Venida la noche, aunque se hallaban en medio de la estación misma del verano, levantóse un temporal deshecho de lluvia que duró toda ella, acompañado de espantosos truenos de la parte del monte Pelio. Los cadáveres y fragmentos de las galeras que habían naufragado, echados por las olas hacia Efetas, y revueltos alrededor de las proas de las naves, impedían el juego a las palmas de los remos. Las tropas navales que esto allí oían, entraron en la mayor consternación, recelosas de que iban sin falta a perecer, según era su presente desventura, pues no habiendo todavía respirado bien del susto y ruina del naufragio y tormenta padecida cerca de Pelio, acababa de asaltarles aquella fuerte refriega naval; y después de la refriega sobreveníales entonces un recio temporal, con una tan grande avenida de los torrentes hacia el mar y con tan furiosa tronada. Con tales sustos pasaron aquella noche.