Antes que Darío declarase su voluntad, hallándose en la corte por aquel tiempo Demarato, hijo de Ariston, quien depuesto del trono de Esparta y fugitivo de Lacedemonia se había refugiado a Susa para su seguridad, luego que entendió las desavenencias acerca de la sucesión entre los príncipes hijos de Darío, como hombre político fue a verse con Jerjes, y, según es fama, le dio el consejo de que a las razones de su pretensión añadiese la otra de haber nacido de Darío siendo ya éste soberano y teniendo el mando sobre los persas, mientras que al nacer Artobazanes Darío no era rey todavía, sino un mero particular; que por tanto, a ningún otro mejor que a él tocaba de derecho y razón el heredar la soberanía. Añadíale Demarato al aviso que alegase usarse así en Esparta, donde si un padre antes de subir al trono tenía algunos hijos y después de subido al trono le nacía otro príncipe, recaía la sucesión a la corona en el que después naciese. En efecto, valióse Jerjes de las razones que Demarato le suministró; y persuadido Darío de la justicia de lo que decía, declaróle por sucesor al imperio; bien es verdad, en mí concepto, que sin la insinuación de Demarato hubiera recaído la corona en las sienes de Jerjes, siendo Atosa la que todo lo podía en el estado.