LII

«Artabano, le responde Jerjes, de cuanto hasta aquí has filosofado en nada te alucinaste más que en ese tu temor de que los jonios puedan volverse contra nosotros. A favor de su fidelidad tenemos una prueba la mayor, de la cual eres tú mismo buen testigo, y pueden serlo juntamente los que siguieron a Darío contra los escitas; pues sabemos que en mano de ellos estuvo el perder o salvar todo aquel ejército, y que dieron entonces muestra de su hombría de bien y de su mucha lealtad no dándonos nada que sentir. Además, ¿qué novedades han de maquinar ellos dejando ahora en nuestro poder y dominio a sus hijos, a sus mujeres y a sus bienes? Déjate ya de temer tal cosa, guarda en todo buen ánimo; ve y procura cuidar bien de mi palacio y de mi reino, que a ti sólo fío yo la regencia de mis dominios.»

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