Pelio llamado Ipnos (hornos), y las otras hacia las playas, de suerte que éstas se estrellaban en Sepiada, aquéllas en la ciudad de Melibea, otras naufragaron en Castanea. Tan deshecha y formidable era la tormenta.

Share on Twitter Share on Facebook