Capítulo 8

Trata del gran bien que es desasirse de todo lo criado interior y exteriormente

1. Ahora vengamos al desasimiento que hemos de tener, porque en esto está el todo, si va con perfección. Aquí digo está el todo; porque, abrazándonos con solo el Criador y no dándosenos nada por todo lo criado, Su Majestad infunde de manera las virtudes, que, trabajando nosotros poco a poco lo que es en nosotros, no tendremos mucho más que pelear, que el Señor toma la mano contra los demonios y contra todo el mundo en nuestra defensa.

¿Pensáis, hermanas, que es poco bien procurar este bien de darnos todas al Todo sin hacernos partes? Y pues en Él están todos los bienes, como digo, alabémosle mucho, hermanas, que nos juntó aquí adonde no se trata de otra cosa sino de esto. Y así, no sé para qué lo digo, pues todas las que aquí estáis me podéis enseñar a mí, que confieso en este caso tan importante no tener la perfección como la deseo y entiendo conviene; y en todas las virtudes y lo que aquí digo, lo mismo; que es más fácil de escribir que de obrar; y aun esto no atinara, porque algunas veces consiste en experiencia el saberlo decir, y debo atinar por el contrario de estas virtudes que he tenido.

2. Cuanto a lo exterior, ya se ve cuán apartadas estamos aquí de todo. ¡Oh, hermanas! entended, por amor de Dios, la gran merced que el Señor ha hecho a las que trajo aquí, y cada una lo piense bien en sí, pues en solas doce quiso Su Majestad fueseis una. ¡Y qué de ellas, mejores que yo, sé que tomaran este lugar de buena gana, y me le dio el Señor a mí, mereciéndole tan mal! ¡Bendito seáis Vos, mi Dios, y alábeos todo lo criado, que esta merced tampoco se puede servir, como otras muchas que me habéis hecho; que darme estado de monja fue grandísima! Y como lo he sido tan ruin, no os fiasteis, Señor, de mí, porque adonde había muchas juntas buenas no se echara de ver así mi ruindad hasta que se me acabara la vida, y me trajisteis adonde -por ser 34

tan pocas que parece imposible dejarse entender-, porque ande con más cuidado, me quitáis todas las ocasiones. Ya no hay disculpa para mí, Señor, yo lo confieso, y así he más menester vuestra misericordia, para que perdonéis la que tuviere.

3. Lo que os pido mucho es que la que viere en sí no es para llevar lo que aquí se acostumbra, lo diga; otros monasterios hay adonde se sirve también el Señor; no turben estas poquitas que aquí Su Majestad ha juntado. En otras partes hay libertad para consolarse con deudos; aquí, si alguno[s] se admiten, es para consuelo de los mismos. Mas la monja que deseare ver deudos para su consuelo, si no son espirituales, téngase por imperfecta; crea no está desasida, no está sana, no tendrá libertad de espíritu, no tendrá entera paz: menester ha médico. Y digo que si no se le quita y sana, que no es para esta casa.

4. El remedio que veo mejor es no verlos hasta que se vea libre y lo alcance del Señor con mucha oración. Cuando se vea de manera que lo tome por cruz, véalos enhorabuena, que entonces les hará provecho a ellos y no daño a sí.

35

Share on Twitter Share on Facebook