Uno de los presentes que estaban allí sentados con el rey lo dio cuenta de lo que acababa de hacer aquel muchacho, diciéndole cómo el menor de los hermanos, no sin misterio y quizá con dañada intención, había aceptado la paga que él les había prometido. Apenas lo oyó el rey, que no lo habría antes advertido, despachó lleno de cólera unos hombres a caballo con orden de dar la muerte a uno de sus criados. Pero en tanto quiso Dios que cierto río que por allí corre, río al cual, como a su dios salvador, suelen hacer sacrificios los descendientes de los tres citados argivos, al acabar de pasarle los Teménidas comenzase a venir tan crecido, que no pudieran vadearle los que venían a caballo. Yéndose, pues, los Teménidas a otro país de la Macedonia, fijaron su habitación cerca de aquella huerta que se dice haber sido la de Midas, hijo de Gordias, en la que se crían ciertas rosas de sesenta hojas cada una, de un color y fragancia superior a todas las demás, y añaden aún los macedonios, que en dicha huerta fue donde quedó cogido y preso Sileno: sobre ella está el monte que llaman Bermion, el cual de puro frío es inaccesible. En suma, apoderados de esta región los tres hermanos y haciéndose fuertes en ella, desde allí lograron ir conquistando después lo restante de la Macedonia.