XCVII

Al ver Jerjes aquella pérdida y destrozo padecido, entró en mucho recelo de que alguno de los jonios no sugiriese a los griegos, o que estos mismos no diesen de suyo en el pensamiento de pasar al Helesponto y cortarle allí su puente. De miedo, pues, que tuvo de no verse a peligro de perecer cogido así en Europa, resolvió la huida. Pero no queriendo que nadie ni de los griegos ni de sus mismos vasallos penetrase su designio, empezó a formar un terraplen hacia Salamina, y junto a él mandó unir puestas en fila unas urcas fenicias, que le sirviesen de puente y de baluarte como si se dispusiera a llevar adelante la guerra y dar otra vez batalla naval. Viéndole los otros ocupado en estas obras, creían todos que muy de veras se preparaba para guerrear a pie firme. Mardonio fue el único que, teniendo muy conocido su modo de pensar, entendió de lleno sus designios. Al mismo tiempo que esto hacía Jerjes, envió a los persas un correo con la noticia de la desgracia y derrota padecida.

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