Porque otros gustos que vienen por medianería del entendimiento, por mucho que hagan, traen el agua corriendo por la tierra; no lo beben junto a la fuente; nunca falta en este camino cosas lodosas en que se detengan, y no va tan puro ni tan limpio. No llamo yo esta oración - que, como digo, va discurriendo con el entendimiento- «agua viva», conforme a mi entender, digo. Porque, por mucho que queramos hacer, siempre se pega a nuestra alma, ayudada de este nuestro cuerpo y bajo natural, algo de camino de lo que no querríamos.
7. Me quiero declarar más; estamos pensando qué es el mundo y cómo se acaba todo, para menospreciarlo. Casi sin entendernos, nos hallamos metidos en cosas que amamos de él; y deseándolas huir, por lo menos nos estorba un poco pensar cómo fue y cómo será y qué hice y qué haré; y para pensar lo que hace al caso para librarnos, a las veces nos metemos de nuevo en el peligro. No porque esto se ha de dejar, mas se ha de temer, es menester no ir descuidados.
Acá lleva este cuidado el mismo Señor, que no quiere fiarnos de nosotros. Tiene en tanto nuestra alma, que no la deja meter en cosas que la puedan dañar por aquel tiempo que quiere favorecerla; sino la pone de presto junto cabe sí y le muestra en un punto más verdades y la da más claro conocimiento de lo que es todo, que acá pudiéramos tener en muchos años. Porque no va libre la vista, nos ciega el polvo, como vamos caminando. Acá nos lleva el Señor al fin de la jornada sin entender cómo.
8. La otra propiedad del agua es que harta y quita la sed; porque sed, me parece a mí, quiere decir deseo de una cosa que nos hace gran falta; que si del todo nos falta, nos mata. Extraña cosa es que si nos falta, nos mata, y si nos sobra, nos acaba la vida, como se ve morir muchos ahogados. ¡Oh, Señor mío, y quién se viese tan engolfada en esta agua viva, que se le acabase la vida! Mas ¿no puede ser esto? Sí, que tanto puede crecer el amor y el deseo de Dios, que no lo pueda sufrir el sujeto natural, y así ha habido personas que han muerto. Yo sé de una que, si no la socorriera Dios presto con esta agua viva tan en gran abundancia, que casi la sacaba de sí con arrobamientos. Digo que casi la sacaban de sí, porque aquí descansa el alma. Parece que, 68 ahogada de no poder sufrir el mundo, resucita en Dios y Su Majestad la habilita para que pueda gozar lo que, estando en sí, no pudiera sin acabarse la vida.
9 Entiéndase de aquí que, como en nuestro Sumo Bien no puede haber cosa que no sea cabal, todo lo que Él da es para nuestro bien; y por mucha abundancia de esta agua que dé, no puede haber demasía en cosa suya; porque si da mucho, hace -como he dicho- hábil el alma para que sea capaz de beber mucho; como un vidriero que hace la vasija del tamaño que ve es menester, para que quepa lo que quiere echar en ella. En el desearlo -como es de nosotros- nunca va sin falta; si alguna cosa buena lleva, es lo que en él ayuda el Señor. Mas somos tan indiscretos que, como es pena suave y gustosa, nunca nos pensamos hartar de esta pena; comemos sin tasa, ayudamos como acá podemos a este deseo y, así, algunas veces mata. ¡Dichosa tal muerte!; mas, por ventura, con la vida ayudara a otros para morir por deseo de esta muerte. Y esto creo hace el demonio, porque entiende el daño que ha de hacer con vivir; y, así, tienta aquí de indiscretas penitencias para quitar la salud, y no le va poco en ello.
10. Digo que quien llega a tener esta sed tan impetuosa, que se mire mucho, porque crea que tendrá esta tentación; y aunque no muera de sed, acabará la salud y dará muestras exteriores -aunque no quiera- que se han de excusar por todas vías. Algunas veces aprovechará poco nuestra diligencia, que no podremos todo lo que se quiere encubrir; mas estemos con cuidado, cuando vienen estos ímpetus tan grandes de crecimiento de este deseo, para no añadir en él, sino con suavidad cortar el hilo con otra consideración; que nuestra naturaleza, a veces, podrá ser obre tanto como el amor, que hay personas que cualquier cosa, aunque sea mala, desean con gran vehemencia. Estas no creo serán las muy mortificadas, que para todo aprovecha la mortificación.
Parece desatino que cosa tan buena se ataje. Pues no lo es; que yo no digo se quite el deseo, sino que se ataje, y por ventura será con otro que se merezca tanto.
11. Quiero decir algo para darme mejor a entender. Da un gran deseo de verse ya con Dios y desatado de esta cárcel, como le tenía San 69
Pablo: pena por tal causa y que debe en sí ser muy gustosa, no será menester poca mortificación para atajarla, y del todo no podrá. Mas cuando viere aprieta tanto que casi va a quitar el juicio (como yo vi a una persona no ha mucho, y de natural impetuosa, aunque demostrada a quebrar su voluntad -me parece lo ha ya perdido, porque se ve en otras cosas- digo que por un rato, que la vi como desatinada de la gran pena y fuerza que se hizo en disimularla), digo que en caso tan excesivo, aunque fuese espíritu de Dios, tengo por humildad temer, porque no hemos de pensar tenemos tanta caridad que nos pone en tan gran aprieto.
12. Y digo que no tendré por malo -si puede, digo, que por ventura todas veces no podrá- que mude el deseo, pensando si vive servirá más a Dios, y podrá ser a alguna alma que se había de perder la dé luz, y que, con servir más, merecerá por donde pueda gozar más de Dios, y témase lo poco que ha servido. Y son buenos consuelos para tan gran trabajo, y aplacará su pena y ganará mucho, pues, por servir al mismo Señor, se quiere acá pasar y vivir con su pena. Es como si uno tuviese un gran trabajo o grave dolor, consolarle con decir «tenga paciencia y se deje en las manos de Dios, y que cumpla en él su voluntad, que dejarnos en ellas es lo más acertado en todo».
13. Y si el demonio ayudó en alguna manera a tan gran deseo, que sería posible, como cuenta -creo- Casiano de un ermitaño de asperísima vida, que le hizo entender se echase en un pozo, porque vería más presto a Dios, yo bien creo que no debía haber servido con humildad, ni bien; porque fiel es el Señor y no consintiera Su Majestad se cegara en cosa tan manifiesta. Mas está claro; si el deseo fuera de Dios, no le hiciera mal: trae consigo la luz y la discreción y la medida.
Esto es claro, sino que este adversario, enemigo nuestro, por dondequiera que puede procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros. Este es punto importante para muchas cosas; así para acortar el tiempo de la oración, por gustosa que sea, cuando se ven acabar las fuerzas corporales o hacer daño a la cabeza. En todo es muy necesario discreción.
14. ¿Para qué pensáis, hijas, que he pretendido declarar el fin y 70
mostrar el premio antes de la batalla, con deciros el bien que trae consigo llegar a beber de esta fuente celestial, de esta agua viva? Para que no os congojéis del trabajo y contradicción que hay en el camino, y vayáis con ánimo y no os canséis; porque -como he dicho- podrá ser que, después de llegadas, que no os falta sino bajaros a beber en la fuente, lo dejéis todo y perdáis este bien, pensando no tendréis fuerza para llegar a él y que no sois para ello.
15. Mirad que convida el Señor a todos. Pues es la misma Verdad, no hay que dudar. Si no fuera general este convite, no nos llamara el Señor a todos y, aunque los llamara, no dijera: «Yo os daré de beber».
Pudiera decir: «Venid todos, que, en fin, no perderéis nada; y los que a mí me pareciere, yo los daré de beber». Mas como dijo, sin esta condición, «a todos», tengo por cierto que todos los que no se quedaren en el camino, no les faltará esta agua viva. Dénos el Señor, que la promete, gracia para buscarla como se ha de buscar, por quien Su Majestad es.
71