Libro VI En otro tiempo Atenas la primera,

1

Ciudad famosa, descubrió los frutos

A los mortales desafortunados,

Y les dio nueva vida, y les dio leyes,

Y la primera dio dulces consuelos

Contra las desventuras de la vida;

Cuando produjo al mundo el varón sabio

De cuya boca la verdad salía,

Y de cuyas divinas invenciones

Se asombra, el universo, y cuya gloria,         10

Triunfando de la muerte, se levanta

A lo más encumbrado de los cielos.

Porque viendo este hombre que ya habían

Todo lo más preciso los mortales

Para vivir y conservar la vida;

Que tenían riquezas abundantes,

Y honor, y gloria, y bien nacidos hijos;

Pero que no dejaban de angustiarse

Y gemir como esclavos en prisiones,

Llegó a entender que todo el mal venía         20

Del mismo vaso, que teniendo vicio

Malea lo que se echa más precioso:

Ya porque permeable y sin asiento

No se llena por mucho que se le eche,

Ya porque el interior todo emporcado,

Con su negro veneno inficionaba

Cualquier cosa en el vaso contenida.

Limpió, pues, los humanos corazones

Con la verdad; les limitó el deseo,

Les curó sus cuidados y temores,         30

Y declaroles la naturaleza

Del sumo bien, a que aspiramos todos,

Y el camino más fácil y más corto

Para llegar a él derechamente;

Y demostroles cuáles son los males

A que sujeta a los mortales todos,

El poderío de Naturaleza,

Y que asaltan al hombre acometiéndole,

O por acaso o necesariamente,

Según Naturaleza dispusiera:         40

Les dijo por qué lado debe el alma

A sus asaltos resistir invicta,

Y probó cuán en vano ella fomenta

De ordinario en el fondo de sí misma

Las zozobras de tristes aflicciones:

Así como los niños temerosos

Se recelan de todo por la noche,

Así nosotros, tímidos, de día

Nos asustamos de lo mismo a veces

Que despavorir suele a los muchachos.         50

Preciso es que nosotros desterremos

Estas tinieblas y estos sobresaltos,

No con los rayos de la luz del día,

Sino pensando en la Naturaleza:

Mi voz la cantará con nuevo aliento.

Y como te enseñé que el edificio

Del Mundo era finible, y que tenía

Principio el cielo, y que los seres todos

Que nacen y nacieron es preciso

Que necesariamente se disuelvan,         60

Oye lo que me falta descubrirte,

Puesto que la esperanza de mi triunfo

Me animó a que subiese sobre el carro

Brillante de la gloria, y nuevo aliento

Me han dado los obstáculos que había.

Y los demás fenómenos que observan

En el Cielo y la Tierra los mortales

Tienen suspensas con pavor sus almas,

Las humillan con miedo de los dioses,

Y las tienen cosidas con la tierra,         70

Puesto qué la ignorancia de las causas

Los fuerza a sujetar Naturaleza

Al imperio de dioses y a ponerles

En sus manos el cetro, y se imaginan

Que algún poder divino hace las obras

Cuyo primer resorte ellos ignoran:

Porque los que estuvieren persuadidos

De que los dioses viven descuidados,

Si no obstante se admiran de las causas,

En especial de aquellas apariencias         80

Que encima de nosotros se descubren

En la región etérea, nuevamente

Caen en su inveterado fanatismo,

Y nos ponen tiranos inflexibles,

A quienes para colmo de miseria

Les conceden poder ilimitado;

Ignorando qué cosa existir puede,

Cuál no puede, y los límites precisos

Que la Naturaleza ha señalado,

En fin, a la energía de los cuerpos,         90

Por lo que más y más se descaminan.

Si no desechas semejantes yerros

Teniendo por indignos de los dioses

Y ajenos de su calma estos cuidados,

Vendrán a tu presencia de continuo

Estas santas deidades resentidas;

No porque capaz sea de enojarse

La majestad suprema de los dioses,

Y deseen coléricos vengarse

Con ejemplar castigo de los hombres;         100

Sino porque estarás muy persuadido

Que en el seno de un plácido reposo

Revuelven las venganzas en su pecho;

No entrarás en los templos de los dioses

Con pacífico pecho, ni es posible

Que aquellos simulacros emanados

De sus augustos cuerpos te presenten

Sus divinas imágenes con calma;

¡Ya ves cuán triste vida te amenaza!

Aunque sabiduría por mis labios         110

Te ha explicado verdades infinitas

Para alejar de ti tan dura suerte;

Otras muchas me faltan todavía,

Y tengo yo además que engalanarlas

Con lindos versos; tengo que explicarte

Los diversos fenómenos del cielo:

Cantaremos también las tempestades,

Y las causas y efecto de los rayos,

Porque, supersticioso, neciamente

En regiones diversas no repartas         120

El cielo para ver, todo temblando,

De qué parte salió el alado fuego,

O hacia dónde tiró precipitado,

Y cómo por las tapias se introduce,

Y cómo sale de ellas victorioso:

Pues todos son efectos naturales,

Que atribuyen los hombres a los dioses

Porque no pueden penetrar las causas.

Calíope, diestra musa, que a los hombres

Alivias, y recreas a los dioses,         130

Ven a instruirme tú de mi corrida

Hacia la ruta de carrera ilustre,

Para ceñir, guiándome tú ahora,

De corona inmortal mi sien gloriosa.

Tan sólo se estremecen con el trueno

Las azuladas bóvedas celestes,

Cuando agitadas por contrarios vientos

Se chocan mutuamente etéreas nubes

Por las altas regiones remontadas;

Pues no viene el tronido de aquel lado         140

Que hay sereno en el cielo: pero cuando

Las nubes condensadas se amontonan

En una parte, allí con mayor fuerza

Suele sentirse el tormentoso ruido.

Además, que no pueden ser las nubes

De una masa tan densa como piedras

Y vigas; ni tampoco tan sutiles

Como la niebla y humo, pues debieran

Caer en fuerza de su mucho peso

En el caso primero como piedras;         150

Si tuvieran la misma consistencia

Que tiene el humo, no pudieran ellas

Contener los granizos y las nieves.

En la inmensa llanura de los aires

Hacen también un ruido semejante

Al de los grandes lienzos que se agitan

Por entre las columnas y las vigas

De nuestros coliseos; otras veces,

Rasgadas por la furia de los vientos,

Imitan el sonido delicado         160

Que hace roto el papel entre los dedos,

Como en el trueno puedes observarlo;

O el ruido de un vestido que hay colgado,

O de una hoja volante que los vientos

En fuerza de sus golpes repetidos

Agitan y remueven por los aires.

También sucede a veces que las nubes

En lugar de chocarse por delante

Se comprimen de lado, y van raspando

Por medio de encontrados movimientos         170

Lo largo de su cuerpo, de do nace

Aquel sonido seco que magulla

Los oídos, y dura mucho tiempo,

Hasta que se ven libres de aquel lazo.

Otra causa hay también por la que el trueno

Nuestro mundo conmueve en ocasiones

Con estremecimientos tan horribles

Que parecen las bóvedas del Mundo

Por todas partes reventar deshechas

Con repentino golpe; cuando entrado         180

De pronto el huracán impetuoso

En medio de las nubes allí brega:

Rápido torbellino que condensa

La nube con esfuerzos redoblados,

La estrecha por los lados, y la ahueca;

Pero cuando por fin abrieron paso

Su impetuosidad y su violencia,

Con horrible estampido sale el viento:

No es maravilla, cuando el mismo ruido

De un estallido igual da muchas veces         190

Una simple vejiga llena de aire.

También puede explicarse de otro modo

Aquel ruido que excitan en las nubes

Los vientos; porque vemos de ordinario

Que las nubes presentan superficies

De ramificación larga e incierta:

Luego deben hacer el mismo ruido

Que las hojas y ramas de una selva

Cuando son de los cierzos agitadas.

Puede también la furia de los vientos         200

Reventar una nube si la embisten

Directamente con furioso aliento:

La experiencia nos dice cuánta fuerza

Debe tener su soplo por arriba,

Cuando aquí bajo, siendo más suave,

Echan a tierra el árbol más erguido

Y arráncanle de cuajo fácilmente.

Hay también en las nubes como olas

Que deben, estrellándose con furia,

Producir un murmullo tan profundo         210

Como el que hace un gran río y océano

Cuando es por las tormentas agitado.

También del rayo los ardientes fuegos,

Cuando de nube en nube van cayendo,

Quizá vienen a dar en nube acuosa,

Donde mueren con ruido semejante

Al chirrío del hierro caldeado,

Cuando rápidamente le metemos

Desde la misma fragua en agua fría:

Pero si árida nube coge al rayo,         220

Se inflama de repente con gran ruido:

De esta manera el fuego provocado

Con torbellino de furiosos vientos

Se extiende por los montes coronados

De laureles al punto consumidos:

No hay cuerpo combustible que devore

El fuego con un ruido más terrible

Que el árbol consagrado al dios de Delfos.

Por fin, el hielo haciéndose pedazos,

Y el granizo cayendo hacen retumben         230

Las nubes a lo lejos, cuando el viento

Las junta y amontona semejantes

A las montañas, y por fin quebradas

Caen en tierra revueltas con granizo.

También relampaguea si las nubes

Arrojan mucha ignífera semilla

En fuerza de su choque, a la manera

Que sacudiendo un pedernal con otro,

O dando con un hierro, se ve entonces

Brillar la luz y chispear de lejos:         240

Y el relámpago ya vieron los ojos

Cuando llegan los truenos al oído;

Porque hieren mas pronto los objetos

La vista que el oído, como puedes

Observando tú mismo, si te pones

A ver cortar al leñador las ramas

Superfluas de algún árbol con el hacha;

Pues le verás primero dar el golpe

Que llegue a tus orejas el sonido:

El relámpago vemos asimismo         250

Antes que percibamos el sonido,

Siendo uno y otro a un tiempo y siendo hijos

Del mismo choque y de la misma causa.

También explicaré de otra manera

Por qué de rauda luz bañan la tierra

Las nubes y sus fuegos tembladores

Hacen brillar durante la borrasca.

Luego que el viento acometió a la nube,

Y agitándola siempre, como dije,

Logró ahuecarla, y recogerla al centro,         260

Con movimiento rápido se inflama,

Porque vemos nosotros abrasarse

Todo cuerpo movido con presteza,

Y aun la bala de plomo derretirse,

En un gran trecho, cuando el remolino

Inflamado rasgó la obscura nube,

Desparrama sus fuegos de repente

Lanzados de la nube con esfuerzo,

Obligando a cerrar los ojos: luego

Óyese él estampido, que la oreja         270

Hiere más tarde que la luz los ojos:

Todos estos efectos ciertamente

Suponen nubes densas, que arrojadas

Sean también con ímpetu admirable.

No dejes engañarte de tus ojos,

Que no te enseñan más desde aquí bajo

Que la extensión y anchura de las nubes

Más bien que el grueso de ellas y su altura.

Para desengañarte, considera

Las nubes parecidas a unos montes         280

Que los vientos trasponen por los aires

En dirección contraria: o si los vientos

Yacen en sus entrañas sepultados,

Verás amontonadas estas nubes

Unas sobre otras por los altos montes,

Apretarse entre sí por las alturas.

Entonces podrás tú formar idea

De sus masas enormes; ver en ellas

Especies de cavernas fabricadas

En rocas suspendidas, y los vientos,         290

Cuando llenan su centro dando muestras

De tempestad, se indignan en las nubes

Al verse dentro de ellas encerrados,

Como lo hacen las fieras en sus jaulas:

Resuenan a lo lejos sus bramidos,

Por todas partes quieren escaparse,

Desprenden de la nube unas semillas

De fuego, que amontonan y revuelven

En lo interior de sus ardientes hornos,

Hasta que ya por fin rasgan la nube         300

Y en torrentes de luz huyen los vientos.

Los rápidos relámpagos que vuelan

Hacia la tierra, fuegos transparentes

Más brillantes que el oro, tal vez deben

Su nacimiento a la substancia misma

De las nubes, que dentro de sí encierran

Precisamente una abundante copia

De moléculas ígneas; en efecto,

Cuando ningún humor tienen las nubes,

Por lo común es su color brillante         310

Así como la llama; porque debe

También la luz del sol precisamente

Comunicarlas infinitas partes

Para estar encendidas de este modo

Y hacerlas brotar fuego: cuando el viento

Amontonó estas partes en un sitio,

Y comprime la nube fuertemente

Por donde ellas están amontonadas,

Exprime de la nube estas semillas

De fuego, las esparce, y las obliga         320

A arder con los colores de la llama.

También relampaguea si las nubes

Están enrarecidas; cuando el aire

Agitando la nube dulcemente

Sus partes va ensanchando y disolviendo,

Es preciso que caigan por sí mismas

Las semillas de fuego causadoras

Del relámpago entonces sin estruendo,

Sin destrucción y sin cansar terrores.

Además, los efectos de los rayos         330

Dicen cuál sea su naturaleza:

Las señales que dejan en los cuerpos

Que consumieron, los vapores densos

Del azufre que exhalan nos demuestran

Que son de fuego, no de aire o de agua:

Abrasan además las fuertes torres,

Y con rápida llama hacen cenizas

Los edificios: la Naturaleza

Este fuego voraz formó de intento

De sus fuegos más vivos y sutiles:         340

Ninguna cosa puede resistirle;

Por medio de las casas pasa el rayo

Con tanta valentía y ligereza

Como el grito y la voz; él atraviesa

Las peñas y metáles; cobre y oro

Derrite en un momento, y de repente

Disipa el vino sin lesión del vaso,

Porque tal vez llegando a introducirse

Su calor fácilmente en las paredes

Del vaso, las afloja y enrarece         350

Y echa por todas partes los principios

Del vino adelgazándolos primero,

El mismo Sol hacerlo no podría

En todo un siglo; tanta es la ventaja

Del poderío activo de los rayos.

Ahora te explicaré sin digresiones

Cómo se forma el rayo, y cómo adquiere

Una fuerza capaz de hender las torres,

Derribar casas, arrancar las vigas,

Demoler las memorias de los hombres         360

Y dejar a los mismos hombres muertos,

Sin vida echar por tierra los ganados,

Y muchas destrucciones semejantes.

De las nubes espesas y apiñadas

Por las altas regiones nace el rayo:

Ninguno viene de sereno cielo,

Ni las nubes ligeras los despiden;

Como nos lo declara la experiencia

Cuando vemos cubrirse la atmósfera

De espesas nubes en aquel momento         370

En que la tempestad prepara el rayo:

Parece que han salido las tinieblas

Del Aquerón, a un tiempo, obscureciendo

La cavidad inmensa de los cielos;

Nos cubre horrible noche con su manto;

Pende el terror encima de nosotros.

También alguna vez la negra noche,

Como río de pez que descendiese

Del cielo por el mar, sobre sus ondas

Cae tan precipitada, y a lo lejos         380

Derrama las tinieblas; tras sí arrastra

La tempestad, preñada de huracanes,

De rayos y de fuegos y de vientos

Tan furibundos, que en la tierra tiemblan

Los hombres y se meten en sus casas.

Es creíble que tengan mucho cuerpo

Las nubes borrascosas que se forman

Sobre nuestras cabezas; pues la Tierra

En noche obscura no se sepultara

Si multitud de nubes por encima         390

Toda la luz del Sol no la robaran;

Las lluvias abundantes no podrían

Hinchar los ríos o inundar los campos,

Si no estuviera la región etérea

Llena toda de nubes elevadas.

Fuegos y vientos hay por todas partes,

De cualquier lado truena por lo mismo,

Y salen los relámpagos: ya he dicho

Que tienen mucha ignífera semilla

Todas las nubes en su centro hueco:         400

Que los rayos del Sol y sus ardores

Las aumentan también precisamente.

Cuando el viento amontona en su paraje

Todas aquellas nubes, saca de ellas

Infinitas moléculas de fuego,

Con las cuales él mismo se revuelve:

El remolino entonces prisionero

En la nube se agita, y allí aguza

El rayo en medio de esta fragua ardiente.

El viento, pues, se enciende de dos modos:         410

Por actividad propia, o por contacto

De fuego: y cuando ya de esta manera

Se encendió él a sí mismo, o recibiera

La impresión de la llama, presto el rayo

Rompe la nube; entonces de improviso

Luces resplandecientes va esparciendo

Por todas partes, y hórrido estallido

Se deja oír, como si caminaran

Sobre nosotros rotas de repente

Las bóvedas del cielo: todo el Globo         420

Retiembla entonces, y de polo a polo

Por todo el firmamento corre el trueno:

Porque a la vez se agitan y retumban

Todos juntos entonces los nublados,

Y de este general sacudimiento

Nace una lluvia tan copiosa y fuerte,

Que parece que quiere convertirse

En agua todo el cielo, y que de nuevo

Se va a anegar la Tierra con diluvio:

Tanto asusta el sonido de las nubes         430

Que se rompen a un tiempo, y de los vientos

Que braman agitados, y del rayo

Que reluce volando por los aires.

También un viento externo e impetuoso

Viene a caer sobre una nube espesa

Do está el rayo formado, la que abierta,

Deja caer de pronto el torbellino

De aquel fuego que rayo le llamamos:

Esto también sucede a otros nublados

Según las direcciones de los vientos.         440

Puede también acontecer a veces

Que, sin estar el viento aún encendido,

Sin embargo se inflame en largo trecho;

Que en su misma carrera se despoje

De aquellos elementos más groseros

Que no pueden pasar por la atmósfera,

Y que del aire mismo tome al paso

Las más finas moléculas, que le hagan

Inflamarse volando envuelto en ellas:

Como bala de plomo se escandece         450

En su carrera cuando va dejando

Los principios más fríos en el aire,

Y semillas de fuego en él recoge.

La inflamación, en fin, puede que nazca

Del mismo choque; cuando el viento frío

Sin fuego azota, entonces por ventura

Saca la violencia de su golpe

Moléculas de fuego de sí mismo

Y del cuerpo chocado, como cuando

Un pedernal herimos con el hierro         460

Salen las chispas, y aunque el hierro es frío,

Sabe la colisión sacar semillas

Refulgentes de llama; pues lo mismo

Debe encender el soplo de los vientos

Los cuerpos que sacude, si inflamable

Es la naturaleza de estos cuerpos:

Sin ser un temerario no se puede

Enteramente asegurar que el viento

Tan rápido bajando desde arriba

Sea del todo frío; y si en su curso         470

No se inflamó, debe llegar al menos

Entibiado y revuelto en algún fuego.

La rapidez del rayo y golpe fuerte

Y su caída violenta nacen

De su natural ímpetu: encerrado

En las nubes, y allí, cobrando fuerzas,

Con nuevo brío intenta salir de ellas;

Cuando el nublo no puede resistirse

A este aumento de ímpetu, se escapa

Con una prodigiosa ligereza         480

El fuego destructor, como las piedras

Lanzadas por las máquinas terribles.

Junta también a esto ser el rayo

De finos y sutiles elementos;

Y con esta figura no es tan fácil

Hacerle resistencia, pues se cuela

Y sé insinúa, por lo más estrecho:

No puede cuerpo alguno con su choque

Detener su raudísima carrera.

Además de que todo cuerpo grave         490

Por natural impulso tiende abajo;

Pero si la impulsión se junta al peso,

Su rapidez se dobla, y se acrecienta

Aquel ímpetu suyo de contado.

El rayo así con estas fuerzas dobles

Debe quitar del medio en un instante

Cualquier estorbo que se encuentre al paso,

Y proseguir su marcha sin pararse.

En fin, la longitud de su caída

Más y más acelera el movimiento,         500

Que siempre va creciendo; y aumentando

Su ímpetu, vigora los ataques,

Sus divergentes átomos juntando

Y dirigiendo todos sus esfuerzos

Hacia el punto común a donde corre.

También quizá viniendo hacia nosotros

Quita de paso el rayo al aire mismo

Corpúsculos que puedan darle fuerza

Y acelerar su golpe impetuoso.

Hay muchos cuerpos que penetra el rayo         510

Sin daño alguno de ellos, porque encuentra

Conductos que atraviesa velozmente:

Hay otros que destruye y descompone,

Por que viene a atacar directamente

Las moléculas que unen su tejido:

Él con facilidad derrite el cobre

Y hace que hierva el oro en un instante,

Porque de átomos lisos y sutiles

Se forma el rayo, los que fácilmente

Dentro de estos metales se introducen,         520

Y desatan sus nudos al momento

Y todas sus lazadas desaprietan.

En el Otoño y en la Primavera,

Cuando se abren las flores por los campos,

El palacio encumbrado de los cielos

De fulgentes estrellas se estremece

Por todas partes más a la continua:

Se estremece también toda la tierra,

Porque en Invierno faltan muchos fuegos,

Y los vientos se calman en Estío,         530

Y las nubes no tienen tanto cuerpo.

En estaciones medias, pues, concurren

Todas las varias causas de los rayos:

Vienen a ser los límites comunes

Do el frío y el calor se están tocando

Agentes necesarios de los rayos,

Que entrambos introducen la discordia

En la naturaleza, y con gran ruido

El fuego encienden de las tempestades

Y enfurecen el aire con los vientos:         540

Porque el fin del Invierno y el principio

De Estío son los que hacen el Verano:

Por lo cual deben el calor y el frío,

Principios entre sí tan encontrados,

Luchar y revolver todas las cosas:

El Otoño, que forma la salida

Del Estío y la entrada del Invierno,

Debe observar las riñas y pendencias

Del frío y del calor; guerras del año

Pueden llamarse entrambas estaciones:         550

No es extraño que se hagan muchos rayos

Entonces, y que el cielo se alborote

Con tempestades, porque la discordia

Está continuamente fomentada

Con llamas y con vientos y con nublos.

Así se indaga la naturaleza

Del ignífero rayo y sus efectos;

No consultando vanas predicciones

De los toscanos para hallar indicios

Del secreto consejo de los dioses: 560

O de dónde salió el alado fuego,

O hacia donde tiró precipitado,

De qué modo se entró por las paredes

Y cómo sale de ellas victorioso,

O qué daño presagia su caída.

¿Por qué, si Jove y las demás deidades

Estremecen las bóvedas celestes

Con sonido terrífico, y arrojan

Los rayos por do quiera que les place;

Por qué de parte a parte no dividen 570

El pecho del malvado que se entrega

A odioso crimen descaradamente,

Y las llamas del rayo vaheando

Dan a los hombres documento horrible?

¿Por qué más bien revuelven en sus llamas

Al inocente a quien maldad no arguye,

Y a quien súbitamente le circunda

El fuego celestial en remolino?

¿Por qué, además, emplean su trabajo

Contra las soledades vanamente? 580

¿Es por ejercitar mejor sus brazos,

O por asegurar mejor sus golpes?

¿Por qué sufren se emboten en la tierra

Los que despide el padre de los dioses?

¿Por qué de ellos él mismo se despoja,

Y para sus contrarios no los guarda?

En fin: ¿por qué no lanza Jove el rayo

Y nunca mueve tempestad de truenos

Cuando hay serenidad por todo el cielo?

¿Cuando acaban las nubes de formarse,         590

Monta entonces en ellas por ventura,

Por dirigir sus tiros más de cerca?

¿Por qué razón contra la mar asesta?

¿Por qué hiere las ondas, estas masas

Líquidas, estos cuerpos fluctuantes?

Si quiere nos guardemos de los rayos,

¿Por qué no deja verlos desde lejos,

Y si quiere cogernos descuidados

¿Por qué truena de modo que podamos

Evitarlos? ¿A qué son los retumbos,         600

Tinieblas y murmullos que preceden?

¿Puedes tú concebir que los dispare

Al mismo tiempo por distintas partes?

No puedes refutarlo, sin que niegues

Una experiencia tan frecuente y cierta.

Es preciso que pueda caer el rayo

Al mismo tiempo por distintos lados,

Como vemos que llueve y caen las lluvias.

¿El rayo asolador por qué derriba,

En fin, los templos santos de los dioses,         610

Estas habitaciones suntuosas,

Y rompe sus estatuas bien labradas,

Y roba a sus imágenes el culto

Con golpe violento? ¿Por qué ataca

De ordinario los sitios elevados,

Y vemos en las cumbres de los montes

Más bien que en otra parte sus vestigios?

Por lo que te he explicado de los rayos

Es fácil conocer de qué manera

Sobre la mar se arrojan desde arriba         620

Los tifones, que présteres clamaron

Los griegos atendiendo a sus efectos.

Por qué bajan a veces desde el cielo

Sobre la mar como en columna larga,

Y todo alrededor bullen las ondas

Agitadas con soplo impetuoso;

Y las naves entonces sorprendidas

Por el vertiginoso meteoro

Están expuestas al mayor peligro:

Y la causa es que el viento algunas veces         630

No teniendo potencia suficiente

Para romper la nube que ha embestido,

La baja poco a poco hacia las aguas

Como columna echada desde el cielo,

O más bien como masa disparada

De arriba abajo por robusto brazo,

La cual sobre las ondas se extendiese:

Cuando rasga la nube, el viento se entra

Con ímpetu en la mar, y en ella excita

Un hervor increíble; porque entonces,         640

Sin cesar agitándose la manga,

Baja a la par la nube, que se presta

A cualquier movimiento de la bomba:

Y así que la extendió sobre las aguas

El vértice de pronto se zabulle.

Hace toda la mar un hervidero,

Mueven sus olas espantoso ruido.

El mismo torbellino que en el aire

Juntó los elementos de la nube,

Se envuelve algunas veces dentro de ella,         650

Imitando las mangas por la tierra;

Y cuando al suelo se bajó la nube,

Rasgándose, vomita de su cuerpo

Un remolino, un huracán furioso.

Mas siendo estos fenómenos muy raros

A causa del obstáculo que oponen

En la tierra a los vientos las montañas,

Deben ser más frecuentes en los mares,

Que son tan extendidos y patentes.

Los nublados se forman cuando muchos         660

Angulosos corpúsculos, volando

Sin cesar en la atmósfera, se juntan

Entre sí de repente, y se condensan

A pesar de sus débiles uniones:

Sólo son al principio nubecillas;

Empero todas juntas apiñadas,

Y entre sí reunidas, van creciendo,

Y los vientos las llevan de manera

Que nace de ellas tempestad furiosa.

Y cuanto más vecinas a los cielos 670

Tienen también sus cumbres las montañas,

Tanto más una niebla amarillenta

Y una especie de humo siempre espeso

Las obscurece; porque cuando empiezan

A tomar consistencia los nublados,

Sin que puedan aún verlos los ojos,

Los vientos los conducen y aglomeran

Sobre la cima de elevado monte:

Cuando, por fin, después se reunieron

En mucho mayor número apiñados, 680

Condensados los vemos elevarse

Desde la húmeda cumbre por los aires:

Puesto que la razón y la experiencia

Dicen ser el teatro de los vientos

Aquellos sitios que hay más elevados.

Además quita la Naturaleza

También muchos corpúsculos de encima

De todo el mar, como nos lo declaran

Las ropas que tendemos en la playa

Poniéndose mojadas: luego es claro         690

Que contribuyen las emanaciones

De este salado fluido agitado

Al acrecentamiento de las nubes.

Vemos también que de los ríos todos

Y de la misma tierra se levantan

Unas nieblas y cálidos vapores

Cuyas exhalaciones se remontan

Por el aire, y los cielos obscurecen,

Y con sus reuniones insensibles

Forman espesas nubes; pues las olas         700

De la substancia etérea las empujan

Por la parte de arriba, y condensadas

Cubren casi las bóvedas azules..

Puede también que vengan de otros mundos

A reunirse en éste aquellos cuerpos

Que forma los nublados y tormentas:

Porque te he dicho que es innumerable

El número de átomos, y el todo

Ser también profundísimo: no ignoras

De cuánta ligereza están dotados         710

Los átomos, y cuán rápidamente

Suelen correr espacio inmensurable;

Por lo que no es extraño, que al momento

Cubran la tempestad y las tinieblas

Colgadas en el aire mar y tierra,

Y las montañas; pues los elementos

Encuentran siempre entradas y salidas

Por donde quiera en todos los conductos

Del éter, y por todas las lumbreras

Del mundo, por decirlo de este modo.         720

Ahora te explicaré cómo se aumentan

Las aguas de la lluvia en nubes gruesas,

Y cómo desde allí caen en la tierra.

Y es preciso ante todo persuadirte

Que se levantan con las mismas nubes

Infinitas moléculas de agua

De todo cuerpo, y a la par se aumenta

Con la misma substancia de la nube,

Del mismo modo que el sudor, la sangre,

Y cualquiera otro líquido del cuerpo         730

Crece a la par que todos nuestros miembros.

Los nublados a veces también cargan

De las aguas marinas, semejantes

A vellones de lana suspendidos

Cuando son conducidos por los vientos

Sobre la superficie de los mares;

También de todo río se levanta

El agua hacia las nubes; pero cuando

Estas semillas de agua, acrecentadas

De todas partes con emanaciones         740

Tan grandes y diversas, se juntaron

Y las condensa el soplo de los vientos,

Entonces determina su caída

Doblada fuerza; la presión de vientos

Y la copia de nubes apiñadas,

Las cuales gravitando unas sobre otras

Hacen caer las lluvias dilatadas.

Cuando además los vientos enrarecen

Los nublados, o cuando son disueltos

Por el calor del Sol, que hiere encima,         750

Humor pluvioso entonces van soltando,

Y corren gota a gota como cera

Que se va derritiendo puesta al fuego.

Es copiosa la lluvia si las nubes

Experimentan esta doble fuerza,

La presión de su peso y de los vientos;

Y suele durar mucho, y encerradas

Suele tener las gentes en su casa,

Cuando están muy espesos los nublados,

Y cuando unos sobre otros se amontonan,         760

Y se derraman hacia todas partes,

Cuando toda la tierra restituye,

El mismo humor con sus exhalaciones.

Cuando entre obscura tempestad embiste

Con sus rayos el Sol lluviosa nube

Que en frente de sí tiene, se descubren

En medio de las nubes tenebrosas

Los colores del Iris variados.

De otros meteoros que se forman

Y crecen combinados en las nubes,         770

Como la nieve, vientos y granizo,

Las escarchas y el hielo que endurece

Las aguas, y refrena la corriente

De los ríos, es fácil que comprendas

Sus efectos y causas si entendieres

Las propiedades de los elementos.

Pon atención en conocer la causa

Ahora de los temblores de la tierra;

Y debes persuadirte, sobre todo,

Que el globo interiormente como fuera         780

Está lleno de vientos, de cavernas,

De lagos, precipicios y peñascos,

De rocas y de ríos escondidos,

Cuya corriente impetuosa arrastra

Las peñas sumergidas en su madre:

La razón, pues, exige que la tierra

Se asemeje a sí misma en todas partes.

Supuestas de antemano estas nociones,

Tiembla la tierra por su superficie

Con motivo de haberse desplomado         790

En su interior grandísimas cavernas,

Que viene a demoler por fin el tiempo;

Como que enteros montes se arruinan,

Cuyo sacudimiento pronto y fuerte

Extiende los temblores a lo lejos:

Cuando un carro que no es de mucho peso

Hace temblar todos los edificios

Que están al paso, no retiemblan menos

Todos los sitios del contorno cuando

Arrastran los corceles arrogantes         800

Las llantas de las ruedas bien herradas.

También puede caer al cabo de años

Una masa disforme de la tierra

En un lago vastísimo, y el orbe

Vacilar tal vez puede con motivo

Del movimiento que excitó en las aguas,

Así como en el suelo no está inmóvil

El vaso lleno de una agua agitada

Hasta ponerse toda en equilibrio.

Cuando, además, el viento recogido         810

Entre las cavidades interiores

De la tierra se arrojó violento

Sobre una parte, y con sus fuerzas todas

Hace presión en las cavernas

Inclínase la tierra hacia la parte

Donde el viento dirige sus esfuerzos,

Y las casas entonces que hay encima

Inclínanse también cuanto más altas,

Cuanto más se avecinan a los cielos,

Y perdiendo el nivel salen las vigas,         820

Y amenaza venirse todo al suelo.

Y temen presumirse si ha prescrito

Naturaleza un paso a la ruina

Y destrucción total del mundo entero,

Cuando ven su gran mole pronta a hundirse.

Si los vientos aliento no tomasen

Nada capaz sería de enfrenarlos,

Ni detener su furia destructora;

Mas como se sosiegan alternando,

Y vuelven al ataque nuevamente,         830

Y se ven rechazados con ventaja,

Amenaza la tierra desplomarse;

Ella se inclina y otra vez se alza;

Y pierde el equilibrio, y con su peso

Otra vez le recobra: por lo mismo

Toda cosa vacila más o menos

Según su elevación, pues las más bajas

Casi no sienten el temblor de tierra.

También pueden causar estos temblores

Un viento impetuoso, un grande soplo         840

De fuerza introducido de repente,

O nacido del seno de la tierra,

Que después que se entró en las cavidades

Del globo, con tumulto anticipado

Entre inmensas cavernas va bramando

Y se revuelve mucho y no se escapa

Por fuera de la tierra hasta que la abre

Y con su gran violencia la divide,

Y forma en ella abismos anchurosos;

De esta manera fue Sidón tragada,         850

Obra de tirios, y en Peloponeso

También Egina. ¡Ay, cuántas ciudades

Esta erupción furiosa de los vientos

Y el temblor de la tierra han destruido!

¡A cuántas los horribles terremotos

Han hundido debajo de la tierra,

Y con sus ciudadanos juntamente,

Cuántas otras los mares sepultaron!

Pues si el viento no llega a romper fuera,

Su soplo impetuoso se divide         860

Por todos los conductos de la tierra

Y en sus entrañas férvidas excita

Un temblor general, del mismo modo

Que cuando se introduce por los miembros

Interiormente el frío, y los sacude,

Nos hace tiritar a pesar nuestro:

Con un doble terror vagan las gentes

Por la ciudad entonces asustadas,

Pues sobre su cabeza ven la muerte,

Debajo de los pies también la temen:         870

Temen que caiga derrumbado el techo,

Temen disuelva la Naturaleza

Las bóvedas del globo de repente,

De par en par abriendo estos abismos

Anchurosos, queriendo trastornada

Con sus mismas ruinas rellenarlos.

Por lo cual, aunque vivan persuadidos

De ser incorruptibles cielo y tierra,

Y destinados a existencia eterna,

La vista de un peligro tan urgente         880

Introduce pavor y desconfianza

En sus almas a veces, y les hace

Temer no huya la tierra en un instante

Con dirección al báratro profundo,

Y que el gran todo caiga detrás de ella,

Y que no reste más de todo el mundo

Que un cúmulo confuso de ruinas.

Ahora debo explicar precisamente

Cómo la mar no sabe qué es aumento.

Admíranse de que la mar no aumenta         890

Su volumen jamás con tantas aguas

Como corren a ella y tantos ríos

Como por todas partes desembocan:

Junta las tempestades y las lluvias

Que sobre mar y tierra caen a un tiempo

Además de sus propios manantiales;

¿Dejarán, sin embargo, de admirarse

Si consideran que estas aguas juntas,

Con el mar extendido comparadas,

Viene a ser apenas una gota?         900

Roba el calor del sol una gran parte,

Pues vemos secan sus ardientes rayos

En un instante la mojada ropa:

Será su acción más fuerte y más activa

Sobre la faz inmensa de los mares

Aunque el sol tome una porción muy corta

De cada sitio de por sí, no obstante,

Debe robar en extensión tan grande

Cúmulo inmenso de marinas aguas.

Cuando con furia el mar barren los vientos,         910

Se llevan tras de sí gran parte de agua;

Porque es frecuente a veces en la noche

Ver que se ponen secos los caminos

Y endurecido el lodo con su soplo.

Además, te enseñé que los nublados

Atraen a sí las aguas de los mares,

Y por la haz de la tierra las esparcen

Cuando llueve sobre ella, y cuando llevan

Los vientos por la atmósfera las nubes.

Por fin, supuesto que es la tierra un cuerpo         920

Poroso, que la mar contigua ciñe

Por todas partes, recibir no puede

El mar en sí las aguas de la tierra

Sin que reciba aquésta al mismo tiempo

Las saladas del mar, que ciertamente

Se filtran por el seno de la tierra,

Y se recogen y se juntan todas

Donde tienen los ríos nacimiento,

Y fluyen dulcemente por la tierra,

Por donde, una vez rota, facilita         930

Que con líquido pie corran las aguas.

Explicaré al presente por qué causa

Vomita a veces Etna por sus bocas

Las llamas en espeso torbellino:

La tempestad de fuego, dominando

Con estrago en los campos sicilianos,

No hizo mirar a los vecinos pueblos;

No volviendo la vista a los torrentes

De chispas y de humo, que cubrían

La atmósfera: a la vez, les daba pena,         940

De pávido cuidado hinchiendo el pecho,

Esperando los nuevos infortunios

Que la Naturaleza preparaba.

Si de tales fenómenos deseas

Tener conocimiento, es necesario

Que des una ojeada vasta y grande

Sobre Naturaleza, y que sus partes

A la vez consideres todas juntas,

Acordándote siempre que el gran todo,

Es infinito, y que supone poco         950

El cielo comparado al universo;

Y que es el hombre imperceptible cosa

Si se compara con el orbe entero.

Si tú penetras bien este principio,

Si te convence una verdad tan clara,

Ya no te admirarás de muchas cosas.

¿Se admira acaso alguno de nosotros

Si le abrasa a cualquiera ardiente fiebre,

U otra cualquier enfermedad aguda

Se extiende por sus miembros doloridos?         960

Porque se hinchan los pies en un instante,

El más vivo dolor coge los dientes,

Y ataca alguna vez los mismos ojos:

De San Antón el fuego va creciendo,

Y extendiéndose abrasa todo el cuerpo,

Sin admirarse, porque se conocen

De muchos cuerpos las emanaciones:

Y las exhalaciones de la tierra

Y el aire infecto son muy suficientes

Para dar ser y rápidos progresos         970

A las enfermedades más terribles.

Así se ha de creer que este gran todo,

Como infinito, suministra al cielo

Y a la tierra los átomos capaces

De estremecer el globo de repente,

De recorrer en raudo torbellino

El mar y tierra, y de lanzar por Etna

Copiosos fuegos, de inflamar el cielo:

El mismo cielo si puede inflamarse

Tan fácilmente como caen las lluvias         980

A mares en la tierra cuando llegan

A juntarse en la atmósfera las aguas.

Pero me dirás tú que estos incendios

Son muy considerables: lo confieso;

Así como parece grande un río

A quien no vio jamás otro más grande:

Y así un árbol, un hombre y todo cuerpo

De la especie que quieras son disformes

Para aquél que no ha visto otros mayores:

Cuando nada suponen estos cuerpos,         990

Aunque juntes el cielo, mar y tierra,

Si con el Universo se comparan.

Pero expliquemos ora de qué modo

La llama enfurecida en un instante

De las vastas hornazas de Etna sale.

Lo primero, está hueco todo el monte

Por su parte interior; sobre cavernas

De pedernales casi está fundado:

Así que, las cavernas todas tienen

Vientos y aire, no siendo otra cosa         1000

El viento más que el aire conmovido:

Y cuando este elemento furibundo

Llegó a inflamarse, y ha comunicado

Su ardor a los peñascos y a la tierra,

En torno de la cual sin cesar gira

Y saca de ellos con veloces llamas

Fuego devorador, él se levanta

Y se arroja derecho por las bocas

De la montaña, y a lo lejos echa

La llama y la ceniza, y sale envuelto         1010

Entre humo espeso y negro, y juntamente

Lanza piedras de peso extraordinario:

Sin que te quede duda ser efectos

Del ímpetu furioso de los vientos.

En gran parte la mar, además, baña

Las faldas de este monte, y las azota

Con sus olas, y luego se retira:

Por debajo de tierra las cavernas

Desde la misma mar se comunican

Con las altas gargantas de este monte:         1020

No podemos dudar que entran los vientos

Por estas bocas, y que se dirigen

Soplando interiormente hacia la cumbre:

Y por esto se ven volar las llamas,

Y van a dar muy lejos los peñascos

Y las nubes de arena se derraman:

Hay en la cima unos embudos anchos

Por do escapan los vientos, que los griegos

Cráteres llaman, a los que nosotros

Llamamos las gargantas o las bocas. l030

Para algunos fenómenos no basta

Dar una explicación; antes precisas

Son otras muchas, para hallar alguna

Entre ellas verdadera; por lo tanto,

Si ves tú desde lejos el cadáver

De algún hombre tendido sobre el suelo,

Es preciso decir todas las causas

De la mortalidad para que sepas

La causa de la muerte de aquel hombre;

Porque no puedes decidir si ha muerto         1040

De muerte dada a hierro o por el frío,

O por enfermedad o con veneno:

En general sabemos que él ha muerto

Por una de las causas que he nombrado;

Mas sólo los testigos oculares

Pueden decir la causa verdadera:

Así también estamos indecisos

Sobre muchos fenómenos que vemos.

Crece el Nilo y rebosa por los campos

En el estío, siendo el solo río         1050

Que hay en todo el Egipto, y va regando

Las campiñas en medio de calores;

O bien porque reinando en el estío

Etesios vientos, soplan aquilones

Contra el embocadero y la corriente,

Y su curso retardan y recrecen

Las aguas, y se llena todo el río,

Y le hacen que se pare; ciertamente

El soplo de estos vientos se dirige

Contra el curso del río, porque vienen         1060

Etesios vientos de constelaciones

Frías del polo boreal, y el Nilo

Tiene su nacimiento en las regiones

Del Mediodía, en los ardientes climas

Que el sol visita en medio de su curso,

Entre los hombres negros y tostados.

Grandes bancos de arena tal vez forman

Al agua un dique en el embocadero

Cuando el mar agitado con los vientos

Hacia adentro la arena va metiendo,         1070

Por lo que es menos libre su desagüe,

Y la madre está menos inclinada,

Y se refrena el ímpetu del río.

Por fortuna quizá en su nacimiento

Las lluvias son también más abundantes

En aquella estación en que las nubes

Juntas al Mediodía son llevadas

Por los vientos etesios a aquel lado,

Las cuales se amontonan apiñadas

Sobre la cumbre de elevados montes         1080

Y la presión del peso las esparce.

Tal vez puede venir esta creciente

De los montes alzados de la Etiopía,

Cuando el sol, abrasando con sus rayos

A la naturaleza, hace que bajen

Las nieves derretidas a los campos.

Al presente diré qué cosa sean

Aquellos sitios y funestos lagos

Que se llaman avernos; este nombre

Al principio les dieron con motivo         1090

Del efecto que causan, porque matan

En general las aves; cuando vienen

Volando por encima de estos sitios

Directamente, de volar se olvidan

Y, perdiendo sus alas los resortes,

Torciendo la cabeza caen sin fuerzas

Precipitadas en la tierra, o agua,

Quizá conforme a la naturaleza

De aquel averno que las da la muerte.

Cual es el que hay en Cumas y en Vesubio:         1100

Fuentes cálidas son las que vaporan

Un humo espeso; y otro semejante

Hay también en los muros atenienses,

En el remate de la ciudadela,

Cerca del templo de tritonia Palas:

Do las roncas cornejas jamás llegan

Aunque las brinde el humo de las aras.

Huyen tan azoradas las cornejas,

No los vivos enojos de Minerva,

Que con su vigilancia provocaron,         1110

Según lo cantan los poetas griegos;

Antes bien los vapores de este sitio,

Muy suficientes para hacer se vuelvan,

También cuentan que en Siria hay otro averno

Do los mismos cuadrúpedos no pueden

Sus pasos dirigir sin que al momento

Los haga el vaho caer muertos en tierra,

Así como si fueran conducidos

A inmolarlos a dioses del Infierno.

Efectos naturales, pues, son todos,         1120

Y se puede atinar bien con sus causas

Sin presumir que sean estos sitios

Mucho más bien las puertas infernales

Por do los dioses del obscuro imperio

Atraen quizá las almas de los muertos

Sobre la orilla de Aquerón; conforme

A la opinión común de que la simple

Aspiración de los ligeros ciervos

Saca de sus guaridas las serpientes.

Recuerda la doctrina que he inculcado,         1130

A saber, que la tierra en sí contiene

Un número muy grande de elementos

Configurados de distinto modo:

Que hacen vivir al hombre muchos de ellos;

Que otros engendran las enfermedades

Y aceleran su muerte: también dije

Más o menos análogos ser todos

A conservar diversos animales

Según sus diferentes contexturas

Y su naturaleza muy diversa         1140

Y elementales configuraciones:

Entran muchos hiriendo los oídos;

Despidiendo otros un olor ingrato,

Con gran molestia hieren el olfato;

Otros evita el tacto, otros la vista,

Y son otros al gusto desabridos:

La experiencia te enseña cuantos cuerpos

Producen en el hombre sensaciones

Ingratas y molestas y penosas.

Hay árboles que tienen una sombra         1150

Cargada de moléculas dañosas,

La cual causa dolores de cabeza

Muy fuertes a cualquiera que se tiende

Debajo a descansar sobre la hierba.

Del Helicón en la elevada cumbre

Hay un árbol también que mata al hombre

Con el olor infecto de sus flores:

Y nacen todas estas producciones

De la tierra, porque ella en sí contiene

Gran copia de semillas combinadas         1160

De modos infinitos y diversos,

Con cuyas secreciones alimenta

Cada individuo de por sí la tierra.

Y recién apagada la luz echa

Un olor de su pábilo, que afecta

Desagradablemente nuestro olfato,

Adormece los hombres y los tumba

Como si padecieran la epilepsia:

Y se cae la mujer adormecida

Con el olor subido del castóreo;         1170

Y la obra delicada se desliza

De entre sus tiernas manos si lo huele

Al tiempo de pagar menstruo tributo:

Además también hay otras substancias

Que aflojan el sistema de los miembros

Y el alma recogida bambolean:

En fin, si te estuvieres mucho tiempo

En un baño caliente, o te sumerges

En el mismo saliendo de la mesa,

¡Cuánto no hay que temer el que te caigas         1180

En medio de las aguas sin sentido!

Y el activo vapor de los carbones

¡Qué pronto se introduce en el cerebro

Si no bebemos agua de antemano!

Golpe de muerte da el olor del vino

A aquel hombre que tiene consumidos

Todos sus miembros en la ardiente fiebre.

¿No ves también cómo en la misma tierra

Nace el azufre y el betún que exhalan

Un olor penetrante? Por fin, cuando         1190

Con el hierro en la mano van los hombres

Rasgando las entrañas de la tierra

Para buscar las venas de oro y plata,

¿Qué vapores no salen de la mina?

¿Qué olores tan mortales no se exhalan

De este rico metal que yace en ella?

¿No ves la cara y tez descolorida

De los míseros que andan condenados

Por la ley a trabajos tan penosos?

¿Cuán en breve perecen no has oído         1200

Y cuán corto es el plazo de su vida?

Así, es preciso que la tierra exhale

Todos estos vapores esparcidos.

Por fuera en las llanuras de los aires.

Así deben también avernos sitios

Echar de sí mortíferos vapores

A las aves; los cuales se levantan

Desde la misma tierra por los aires,

Y parte de la atmósfera envenenan,

Y cuando llega allí volando el ave,         1210

La ponzoña invisible la entorpece

Allí su movimiento, y cae derecha

Donde el vapor dirige su caída;

Do, ya precipitada, el mismo tufo,

Entonces más activo lanza fuera

De sus miembros los restos de la vida;

Porque el primer ataque solo excita

En el ave unas ciertas convulsiones;

Pero ya que una vez están caídas

Las aves en las fuentes ponzoñosas,         1220

Allí el último aliento de la vida

Exhalan de ponzoña circundadas.

Puede también que estas exhalaciones

Enrarezcan la masa de aire puesta

Entre la tierra y aves, de manera

Que esté casi vacío aquel espacio:

Cuando vienen volando por encima

De estos sitios las aves, al momento

En medio del vacío inútilmente

Mueven las alas, ni su esfuerzo ayuda         1230

Alguna reacción, porque, no hallando

Mas apoyo en el aire, y no pudiendo

Sostenerse en sus alas, las obliga

Con su peso a caer naturaleza;

Y ya tumbadas dentro del vacío,

Por los poros del cuerpo echan el alma.

Está más fría el agua de los pozos

En el estío porque enrareciendo

El calor a la tierra, prontamente

Disipa por los aires las semillas         1240

De fuego que tal vez en sí contiene.

Cuando más caldeada esté la tierra,

Tanto más fría debe estar el agua

Escondida en su seno; y al contrario,

Cuando aprieta, condensa y une el frío

Toda su superficie, debe entonces

Por esta, comprensión hacer que se entre

En lo hondo de los pozos todo el fuego

Que haya diseminado por la tierra.

Junto al templo de Ammón hay una fuente         1250

Que está helada entre día, según dicen,

Y caliente de noche: mucho admiran

Los hombres esta fuente, y se persuaden

Que oculto el sol debajo de la tierra,

La calienta al instante que la noche

Cubre la tierra con terrible sombra:

Pero esta explicación es muy contraria

A la filosofía verdadera:

Porque si el sol, que tanta fuerza tiene

Sobre nuestras cabezas levantado,         1260

Por contacto inmediato no ha podido

Siquiera calentar la superficie,

¿Cómo debajo de los pies podría

Por medio de una masa tan espesa

Como la tierra hacer hervir el agua

Y en ella introducir su ardiente fuego,

Cuando el ardor apenas de sus rayos

Penetra las paredes de las casas?

¿Del fenómeno, pues, cuál es la causa?

Es que la tierra está más esponjosa         1270

Y que en ígneas semillas más abunda

Junto a la fuente que por más afuera:

Cuando en sus sombras húmedas la noche

El orbe sepultó, la tierra al punto

Que cerca el manantial se va enfriando,

Y encógese como si la apretaran

Con la mano, de modo que en la fuente

Exprime las partículas de fuego

De que ella esta impregnada, y comunica

Al agua aquel calor que experimentan         1280

El tacto y paladar: cuando los rayos

De sol nacientes de seguida abrieron

Los poros de la tierra, y su tejido

Enrareció la mezcla de sus fuegos,

Se vuelven a su asiento primitivo

Las partículas ígneas, y se cuela

Todo el calor del agua por la tierra:

Fría está así la fuente por el día.

Por otra parte, herida el agua entonces

Por los rayos del sol, y enrarecida         1290

Con sus trémulos fuegos, es preciso

Exhale los corpúsculos de fuego

Que ella contiene, así como despide.

Las moléculas, frías otras veces,

Y deshace los hielos que la ataban

Y como prisionera, la tenían.

También hay una fuente de agua fría

Sobre la cual, echando alguna estopa

Se enciende y echa llamas de repente,

Y una tea se prende de este modo,         1300

Y va luciendo en medio de las aguas

Por do su luz nadante el aire impele:

Sin duda porque el agua de esta fuente

Contiene en sí muchísimas semillas

De fuego, y es preciso que reciba

De aquella tierra que es como su lecho

Un montón de partículas de fuego,

Que subiendo a lo alto se derraman

Por toda el agua, y por defuera a un tiempo.

Se exhalan, y se esparcen por los aires;         1310

Pero no son tan vivas las semillas

Que puedan calentar la misma fuente.

Una impulsión secreta determina

Todas estas moléculas dispersas

A salir pronto fuera y congregarse

Por encima del agua: de este modo,

El agua dulce de la fuente Aradia

Corre y aparta las saladas ondas

De alrededor: y en otras muchas playas

Ofrece el mar recursos semejantes,         1320

Gratos a los sedientos marineros,

Manando el agua dulce entre saladas.

Pues por un mecanismo semejante

Las partículas ígneas salir pueden

Entre las ondas, y lanzarse fuera

Para encender la estopa: luego que ellas

Allí están reunidas, y se pegan

A la substancia de la tea, al punto

Se prenden fácilmente, porque tienen

Gran número de partes inflamables         1330

Las estopas y teas por su parte.

¿No ves cómo la lámpara que acaba

De morir, si la arrimas a otra que arde,

Antes de ser tocada arde de nuevo?

Pues lo mismo sucede con la tea:

Ahora no trato yo de muchos cuerpos

Que se inflaman de lejos con la misma

Impresión del calor, antes que llegue

A tocarlos de cerca el mismo fuego:

Luego de aquella fuente los efectos         1340

Pueden ser explicados, de este modo.

Empezaré tratando yo al presente

Por qué ley natural al hierro puede

Atraer esta piedra que los griegos

Magnética llamaron en su lengua;

Por qué tienen el nombre de Magnesios

Los pueblos y el país donde se encuentra.

Admíranse los hombres de esta piedra,

Porque viene a formar una cadena

De pendientes anillos unos de otros;         1350

A veces se ven cinco y más anillos

Que van en línea recta descendiendo,

Y los agitan los suaves aires,

Y uno debajo de otro asido cuelga;

Y ellos se comunican mutuamente

La virtud atractiva de la piedra:

Tanto su actividad llega a extenderse.

Antes que estos fenómenos explique

Tengo yo que sentar muchos principios

Pata decir la causa verdadera:         1360

Sólo podemos arribar a ella

Por medio de grandísimos rodeos:

Presta, pues, atención a mis palabras.

Debes tener presente desde luego

Que todos cuantos cuerpos vemos lanzan

Perpetuamente unos derramamientos,

Unas emanaciones que nos hieren

Los ojos, y producen en nosotros

La sensación de ver; y los olores

No son más que continuas emisiones         1370

De ciertos cuerpos: como emana el río

De fluidos, y emanan los calores

Del sol, y de la mar la sal que roe

Los edificios que hay en las riberas:

Cuando nos paseamos en la playa

De continuo nos zumban los oídos,

Y un salino vapor entra en la boca

Hiriendo el paladar jamás miramos

Preparar el ajenjo sin que al punto

El amargor sintamos: luego envían         1380

Todos los cuerpos siempre emanaciones

De toda especie, las que se dirigen

A todas partes sin reposo alguno

Y sin cesar jamás, pues de continuo

Tenemos sensaciones, y podemos

Ver, y oler y oír a cada instante.

Te volveré a traer a la memoria

Lo porosos que son todos los cuerpos;

Un principio que ya te he demostrado

En el Canto primero del poema,         1390

Que nos da a conocer muchas verdades;

Mas sobre todo explica de tal suerte

El fenómeno extraño que pretendo,

Declararte ahora mismo, que no puedo

Prescindir de probarte nuevamente

Que de todos los cuerpos conocidos

No existe uno siquiera que no tenga

Su tejido mezclado con vacío.

Las bóvedas chorrean en las grutas

Un humor que destilan gota a gota:         1400

Mana el sudor por todo nuestro cuerpo:

Crece la barba y pelos en los miembros:

Repartido el sustento por las venas,

Sostiene y acrecienta los extremos

De nuestro cuerpo, y aun las mismas uñas:

También sentimos que el calor y frío

Penetran por el cobre, y por la plata

Y por el oro su impresión sentimos

Cuando tenemos una copa llena:

Por último, atraviesan los sonidos         1410

El espesor de la pared, y se entran

Por ellas el olor, calor y frío;

Traspasan aun de hierro la coraza

Que ciñe todo el cuerpo del guerrero:

Vienen de fuera las enfermedades

Casi por lo común; y los contagios

Que nacen de la tierra, o en el aire,

Así como se forman se disipan,

En un instante porque no hay un Cuerpo

Que no encierre vacío en su tejido.         1420

Añádase que las emanaciones

De los cuerpos no tienen todas ellas

Unas mismas sensibles cualidades

Ni igual analogía con los cuerpos

Sobre los cuales obran: ante todo,

El sol cuece la tierra y la deseca,

Mientras derrite el hielo y con sus rayos

Hace que corran de los altos montes

Nieves amontonadas, y liquida

Con su mismo calor, en fin, la cera:         1430

También disuelve el fuego cobre y oro,

Mientras contrae y encoge carne y cueros:

A la verdad, el hierro caldeado

Adquiere un nuevo grado de dureza

Cuando le echan en agua; y al contrario,

Endureciendo el fuego carne y cuero,

El agua los ablanda; el acebuche,

Cuyo amargor es insufrible al hombre,

Es para las cabrillas más sabroso

Que el néctar y ambrosía. Por fin, huye         1440

La mejorana el cerdo de ordinario,

Y teme toda clase de perfumes,

Porque son el veneno más activo

Para el cerdoso puerco los que a veces

Parece que nos vuelven a la vida:

Por el contrario, empero, siendo el cieno

La misma suciedad para nosotros,

Parece a los marranos lo más limpio,

Do se revuelcan todos sin hartura.

Aún me falta sentar otro principio         1450

Antes que empiece a hablar de lo que he expuesto,

Y es que, teniendo muchos intersticios

Todos los cuerpos, no deben aquéllos

Ser entre sí del todo semejantes;

Antes debe tener cada uno de ellos

Naturaleza y usos peculiares:

Porque los animales ciertamente

Tienen varios sentidos, y cada uno

Tiene su objeto propio: los sonidos

Por sus propios conductos se insinúan;         1460

Los sabores y olores van por otros

Que tienen ciertamente analogía

Con su naturaleza y su tejido:

Además, hay también emanaciones

Que penetran las piedras, y otras pasan

Por la madera, y otras por el oro,

Y algunas por la plata y por el vidrio,

Porque los simulacros se introducen

Por los poros del vidrio, y se insinúa

El calor en los poros, de oro y plata:         1470

Y hay corpúsculos que entran más ligeros,

Y otros más tardos, por el mismo cuerpo.

Arriba dije que estas diferencias

Son una consecuencia necesaria

De la infinita variedad que ha puesto

Y ha establecido la Naturaleza

Entre los intersticios de los cuerpos.

Con tanta solidez establecidas

Todas estas verdades proemiales,

Es fácil explicar lo que buscamos,         1480

De suyo descubriéndose la causa

De la atracción del hierro: desde luego

Es preciso que emanen de continuo

De la misma substancia de la piedra

Infinitos corpúsculos, o sea,

Un activo vapor que con sus golpes

Dé raridad a aquel aire que media

Entre el imán y el hierro: cuando encuentran

Este espacio intermedio ya vacío

Se dirigen a él en el momento         1490

Los principios del hierro muy unidos,

Por lo que todo el cuerpo del anillo

Sigue la misma dirección: no hay cuerpo

Que tenga los principios más trabados

Que los del hierro, este metal tan firme

Que casi es al calor inaccesible.

No es maravilla, como dije antes,

Que la tendencia de sus elementos

En número copioso hacia el vacío

Arrastren tras de sí todo el anillo:         1500

Así es en realidad, y siempre avanza

Hasta que toca con la misma piedra

Y se une con compases invisibles:

Obra el imán en todas direcciones

El vacío se forma en todas partes,

Bien hacia arriba, bien lateralmente;

Los anillos vecinos al momento

Se inclinan al espacio enrarecido,

Conducidos de choques exteriores,

Pues su misma tendencia no podría         1510

De esta manera unirlos en el aire:

Otra causa hay también que favorece

A aquesta dirección, y que acelera

El movimiento: y es que, apenas

El aire se enrarece, y el vacío

Por la parte de encima del anillo

Llega a formarse, en el momento el aire

Inferior, sacudiendo en el anillo,

Le impele por detrás en cierto modo,

Porque todos los cuerpos son batidos         1520

Sin cesar por el aire que los cerca:

Pero en esta ocasión hacen los golpes

Avanzar el anillo, porque arriba

Hay un vacío para recibirle:

Cuando el aire que digo se ha esparcido

En los poros del hierro y se ha insinuado

Hasta sus más sutiles elementos,

Los impele y los hace que adelanten

Como el viento las velas y la nave.

Deben, en fin, tener todos los cuerpos         1530

El aire en su tejido, porque todos

Son porosos, y el aire de continuo

Los rodea y los toca; pues metido

Este fluido sutil dentro del hierro,

Se agita con continuo movimiento,

Y por esto sacude en el anillo

Y por dentro sin duda le menea,

Y ya con él se inclina hacia el vacío

Al cual todas sus fuerzas encamina

También sucede alguna vez que el hierro         1540

Se aparta del imán: algunas veces

Le huye y le sigue alternativamente:

Hierro de Samotracia y limaduras

He visto yo saltar y revolverse

En un vaso de cobre si acercaban

Esta piedra de imán por el asiento;

El hierro parecía que impaciente

Huía de la piedra: hace que nazca,

Tanta discordia el interpuesto cobre,

Porque sin duda, las emanaciones         1550

Del cobre entonces se apoderan antes

Y poseen del hierro los conductos:

Las del imán, que vienen en seguida,

Todos los pasos hallan ocupados,

Y no pudiendo entrarse como antes

Con precisión se arrojan sobre el hierro,

Y chocan con sus olas el tejido

De este metal: la piedra así repele,

Y agita por el cobre el mismo cuerpo,

que sin este obstáculo se uniera.         1560

No debes extrañar que no produzcan

El mismo efecto las emanaciones

De piedra imán sobre los otros cuerpos;

La pesadez de algunos, como el oro,

Los tiene inmobles; y otros, como el leño,

Tienen poros muy anchos, por los cuales

Pasan emanaciones sin tocarlos

Y sin causar agitación en ellos:

Entre estas dos especies tiene el medio

El tejido del hierro, al cual impelen         1570

De esta manera las emanaciones

De piedra imán cuando impregnado se halla

De unas ciertas partículas de cobre.

Sin embargo, el fenómeno que explico

No es tan extraño en la naturaleza

Que no pueda citar otras uniones

Tan íntimas como éstas: ves trabarse

Por medio sólo de la cal las piedras,

Y la cola de toro une las tablas

Tan fuertemente, que antes faltarían         1580

Las vetas y las partes esenciales

De la madera que esta unión faltase:

Gusta el vino mezclarse con el agua;

La pez no puede hacerlo con su peso,

Ni con su levedad puede el aceite:

Se identifica tanto con la lana

La púrpura, que no puede quitarse

De modo alguno su color, aun cuando

Se intente renovarle a fuerza de agua,

Aun cuando todo el mar quiera lavarle         1590

Y con todas sus aguas desteñirle:

El oro se incorpora con la plata

Con la ayuda del fuego, últimamente,

Y une el estaño cobres diferentes:

¿Y cuántas otras mezclas encontrara

Tan íntimas como ésta si quisiera?

¿Pues, cómo no? porque no necesitas

De tantas menudencias, y no es justo

Que emplee en esto yo un trabajo inútil:

Réstanos abrazar en un principio         1600

Muchos hechos a un tiempo: si dos cuerpos

Se encuentran con tejidos tan opuestos

Que a los huecos del uno correspondan

Eminencias del otro, su juntura

Es muy perfecta: así pueden juntarse

Con especies de anillos y de anzuelos,

Como sucede en el imán y el hierro.

Ahora voy a explicarte yo la causa

De las enfermedades contagiosas;

De estas plagas terribles, que derraman         1610

Sobre hombres y ganados de repente

La mortandad. Primero enseñé arriba

Que en la atmósfera había una gran copia

De corpúsculos, que unos dan la vida,

Enfermedad y muerte engendran otros:

Cuando da ser Acaso a los postreros

El aire se corrompe y se inficiona:

La enfermedad activa y pestilente

O de clima extranjero es transmitida

Por la vía del airé, como nubes         1620

Y tempestades, o del mismo seno

De la tierra se engendra, cuando han sido

Corrompidos sus húmedos terrones

Con el calor y lluvias desregladas.

¿No observas tú que la mudanza de aire

Y la del agua la salud atacan»

Del hombre que está lejos de su patria?

Porque allí encuentra un aire diferente

Del que ha solido respirar en casa.

¿Por ventura, no encuentras diferencia         1630

Entre la inglesa atmósfera y Egipto,

Por do el eje del mundo se ladea?

¿Y no difieren entre sí los climas

Del Ponto, y el que llega desde Cádiz

Hasta los pueblos negros y tostados?

Como estas cuatro plagas se hallen puestas

A cuatro vientos, como estén situadas

Bajo de cuatro climas diferentes,

En situación tan sólo no difieren,

Sino también en el color y forma         1640

De sus habitadores, y parece

Que están sujetos a distintos morbos.

Es una enfermedad la elefancía

Que nace hacia las márgenes del Nilo,

No en otra parte, en medio del Egipto:

En Ática, las piernas adolecen,

Y los ojos enferman en Acaya,

Y otras tierras atacan otros miembros;

Del aire nacen estas diferencias:

Porque si el aire de extranjero clima         1650

De peligrosa cualidad dotado

Se muda y va viniendo hacia nosotros,

Se arrastra lentamente como nube

Altera y muda todas las regiones

De la atmósfera por donde camina:

Cuando llegó a la nuestra últimamente

La corrompe, y así se la asimila

Y nos la hace contraria: se derrama

Este nuevo contagio y pestilencia

Al punto por las aguas, y se pega         1660

A las mieses y humanos alimentos

Y a la comida pastos de ganados;

O se queda colgado algunas veces

Su contagio en el aire, y no podemos

Respirar este fluido mezclado

Sin sorber su infección al mismo tiempo.

Coge la pestilencia de ordinario

Lo mismo al buey que a la balante oveja:

¿Pué importa que nosotros nos vayamos

A otro clima mal sano y enfermizo         1670

A una atmósfera nueva; que nos traiga

Naturaleza un aire pestilente

Y extranjeros corpúsculos que puedan

Con su pronta irrupción darnos la muerte?

Unas enfermedades de esta especie,

Causadas por mortíferos vapores,

En los pasados tiempos devastaron

Los campos de los términos Cecropios,

E hicieron los caminos soledades,

Dejaron la ciudad sin pobladores;         1680

Porque naciendo en lo interior de Egipto,

Después de atravesar vastos espacios

De aire y de mar, por último se echaron

Y sobre el pueblo de Pandión cayeron:

Todos los habitantes a millares

Se rendían al morbo y a la muerte:

La enfermedad cogía la cabeza

Con fuego devoraz, y se ponían

Los ojos colorados y encendidos;

Estaba la garganta interiormente         1690

Bañada de un sudor de negra sangre,

Y el canal de la voz se iba cerrando

En fuerza de las úlceras; la lengua,

Intérprete del alma, ensangrentada,

Débil con el dolor, pesada, inmóvil,

Áspera al tacto: cuando descendía

Después aquel humor dañoso al pecho

Desde las fauces, y se recogía

Alrededor del corazón enfermo,

Entonces los apoyos de la vida         1700

A un tiempo vacilaban, y la boca

De adentro un olor fétido exhalaba

Como el de los cadáveres podridos;

Y las fuerzas del alma se perdían,

Y con su languidez tocaba el cuerpo

En los mismos umbrales de la muerte.

Se juntaba a estos males insufribles

Una congoja de inquietud perpetua

Y una queja revuelta con gemidos,

Y sollozar perenne noche y día,         1710

Que sin cesar los nervios irritando,

Envarando los miembros, desatando

Las articulaciones, consumían

A los que sucumbían ya cansados

A la fatiga. Las extremidades

De sus cuerpos no obstante parecían

Estar no muy ardientes, ofreciendo

Tibia impresión al tacto: al mismo tiempo

Estaba colorado todo el cuerpo,

Con úlceras así como inflamadas,         1720

Como si hubiera sido derramado

Fuego de San Antón sobre sus miembros.

Un ardor interior los devoraba

Hasta los mismos huesos, y la llama

En su estómago ardía como hornaza:

La más ligera ropa los ahogaba;

Al aire y frío expuesto de continuo,

Unos a helados ríos se tiraban

A causa de aquel fuego en que se ardían,

En las aguas más frías zabullendo;         1730

Desnudo el cuerpo se arrojaban otros

En hondos pozos; con la boca abierta,

Ansiosos de beber, a ellos venían,

Y su insaciable sed no distinguía

Las aguas abundantes de una gota

Cuando sus cuerpos áridos metían:

Ningún descanso el mal les otorgaba;

Tendido estaba el cuerpo fatigado;

La medicina al lado barbotaba

Con temor silencioso: revolvían         1740

Noches enteras sus ardientes ojos

A un lado y otro sin probar el sueño.

Y muchos otros síntomas mortales

Se notaban también además de éstos:

Alma agitada de temor y pena

Sobrecejo furioso y hosco rostro,

Los oídos inquietos con zumbidos,

Viva respiración, o fuerte y lenta,

Cuello bañado de un sudor brillante,

Poca saliva como azafranada         1750

Y cargada de sal de sus gargantas

Con fuerte tos apenas arrojada.

Se aticiaban los nervios de las manos,

Los miembros tiritaban, y subía

El frío de la muerte poco a poco

Desde los pies al tronco: últimamente,

Al acercarse el tiempo postrimero

Tenían las narices encogidas

Y su punta afilada, ojos hundidos,

Huecas las sienes, la piel fría y ruda,         1760

Los labios abultados, resaltaba

Tirante frente; a poco fallecían:

El sol octavo o nono los veía

Las más veces lanzar su último aliento.

Mas si alguno escapaba de la muerte,

Como a las veces sucedía, en fuerza

De secreciones de úlceras malignas

Y de negros despeños, sin embargo,

La misma podre y muerte le aguardaban,

Aunque más tarde: sangre corrompida         1770

De su nariz corría en abundancia,

Con dolores muy fuertes de cabeza;

Todas las fuerzas, toda la substancia

Del hombre así llegaban a perderse.

Si no salía el mal por las narices,

Y si no ocasionaba esta hemorragia,

Atacaba los nervios, se extendía

El morbo por los miembros, y cogía

Hasta las mismas partes genitales:

Y unos, temiendo la cercana muerte,         1780

Vivían por el hierro mutilados

De su virilidad; privados otros

De manos y de pies, quedaban vivos;

Y perdían, en fin, otros la vista:

Tan poderoso miedo de la muerte

Cogió a estos infelices, y hubo algunos

Que perdieron del todo la memoria

Y aun a sí mismos no se conocían.

Aunque en tierra yacían insepultos

Montones de cadáveres, las aves         1790

Y voraces cuadrúpedos huían

Su hedor intolerable, y no tardaban,

Si los probaban, en perder la vida:

Las aves, sin embargo, no salían

Impunemente por aquellos días,

Ni dejaban las fieras alimañas

Las selvas por la noche; casi todas

Sucumbían al morbo y fenecían:

Principalmente los leales perros

En medio de las calles extendidos         1800

Enfermos daban el postrer aliento,

Que arrancaba el contagio de sus miembros.

Precipitadamente arrebataban

Sin pompa los cadáveres: no había

Allí un seguro y general remedio:

La pócima que había prolongado

La vida a unos, a otros daba muerte.

Pero allí lo más triste y deplorable

Era que algunos de estos infelices

Que se veían presa del contagio         1810

Se despechaban como criminales

Condenados a muerte, se abatían,

Veían siempre a par de sí la muerte,

Y en medio de terrores perecían.

Multiplicaba empero las exequias

Principalmente el ávido contagio,

Que no cesaba ni un instante solo

De irse comunicando de uno en otro;

Porque aquéllos que huían las visitas

De dolientes amigos por codicia         1820

De la vida o por miedo de la muerte,

Víctimas insensibles perecían

Dentro de poco tiempo, abandonados,

Necesitados y menesterosos,

Como lanar ganado y como bueyes:

Mas los que no temían presentarse

Al contagio y fatiga se rendían,

Viendo que el pundonor y tiernas quejas

De amigos moribundos precisaban

Entonces a llenar estos deberes.         1830

Porque el más virtuoso ciudadano

Acababa la vida con tal muerte:

Y después de enterrar la muchedumbre

De sus prendas más caras, se volvían,

Fatigados de llantos y gemidos,

A encamarse, muriendo de tristeza:

Por fin, en estos tiempos de desastre

Muertos o moribundos, o infelices

Que los lloraban, sólo se veían.

Además, ya pastores y vaqueros         1840

Y el fuerte conductor del corvo arado

Enfermaban también, y los buscaba

La contagión dentro de sus cabañas,

Y allí los daban muerte inevitable

La pobreza y el morbo: se velan

A veces los cadáveres tendidos

De los padres encima de los hijos,

Y los hijuelos el postrer aliento

Sobre padres y madres exhalaban.

El contagio en gran parte provenía         1850

De la gente del campo, que a millares

A la ciudad enfermos acudían:

Todos los sitios públicos y casas

Estaban llenos; por lo mismo entonces

Con más facilidad amontonaba

Apiñados cadáveres la muerte.

Muchos de sed morían en las calles;

Y después de haber otros arrastrado

Hacia las fuentes públicas sus cuerpos,

Sin vida allí quedaban extendidos,         1860

Ahogados al sentir la gran dulzura

Que les causaba el agua que bebían:

Y las calles estaban ocupadas

De unos lánguidos cuerpos medio muertos

Hediondos y sucios y andrajosos,

Cuyos miembros podridos se caían:

La piel sola tenían sobre el hueso,

En la que ya las úlceras y podre

Habían producido el mismo efecto

Que hace la sepultura en el cadáver.         1870

La muerte, en fin, llenó de cuerpos muertos

Todos los templos santos de los dioses,

Y estaban de cadáveres sembrados

Todos los edificios de deidades;

Los hicieron posadas de finados

Los sacristanes: importaba poco

La religión ya entonces y los dioses,

Porque el dolor presente era excesivo.

Y se olvidó este pueblo en sus entierros

De aquellas ceremonias tan antiguas         1880

Que en sacros funerales se observaban:

Andaba todo él sobresaltado,

Y en este general abatimiento

Cada cual enterraba a quien podía:

Y la necesidad y la indigencia

Horrorosas violencias inspiraron;

Porque algunos gritando colocaban

A sus parientes en la pira ajena,

Y poniéndola fuego por debajo,

Con mucha sangre a veces pendenciaban         1890

Antes que los cadáveres soltasen.         1891

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