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Después de este debate movió otro Artabano. «Señor, le dice, ya que no dais lugar al miedo, ni queréis que yo se lo dé, seguid siquiera mi consejo en lo que voy a añadir, pues como son tantos los negocios, es preciso que sea mucho lo que haya que decir. Ya sabéis que Ciro, hijo de Cambises, fue quien con las armas hizo tributario de los persas a toda la Jonia, menos a los atenienses. Soy de parecer que en ninguna manera conviene, que llevéis en vuestra armada a los jonios contra su madre patria, pues sin ellos bien podremos ser superiores a nuestros enemigos. Una de dos, soñar; o han de ser ellos una gente la más perversa si hacen esclavo a su madre patria, o la más justa si procuran su libertad. Poco vamos a ganar en que sean unos malvados; pero si quisieren obrar como hombres de bien, muy mucho serán capaces de incomodarnos y aun de perder vuestra armada. Bueno será, pues, que hagáis memoria de un proverbio antiguo y verdadero, que «hasta el fin no se canta victoria.»

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