95

3. Mirad, Señor mío, que ya que Vos, con el amor que nos tenéis y con vuestra humildad, no se os ponga nada delante (en fin, Señor, estáis en la tierra y vestido de ella, pues tenéis nuestra naturaleza, parece tenéis causa alguna para mirar nuestro provecho); mas mirad que vuestro Padre está en el cielo -Vos lo decís-; es razón que miréis por su honra. Ya que estáis Vos ofrecido a ser deshonrado por nosotros, dejad a vuestro Padre libre; no le obliguéis a tanto por gente tan ruin como yo, que le ha de dar tan malas gracias.

4. ¡Oh, buen Jesús! ¡qué claro habéis mostrado ser una cosa con Él, y que vuestra voluntad es la suya y la suya vuestra! ¡Qué confesión tan clara, Señor mío! ¡Qué cosa es el amor que nos tenéis! Habéis andado rodeando, encubriendo al demonio que sois Hijo de Dios, y con el gran deseo que tenéis de nuestro bien no se os pone cosa delante por hacernos tan grandísima merced. ¿Quién la podía hacer sino Vos, Señor? Yo no sé cómo en esta palabra no entendió el demonio quién erais, sin quedarle duda. Al menos bien veo, mi Jesús, que habéis hablado, como Hijo regalado, por Vos y por nosotros, y que sois poderoso para que se haga en el cielo lo que Vos decís en la tierra.

¡Bendito seáis por siempre, Señor mío, que tan amigo sois de dar, que no se os pone cosa delante!

5. Pues ¿os parece, hijas, que es buen maestro éste, pues, para aficionamos a que deprendamos lo que nos enseña, comienza haciéndonos tan gran merced? Pues ¿os parece ahora que será razón que, aunque digamos vocalmente esta palabra, dejemos de entender con el entendimiento, para que se haga pedazos nuestro corazón con ver tal amor? Pues ¿qué hijo hay en el mundo que no procure saber quién es su padre, cuando le tiene bueno y de tanta majestad y señorío?

Aun si no lo fuera, no me espantara no nos quisiéramos conocer por sus hijos, porque anda el mundo tal, que si el padre es más bajo del estado en que está el hijo, no se tiene por honrado en conocerle por padre.

6. Esto no viene aquí, porque en esta casa nunca plega a Dios haya acuerdo de cosa de éstas: sería infierno; sino que la que fuere más, tome menos a su padre en la boca: todas han de ser iguales. ¡Oh, 96

colegio de Cristo! que tenía más mando san Pedro, con ser un pescador

-y le quiso así el Señor-, que san Bartolomé, que era hijo de rey. Sabía Su Majestad lo que había de pasar en el mundo sobre cuál era de mejor tierra, que no es otra cosa sino debatir si será buena para adobes o para tapias. ¡Válgame Dios, qué gran trabajo traemos!

Dios os libre, hermanas, de semejantes contiendas, aunque sean en burlas; yo espero en Su Majestad que sí hará. Cuando algo de esto en alguna hubiese, póngase luego remedio, y ella tema no estar Judas entre los apóstoles; denla penitencias hasta que entienda que aun tierra muy ruin no merecía ser. Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús; no se conozca aquí otro padre para tratar de Él; y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalaros con Él y echaros en sus brazos.

Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas; pues ¿quién no procurará no perder tal Padre?

7. ¡Oh, válgame Dios, y que hay aquí en qué consolaros!, que por no alargarme más lo quiero dejar a vuestros entendimientos; que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés.

97

Share on Twitter Share on Facebook