Por lo que mira al general de los corintios, Adimanto, dicen de él los atenienses, que al empezar las naves griegas a cerrar con las enemigas, sobresaltado de miedo y de terror se hizo a la vela y se entregó a la huída, y que viendo los otros corintios huir a su capitán, todos del mismo modo se partieron; que habiendo huido tanto hasta hallarse ya delante del templo de Minerva la Scirada, se les hizo encontradiza una chalupa por maravillosa providencia, sin dejarse ver quién la guiaba, la cual se fue acercando a los corintios, que nada sabían de lo que pasaba en la armada naval; circunstancias por donde conjeturan que fue portentoso el suceso. Dicen, pues, que llegándose a las naves les habló así: —«Bien haces, Adimanto; tú virando de bordo aprietas a huir, escapando con tu escuadra y vendiendo a los demás griegos. Sábete, pues, que ellos están ganando de sus enemigos una completa victoria, tal cual no pudieran acertarla a desear.» Y como Adimanto no diese crédito a lo que decían, añadieron de nuevo los de la chalupa «estar allí prontos a ser tomados en rehenes, no rehusando morir, si no era del todo cierto que venciesen los griegos:» que con esto, vuelta atrás la proa de la nave, llegó con los de su escuadra a la armada de los griegos, después de concluida la acción. Esta historia corre entre los de Atenas acerca de los corintios; pero éstos no lo cuentan así por cierto, antes pretenden haberse hallado los primeros en la batalla naval, y a favor de ellos lo atestigua lo demás de la Grecia.