Aquel día lo emplearon en disponerse para el tránsito: al día siguiente esperaban que saliera el sol, al cual querían ver salido antes de emprender el paso, ocupados entretanto en ofrecerle encima del puente toda especie de perfumes, cubriendo y adornando con arrayanes todo aquel camino. Empieza a dejarse ver el sol, y luego Jerjes, haciendo al mar con una copa de oro sus libaciones, pide y ruega al mismo tiempo a aquel su dios que no le acontezca ningún encuentro tal, que lo obligue a detener el curso de sus victorias antes de haber llegado a los últimos términos de la Europa. Acabada la súplica, arrojó dentro del Helesponto, juntamente con la copa, una pila de oro y un alfanje persiano llamado acinaces. No acabo de entender si estos dones echados al agua los consagró en honor del sol, o si arrepentido de haber mandado azotar al Helesponto, los ofreció al mar a fin de aplacarle.