«Heráclito efesino al Rey Darío, hijo de Histaspis: alegrarse.

»Cuantos viven en estos tiempos huyen de la verdad y de practicar lo justo, dándose todos a la insaciabilidad y vanagloria por falta de juicio; mas yo, por cuanto doy al olvido toda injuria y declino el fastidio de toda familiar envidia; asimismo, porque huyo de vanidad y fasto, no pasaré a Persia, contentándome con mi cortedad, que es lo que me acomoda.» Tal fue este varón para con el rey.

11. Demetrio dice en sus Colombroños que también menospreció a los atenienses por la excesiva opinión que de sí tenía; y aunque desestimado de los efesinos, eligió el vivir con ellos. Hace también memoria de él Demetrio Falereo en la Apología de Sócrates. Hubo muchos que interpretaron su libro, como son Antístenes, Heráclides Póntico y Esfero Estoico, a quienes se añaden Pausanias el llamado Heraclitista, Nicodemes y Dionisio, y de los gramáticos Diódoto, el cual dice que aquel escrito no es de física, sino de política, pues lo que trata de física es allí por modo de ejemplo. Jerónimo dice que Escitino, poeta yámbico, emprendió el poner en verso dicho libro.

12. Corren muchos epigramas escritos a él, de los cuales es uno el que se sigue:

Soy Heráclito, sí, necios e ignaros;
¿qué me estáis abatiendo?
No he trabajado, no, para vosotros,
sino para los sabios y peritos.
Váleme por tres mil un hombre solo,
e infinitos, ninguno.
Esto digo también a Proserpina.

Y otro:

No en breve desenvuelvas hasta el eje (630)
el volumen de Heráclito Efesino;
es para ti camino muy impervio,
lleno de oscuridad densa y opaca;
pero si mente sabia te dirige,
aún más claro que el sol lo verás todo.

13. Hubo cinco Heráclitos. El primero éste. El segundo un poeta lírico de quien hay un Encomio de los doce dioses (631). El tercero un poeta elegíaco natural de Halicarnaso, a quien Calímaco compuso los versos siguientes:

Uno tu muerte, Heráclito, me dijo,
y me sacó las lágrimas al punto.
Me acordé de cuantas veces
solíamos pasar soles y soles
en sabias juglerías; pero ahora,
Halicarnasio amigo, eres ceniza.
Moriste, sí, moriste;
pero la melodía de tu canto
vivirá eternamente. Y aunque Pluto
se lo arrebate todo,
no alcanzarán sus manos a tu fama.

El cuarto fue lesbio, y escribió la Historia de Macedonia. Y el quinto un truhán, el cual, de citarista que era, se dio a este modo de vida.
 

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(623) Por prolepsis (según entiendo, e indica el aoristo I, εδίδαξε que pone Laercio), pues éstos eran ya muertos.
(624) Γνώμην. Mer. Casaubono interpreta por Dios la palabra Gnomen, Mente. Tengo por legítima esta interpretación, por razón de lo que añade Laercio de nuestro filósofo y lo que de él escriben algunos santos padres.
(625) Parece hacen alusión a la oscuridad de los escritos de Heráclito.
(626)  βασιλείας. Aunque esta voz ordinariamente significa Reino, aquí significa cierto magistrado de Éfeso que presidía los sacrificios (llamado también ίερών  βασιλεύς), y allí tenía este nombre, como entre los romanos Rex sacrificulus, o Rex sacrorum. Su mujer se llamaba Regina, y su palacio, Regia.
(627) Porque Heráclito decía que «la esencia del hado, είμαρμένης, es una razón trascendental a la naturaleza del universo», según escribe Plutarco, lib. I, cap. XXVIII, De las opiniones de los filósofos.
(628) ίεράν νάσον, sacrum marbum.
(629) έποχήν έχοντα. Sigo la versión común de los intérpretes; pero no dudo debe traducirse así: pero en muchas cosas se debe suspender el asenso. Este es el significado filosófico de έποχήν.
(630) έπ΄ομφαλόν; los latinos decían: ad umbilicum usque. Eran los cabitos torneados, con su botoncito, del palo en que se arrollaban los que llamaban volúmenes.
(631) Los doce dioses principales de los gentiles, llamados dioses consentes, seis machos y seis hembras. Ennio los incluye en estos versos:

Juno, Vesta, Minerva, Ceresque, Diana, Venus, Mars,
Mercurius, Jovis, Neptunus, Vulcanus, Apollo.

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