Aquí no puedo ahora, viendo y pesando atentamente el negocio, declararme contra los oráculos, y decir de ellos que no son predicciones verídicas, sin incurrir en la nota de ir contra la evidencia conocida: «Cuando junte la playa consagrada a Diana de dorada cabellera, a la marina Cinosura, con su puente de barcas, el que taló a Atenas con furiosa lisonja, allí se verá extinguido de mano de la santa Temis, tanto arrojo hijo de tanta soberbia, insultante, rapaz como el de todo poder supremo. Cosido el acero con el acero cubrirá Marte el mar de roja sangre, entonces Júpiter y la diosa Victoria felicitarán a la Grecia libre.» Siendo, pues, tales y dichas con tanta claridad, por Bacis estas profecías, ni me atrevo yo a oponerme a la verdad de los oráculos, ni puedo sufrir que otro ninguno la contradiga.