Para dar a conocer quién era Alejandro, voy a decir en este lugar cómo llegó por un singular camino a obtener el dominio de Macedonia un cierto Perdicas, el sétimo entre sus ascendientes. Hubo tres hermanos, así llamados, Gavanes, Aeropo y Perdicas, naturales de Argos y de la familia de Temeno; los cuales, fugitivos de su patria, pasaron primero a los ilirios, desde donde internándose en la alta Macedonia llegaron a una ciudad por nombra Lebea. Concertando allí su salario, acomodáronse con el rey, el uno para apacentar sus yeguas, el otro los bueyes, y el tercero el ganado menor: y como es cosa muy sabida que en aquellos antiguos tiempos muy poco o nada reinaba el lujo y la opulencia en las casas de los reyes, cuanto menos en las particulares, nadie deberá extrañar que la reina misma fuese la que allí cocía el pan en la casa del rey. Estando, pues, en su faena la real panadera, cuantas veces cocía el pan para su criado y mozuelo Perdicas, levantábasele tanto el horno que venía a salir doblemente mayor de lo que correspondía. Como observase, pues, atendiendo a ello con más cuidado, siempre cabalmente lo mismo, fuese a dar aviso a su marido, a quien luego pareció que se descubría en aquello algún agüero que algo significaba de prodigioso y grande, y sin más tardanza hace venir a sus criados y les intima que salgan de sus dominios. Que estaban prontos, responden ellos; pero querían, como era justo, llevar antes su salario. Al oír el rey lo del salario, fuera de sí, por disposición particular de los dioses, y tomando ocasión del sol que se le entraba entonces en la casa por la misma chimenea, respondióles así: —«El salario que se os debe y que pienso daros no será sino el que ahí veis:» lo cual dijo señalando con la mano al sol de la chimenea. Oída tal respuesta, quedaron atónitos los dos hermanos mayores Gavanes y Aeropo, pero el menor: —«Sí, le dice, aceptamos, señor, ese salario que nos ofrecéis.» Dicho esto, hizo con un cuchillo que tenía allí casualmente una raya en el pavimento de la casa alrededor del sol, y haciendo el ademán de coger tres puñados de aquella luz encerrada en la raya, se los iba metiendo en el seno como quien mete el dinero en su bolsillo, hecho lo cual se fue de allí en compañía de sus hermanos.