Véome aquí obligado a decir lo que siento, pues aunque bien veo que en ello he de ofender o disgustar a muchísima gente, con todo, el amor de la verdad no me da lugar a que la calle y disimule. Afirmo, pues, que si asombrados los atenienses de ver sobre si el peligro hubieran desamparado su región, o si quedándose en casa se hubieran entregado a Jerjes, no se hallara sin duda nación alguna que por mar se hubiese atrevido a oponerse al rey. Y en caso de que nadie por mar hubiera podido resistir a Jerjes, creo que por tierra no hubiera podido menos de suceder que, por más baluartes y rebellines con que cubrieran y ciñeran el Istmo los peloponesios, con todo, desamparados al cabo los lacedemonios de sus aliados, que lo habrían hecho, obligados a despecho suyo al ver sus ciudades tomadas por la armada del bárbaro; viéndose solos, repito, hubieran sí recibido al enemigo con las armas en la mano, pero haciendo prodigios de valor quedaran todos en el palenque. De suerte que por necesaria consecuencia, o hubieran acabado así los lacedemonios, o viendo antes de este lance que se echaban todos los demás griegos al partido del medo, hubieran ellos también capitulado con Jerjes, y así en uno y otro lance quedara la Grecia en poder de los persas, pues no alcanzo por cierto de qué hubieran podido servir las fortificaciones construidas sobre el Istmo, si el rey hubiera logrado la superioridad en el mar. Lo cierto es que, atendido lo que pasó, quien diga que los atenienses fueron los salvadores de la Grecia, razón tendrá para decirlo, pues su situación era tal, que debía la fortuna seguir cualquiera de los dos partidos a que ellos se inclinaran. De donde habiendo elegido el partido de conservar libre a la Grecia, fueron sin duda los que impidieron la esclavitud de los que en ella no se habían entregado al medo, y los que naturalmente hablando arrojaron de ella a aquel soberano; en lo que mostraron su valor, no pudiendo recabar de ellos los oráculos espantosos y llenos de terror que de Delfos les venían, que dejasen los intereses de la Grecia, resueltos a hacer cara al enemigo que les embestía y quedarse firmes en su patria.