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6. Mirad que importa este aviso para sabernos condoler de los trabajos de los prójimos, por pequeños que sean, en especial a almas de las que quedan dichas; que ya éstas, como desean los trabajos, todo se les hace poco, y es muy necesario traer cuidado de mirarse cuando era flaca y ver que, si no lo es, no viene de ella; porque podría por aquí el demonio ir enfriando la caridad con los prójimos y hacernos entender es perfección lo que es falta. En todo es menester cuidado y andar despiertas, pues él no duerme, y en los que van en más perfección, más; porque son muy más disimuladas las tentaciones, que no se atreve a otra cosa, que no parece se entiende el daño hasta que está ya hecho, si -como digo- no se trae cuidado. En fin, que es menester siempre velar y orar, que no hay mejor remedio para descubrir estas cosas ocultas del demonio y hacerle dar señal que la oración.

7. Procurar también holgaros con las hermanas cuando tienen recreación, con necesidad de ella, y el rato que es de costumbre, aunque no sea a vuestro gusto; que, yendo con consideración, todo es amor perfecto. Así que es muy bien las unas se apiaden de las necesidades de las otras; miren no sea con falta de discreción en cosas que sea contra obediencia. Aunque le parezca áspero dentro en sí lo que mandare la prelada, no lo muestre ni dé a entender a nadie, si no lo fuere a la misma priora con humildad, que haréis mucho daño; y sabed entender cuáles son las cosas que se han de sentir y apiadar de las hermanas, y siempre sientan mucho cualquiera falta, si es notoria, que veáis en la hermana. Y aquí se muestra y ejercita bien el amor en sabérsela sufrir y no espantarse de ella, que así harán las otras las que vos tuviereis, que aun de las que no entendéis deben ser muchas más; y encomendarla mucho a Dios y procurar hacer vos con gran perfección la virtud contraria de la falta que le parece en la otra. Esforzarse en esto, para que enseñe a aquélla por obra lo que por palabra por ventura no lo entenderá, ni aprovechará, ni castigo; y esto de hacer una lo que ve resplandecer de virtud en otra se pega mucho. Este es un buen aviso, no se os olvide.

8. ¡Oh, qué bueno y verdadero amor será el de la hermana que puede aprovechar a todas, dejado su provecho por los de las otras, ir 31

muy adelante en todas las virtudes y guardar con gran perfección su Regla! Mejor amistad será ésta que todas las ternuras que se pueden decir -que éstas no se usan ni han de usar en esta casa-, tal como «mi vida», «mi alma», «mi bien», y otras cosas semejantes, que a las unas llaman uno y a las otras otro. Estas palabras regaladas déjenlas para con su Esposo, pues tanto han de estar con Él y tan a solas, que de todo se habrán menester aprovechar, pues Su Majestad lo sufre, y muy usadas acá no enternecen tanto con el Señor; y sin esto, no hay para qué. Es muy de mujeres y no querría yo, hijas mías, lo fueseis en nada, ni lo parecieseis, sino varones fuertes; que si ellas hacen lo que es en sí, el Señor las hará tan varoniles que espanten a los hombres. ¡Y qué fácil es a Su Majestad, pues nos hizo de nonada!

9. Es también muy buena muestra de amor en procurar quitarlas de trabajo y tomarle ella para sí en los oficios de casa, y también de holgarse y alabar mucho al Señor del acrecentamiento que viere en sus virtudes. Todas estas cosas, dejado el bien que traen consigo, ayudan mucho a la paz y conformidad de unas con otras, como ahora lo vemos por experiencia, por la bondad de Dios. Plega a Su Majestad lo lleve siempre adelante, porque sería cosa terrible ser al contrario, y muy recio de sufrir: pocas y mal avenidas, no lo permita Dios.

10. Si por dicha alguna palabrilla de presto se atravesare, remédiese luego y hagan grande oración; y en cualquiera de estas cosas que dure, o bandillos, o deseo de ser más, o puntito de honra -que parece se me hiela la sangre, cuando esto escribo, de pensar que puede en algún tiempo venir a ser, porque veo es el principal mal de los monasterios-, cuando esto hubiese, dense por perdidas. Piensen y crean han echado a su Esposo de casa y que le necesitan a ir a buscar otra posada, pues le echan de su casa propia. Clamen a Su Majestad. Procuren remedio; porque, si no le pone confesar y comulgar tan a menudo, teman si hay algún Judas.

11. Mire mucho la priora, por amor de Dios, en no dar lugar a esto, atajando mucho los principios, que aquí está todo el daño o remedio; y la que entendiere lo alborota, procure se vaya a otro monasterio, que Dios la dará con qué la doten. Echen de sí esta pestilencia; corten como 32

pudieren las ramas; y si no bastare, arranquen la raíz. Y cuando no pudiesen esto, no salga de una cárcel quien de estas cosas tratare; mucho más vale, antes que pegue a todas tan incurable pestilencia.

¡Oh, que es gran mal! ¡Dios nos libre de monasterio donde entra! Yo más querría entrase en éste un fuego que nos abrasase a todas.

Porque en otra parte creo diré algo más de esto -como en cosa que nos va tanto-, no me alargo más aquí.

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