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La armada naval, que salva había quedado al rey después de haber pasado desde el Quersoneso hacia Ábidos a Jerjes, recién llegado al Asia y fugitivo de Salamina, y juntamente con él a lo demás del ejército, fuese a invernar en Cima. En los principios mismos de la próxima primavera reunirse de nuevo en Samos, donde algunas naves de ella habían pasado aquel invierno. La tropa de mar que en dicha armada servía era por lo común compuesta de persas y de medos, de cuyo mando fueron de nuevo encargados los generales Mardontes, hijo de Bages, y Atraintes, hijo de Artaqueo, en cuya compañía mandaba también Amitres, a quien Atraintes, siendo su primo, se había asociado en el empleo. Hallándose muy amedrentada la armada dicha, no se pensó en que se alargase más hacia Poniente, mayormente no habiendo cosa que a ello le obligase, sino que por entonces los bárbaros apostados en Samos se contentaban con cubrir a la Jonia, impidiendo con las 300 naves que allí tenían, incluidas en este número las jonias, que se les rebelase aquella provincia; ni pensaban, por otra parte, que hubiesen los griegos de pretender venir hasta la Jonia misma, sino que contentos y satisfechos con poderse quedar en sus aguas, se mantendrían en ellas para la defensa y resguardo de su patria. Confirmábales en esta opinión el reflexionar que, al huir de Salamina, no les habían seguido los alcances, antes bien, de su propia voluntad se habían vuelto atrás desde su camino. En realidad, caídos de ánimo sobremanera los bárbaros, dábanse por vencidos en la mar, pero tenían por seguro que su Mardonio por tierra sería muy superior a los griegos. Con esto a los persas en Samos todo se les iba, parte en meditar cómo podrían hacer algún daño al enemigo, parte en procurar noticias sobre el éxito de las empresas de Mardonio.

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