Mas ésta la había el Señor dado tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo, nuestro Bien, en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que, teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les daba?
7. Mas sé de esta persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, se desocupaba de todas las cosas exteriores cuanto le era posible y se entraba con Él. Procuraba recoger los sentidos para que todos entendiesen tan gran bien -digo, no embarazasen al alma para conocerle-. Se consideraba a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo; y aunque no sintiese devoción, la fe la decía que estaban bien allí.
8. Porque -si no nos queremos hacer bobos y cegar el entendimiento- no hay que dudar; que esto no es representación de la imaginación, como cuando consideramos al Señor en la cruz o en otros pasos de la Pasión, que le representamos en nosotros mismos como pasó. Esto pasa ahora y es entera verdad, y no hay para qué irle a buscar en otra parte más lejos; sino que, pues sabemos que mientras no consume el calor natural los accidentes del pan, que está con nosotros el buen Jesús, que nos lleguemos a Él. Pues si, cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje.
9. Si os da pena no verle con los ojos corporales, mirad que no nos conviene, que es otra cosa verle glorificado, o cuando andaba por el mundo; no habría sujeto que lo sufriese, de nuestro flaco natural, ni habría mundo, ni quien quisiese parar en él; porque en ver esta Verdad eterna, se vería ser mentira y burlas todas las cosas de que acá hacemos caso. Y viendo tan gran Majestad, ¿cómo osaría una pecadorcilla, 125
como yo -que tanto le ha ofendido- estar tan cerca de Él? Debajo de aquel pan está tratable; porque si el rey se disfraza, no parece se nos daría nada de conversar sin tantos miramientos y respetos con Él; parece está obligado a sufrirlo, pues se disfrazó. ¡Quién osara llegar con tanta tibieza, tan indignamente, con tantas imperfecciones!
10. ¡Oh, cómo no sabemos lo que pedimos, y cómo lo miró mejor su sabiduría! Porque a los que ve se han de aprovechar de su presencia, Él se les descubre; que aunque no le vean con los ojos corporales, muchos modos tiene de mostrarse al alma por grandes sentimientos interiores y por diferentes vías. Estaos vos con Él de buena gana; no perdáis tan buena sazón de negociar como es la hora después de haber comulgado. Si la obediencia os mandare, hermanas, otra cosa, procurad dejar el alma con el Señor; que si luego lleváis el pensamiento a otra y no hacéis caso ni tenéis cuenta con que está dentro de vos, ¿cómo se os ha de dar a conocer? Este, pues, es buen tiempo para que os enseñe nuestro Maestro, y que le oigamos y besemos los pies, porque nos quiso enseñar, y le supliquéis no se vaya de con vos.
11. Si esto habéis de pedir mirando una imagen de Cristo que estamos mirando, bobería me parece dejar la misma persona por mirar el dibujo. ¿No lo sería, si tuviésemos un retrato de una persona que quisiésemos mucho y la misma persona nos viniese a ver, dejar de hablar con ella y tener toda la conversación con el retrato? ¿Sabéis para cuándo es muy bueno y cosa en que yo me deleito mucho? Para cuando está ausente la misma persona, o quiere darnos a entender lo está con muchas sequedades, es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos. A cada cabo que volviésemos los ojos, la querría ver.
¿En qué mejor cosa, ni más gustosa a la vista, la podemos emplear que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí todos los bienes?
¡Desventurados estos herejes que han perdido por su culpa esta consolación, con otras!
12. Mas, acabando de recibir al Señor, pues tenéis la misma persona delante, procurad cerrar los ojos del cuerpo y abrir los del alma y miraros al corazón; que yo os digo -y otra vez lo digo y muchas lo querría decir- que, si tomáis esta costumbre todas las veces que 126
comulgareis -y procurad tener tal conciencia que os sea lícito gozar a menudo de este Bien-, que no viene tan disfrazado, que -como he dicho- de muchas maneras no se dé a conocer conforme al deseo que tenemos de verle; y tanto lo podéis desear que se os descubra del todo.
13. Mas, si no hacemos caso de Él, sino que en recibiéndole nos vamos de con Él a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer?
¿Nos ha de traer por fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a conocer? No, que no le trataron tan bien cuando se dejó ver a todos al descubierto y les decía claro quién era; que muy pocos fueron los que le creyeron.
Y, así, harta misericordia nos hace a todos, que quiere Su Majestad entendamos que es Él el que está en el Santísimo Sacramento. Mas que le vean descubiertamente y comunicar sus grandezas y dar de sus tesoros, no quiere sino a los que entiende que mucho le desean, porque éstos son sus verdaderos amigos. Que yo os digo que quien no lo fuere y no llegare a recibirle como tal, habiendo hecho lo que es en sí, que nunca le importune porque se le dé a conocer. No ve la hora de haber cumplido con lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa y procura echarle de sí. Así que este tal, con otros negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que, lo más presto que puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él.
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