Capítulo 19

Que comienza a tratar de la oración. Habla con almas que no pueden discurrir con el entendimiento

1. Ha tantos días que escribí lo pasado sin haber tenido lugar para tornar a ello, que, si no lo tornase a leer, no sé lo que decía. Por no ocupar tiempo, habrá de ir como saliere, sin concierto.

Para entendimientos concertados y almas que están ejercitadas y pueden estar consigo mismas, hay tantos libros escritos y tan buenos y de personas tales, que sería yerro hicieseis caso de mi dicho en cosa de oración, pues -como digo- tenéis libros tales adonde van por días de la semana repartidos los misterios de la vida del Señor y de su Pasión y meditaciones del juicio e infierno y nuestra nonada y lo mucho que debemos a Dios, con excelente doctrina y concierto para principio y fin de la oración. Quien pudiere y tuviere ya costumbre de llevar este modo de oración, no hay que decir que por tan buencamino el Señor le sacará a puerto de luz y, con tan buenos principios, el fin lo será, y todos los que pudieren ir por él llevarán descanso y seguridad; porque, atado el entendimiento, se va con descanso. Mas de lo que querría tratar y dar algún remedio, si el Señor quisiese acertase -y si no, al menos que entendáis hay muchas almas que pasan este trabajo, para que no os fatiguéis las que le tuviereis-, es esto: 2. Hay unas almas y entendimientos tan desbaratados como unos caballos desbocados, que no hay quien los haga parar; ya van aquí, ya van allí, siempre con desasosiego: es su misma naturaleza, o Dios que lo permite. Les he mucha lástima, porque me parecen como unas personas que han mucha sed y ven el agua de muy lejos y, cuando quieren ir allá, hallan quien las defienda el paso al principio y medio y fin. Acaece que, cuando ya con su trabajo -y con harto trabajo- han vencido los primeros enemigos, a los segundos se dejan vencer y quieren más morir de sed que beber agua que tanto ha de costar. Se les acabó el esfuerzo, les faltó ánimo. Y ya que algunos le tienen para 65

vencer también los segundos enemigos, a los terceros se les acaba la fuerza, y por ventura no estaban dos pasos de la fuente de agua viva que dijo el Señor a la Samaritana, que quien la bebiere no tendrá sed. Y

¡con cuánta razón y verdad, como dicho de la boca de la misma Verdad, que no la tendrá de cosa de esta vida, aunque crece muy mayor de lo que acá podemos imaginar de las cosas de la otra por esta sed natural! Mas ¡con qué sed se desea tener esta sed! Porque entiende el alma su gran valor y, [aunque] es sed penosísima que fatiga, trae consigo la misma satisfacción con que se mata aquella sed, de manera que es una sed que no ahoga sino a las cosas terrenas, antes da hartura; de manera que, cuando Dios la satisface, la mayor merced que puede hacer el alma es dejarla con la misma necesidad, y mayor queda siempre de tornar a beber esta agua.

3. El agua tiene tres propiedades, que ahora se me acuerda que me hacen al caso, que muchas más tendrá.

La una es que enfría, que por calor que hayamos, en llegando al agua, se quita; y si hay gran fuego, con ella se mata, salvo si no es de alquitrán, que se enciende más. ¡Oh, válgame Dios, qué maravillas hay en este encenderse más el fuego con el agua, cuando es fuego fuerte, poderoso, no sujeto a los elementos, pues éste, con ser su contrario, no le empece, antes le hace crecer! Mucho valiera aquí poder hablar con quien supiera filosofía, porque, sabiendo las propiedades de las cosas, me supiera declarar, que me voy regalando en ello y no lo sé decir, y aun por ventura no lo sé entender.

4. De que Dios, hermanas, os traiga a beber de esta agua y las que ahora lo bebéis, gustaréis de esto y entenderéis cómo el verdadero amor de Dios -si está en su fuerza, ya libre de cosas de tierra del todo y que vuela sobre ellas- cómo es señor de todos los elementos del mundo. Y como el agua procede de la tierra, no hayáis miedo que mate este fuego de amor de Dios; no es de su jurisdicción. Aunque son contrarios, es ya señor absoluto; no le está sujeto.

Y así no os espantaréis, hermanas, de lo mucho que he puesto en este libro para que procuréis esta libertad. ¿No es linda cosa que una pobre monja de San José pueda llegar a señorear toda la tierra y 66

elementos? Y ¿qué mucho que los santos hiciesen de ellos lo que querían, con el favor de Dios? A san Martín, el fuego y las aguas le obedecían; a san Francisco, hasta las aves y los peces; y así a otros muchos santos. Se veía claro ser tan señores de todas las cosas del mundo, por haber bien trabajado de tenerle en poco y sujetándose de veras con todas sus fuerzas al Señor de él. Así que -como digo- el agua que nace en la tierra no tiene poder [contra él]; sus llamas son muy altas y su nacimiento no comienza en cosa tan baja. Otros fuegos hay de pequeño amor de Dios, que cualquier suceso los matará; mas a éste no, no. Aunque toda la mar de tentaciones venga, no le harán que deje de arder de manera que no se enseñoree de ellas.

5. Pues si es agua de lo que llueve del cielo, muy menos le matará; no son contrarios, sino de una tierra; no hayáis miedo se hagan mal el un elemento al otro, antes ayuda el uno al otro a su efecto; porque el agua de las lágrimas verdaderas -que son las que proceden en verdadera oración, bien dadas del Rey del cielo- le ayuda a encender más y hace que dure, y el fuego ayuda al agua a enfriar.

¡Oh, válgame Dios, qué cosa tan hermosa y de tanta maravilla, que el fuego enfría! Sí, y aun hiela todas las afecciones del mundo, cuando se junta con el agua viva del cielo, que es la fuente de donde proceden las lágrimas que quedan dichas, que son dadas y no adquiridas por nuestra industria. Así que, a buen seguro que no deja calor en ninguna cosa del mundo para que se detenga en ellas, si no es para si puede pegar este fuego, que es natural suyo no contentarse con poco, sino que, si pudiese, abrasaría todo el mundo.

6. Es la otra propiedad limpiar cosas no limpias. Si no hubiese agua para lavar, ¿qué sería del mundo? ¿Sabéis qué tanto limpia esta agua viva, esta agua celestial, esta agua clara, cuando no está turbia, cuando no tiene lodo, sino que cae del cielo? Que de una vez que se beba, tengo por cierto deja el alma clara y limpia de todas las culpas; porque

-como tengo escrito- no da Dios lugar a que beban de esta agua (que no está en nuestro querer, por ser cosa muy sobrenatural esta divina unión), si no es para limpiarla y dejarla limpia y libre del lodo y miseria en que por las culpas estaba metida.

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