LXIX

Al oír a Artemisia diciendo esto a Mardonio, cuantos la querían bien recibían mucha pena deque así se explicase, persuadidos de que había de costarle caro su libertad de parte del soberano, como que se oponía a que se diese la batalla. Pero los que la miraban con malos ojos y le envidiaban la honra con que el rey la distinguía entre los demás confederados, recibían gran placer en su voto particular, como si por él se fabricase ella misma su ruina. Pero no fue así, antes bien, cuando se hizo relación a Jerjes de aquellos pareceres, mostró mucho gusto y satisfacción con el de Artemisia; de suerte que, si antes la tenía por mujer de prendas, la celebró entonces mucho más de ingeniosa y prudente. Ordenó, no obstante, que se estuviese a la pluralidad de los votos, dándose a entender que sus tropas antes no habían hecho su deber en los encuentros cerca de Eubea, llevando blanda la mano por no hallarse él presente, pero que no sucedería lo mismo entonces, cuando estaba resuello a ver las batallas por sus mismos ojos.

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