CXXIX

Al cabo de tres meses del sitio puesto por Artabazo, hizo el mar una retirada extraordinaria, que duró bastante tiempo. Entonces los bárbaros, viendo que lo que antes era mar se les había hecho un lugar pantanoso, marcharon por él hacia Palena; pero apenas hubieron andado dos partes de trecho, de las cinco que pasar debían para meterse dentro de dicha ciudad, sobrecogióles una avenida tan grande de mar, cual nunca antes, a lo que decían los naturales, había allí sucedido, por más frecuentes que suelan ser tales mareas. Sucedió en ella que se anegaron los persas que no sabían nadar, y los que sabían perecieron a manos de los de Potidea, que en sus barcas les acometieron. Pretenden los potideos haber sido la causa de la retirada y avenida del mar y de la desventura de los persas la impiedad de todos los que en él perecieron, quienes habían profanado el templo y la estatua de Neptuno, que estaba en los arrabales de su ciudad. Paréceme que tienen aquellos mucha razón en decir que ésta fue la culpa para un tal castigo. Partió Artabazo a la Tesalia con los persas que le quedaron para unirse con Mardonio. Tal fue en compendio la suerte de los persas que escoltaron a su rey.

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