Libro V ¿Quién con robusto pecho cantar puede,

1

Según la majestad de los objetos

Estos descubrimientos asombrosos;

O quién tan elocuentes labios tiene

Que pueda celebrar las alabanzas

Según merece aquel sublime genio

Que nos dejó los frutos de su mente?

Nadie que mortal cuerpo haya tenido;

Porque, si como exige la grandeza

De los descubrimientos de las cosas         10

Es preciso que hablemos de las mismas,

Un dios fue aquél, un dios, ínclito Memmio,

Que primero inventó aquel plan de vida

Que hoy de sabiduría tiene nombre,

Haciendo que por medio de este arte

Sucediese la calma a las tormentas,

Y a las tinieblas una luz hermosa.

Los inventos antiguos de otros dioses

Compara tú con éstos: porque dicen

Haber a los mortales enseñado         20

Ceres el modo de coger los frutos

Y el zumo de la vid el padre Baco;

Pudiéndose vivir sin estos dones,

Como cuentan que viven al presente

Muchas naciones: pero sin virtudes,

Vivir no se podría felizmente:

Tenemos, pues, justísimos motivos

De ser un dios para nosotros éste

Cuyos dulces consuelos extendidos

Por todas las naciones de la tierra         30

Los ánimos halagan en sus cuitas.

Estás muy engañado si presumes

Que los trabajos de Hércules le exceden;

¿Pues , qué daño al presente nos harían

Aquella boca del león nemeo

Anchurosa, y las cerdas erizadas

Del jabalí de Arcadia? ¿qué podrían

De Creta el toro, y la lernea plaga

De la hidra atrincherada de serpientes

Ponzoñosas? o ¿qué de los tres cuerpos         40

Del enorme Gerión se nos daría?

¿Y acaso los caballos de Diomedes,

Cuyas narices fuego resollaban

Allá cerca del Ísmaro en la Tracia

Y en las Bistonias costas nos dañaran?

¿Qué las aves de Arcadia con sus garras,

Del Estínfalo horribles moradoras?

¿Qué daño, en fin, hiciera el guardián fiero

Del jardín y fulgentes pomas de oro

De Hespérides, aquel dragón furioso         50

Que vibraba amenazas de sus ojos,

Y cuyo enorme cuerpo el rico tronco

Con roscas y más roscas abrazaba

Del océano Atlántico las playas

Y cerca de aquel mar inaccesible

Sobre el cual nunca osaron exponerse

Ni romanos ni bárbaros? ¿qué hicieran,

Aunque se viesen monstruos semejantes

Y el mundo no estuviera limpio de ellos?

No causarían daño, según pienso;         60

Ahora hierve la tierra todavía

En alimañas, y el espanto reina

Por los bosques, y selvas y montañas;

Podemos evitarlas sin embargo.

Pero si no tenemos limpio el pecho,

¡Qué combates tan recios sostendremos!

Y a pesar nuestro, entonces, ¡cuántos riesgos

Tenemos que vencer! ¡de qué inquietudes,

De qué cuidados y de qué temores

No es desgarrado el corazón del hombre         70

Que se entrega sin freno a sus pasiones!

¡Cuántos estragos hacen en su alma

Orgullo, obscenidad y petulancia!

¡Cuántos el lujo y la desidia torpe!

Así el que a todos estos enemigos

Hubiera sujetado, y de su pecho

Los hubiese lanzado con las armas

De la razón tan sólo, ¿no debemos

Colocar este hombre entre los dioses?

¿Qué diremos si en términos divinos         80

Su lengua desató este mismo sabio

Para hablar de los dioses inmortales

Y para descubrir a nuestros ojos

De la naturaleza los misterios?

Entrando yo en la senda que me he abierto,

Proseguiré enseñándote las leyes

Que hacen que todo ser tenga su límite

Según su formación, y que no pueda

Pasar jamás los límites prescritos

A su duración propia: pues habiendo         90

Probado nace el alma con nosotros,

Que no puede durar eternamente,

Que no son más que vanos simulacros

Las fantasmas, imágenes de muertos,

Que creemos en sueños ver nosotros:

Y el orden mismo de mi objeto ahora

Me conduce a tratar del nacimiento

Del mundo y de su término postrero;

Y también a explicarte de qué modo

Los átomos unidos han formado 100

La tierra, el cielo, el mar, el Sol, los astros,

Y el globo de la Luna: qué animales

Ha parido la tierra, y cuáles nunca

Pudieron existir: y por qué encanto,

Variando los hombres las palabras

Entre sí, establecieron el comercio

De las ideas; cómo se introdujo

Aquel miedo a los dioses en los pechos

Que en todos los países de la tierra

Conserva templos, lagos, bosques, aras,         110

Y las santas estatuas de los dioses.

Explicaré las leyes que ha prescrito

Del Sol al curso la Naturaleza

Y a las revoluciones de la Luna;

Para que no creamos falsamente

Que por un espontáneo movimiento

Eternamente ruedan estos astros

Tan obsequiosos entre cielo y tierra,

Para acrecentamiento de los frutos

Y de los animales: o que sea         120

A los dioses debido en cierto modo

El período de sus revoluciones:

Porque los que estuvieren persuadidos

Del descuido en que viven las deidades,

Si no obstante se admiran de las causas,

Aun de las naturales apariencias

Que se observan encima de nosotros

En la región etérea, nuevamente

Caen en su inveterado fanatismo

Y nos ponen tiranos inflexibles,         130

A quienes para colmo de miseria

Conceder un poder ilimitado,

Por no saber qué cosa existir puede,

Cuál no puede, y los límites precisos

Que ha señalado la Naturaleza,

En fin, a la energía de los cuerpos.

Yo no ignoro cuán nueva e increíble

Es la opinión de que la tierra y cielo

Se acabarán, y cuán difícil sea

Para mí convencer a los mortales         140

De una verdad que hasta ahora no ha llegado,

A sus oídos; que por otra parte

No pueden a la vista sujetarla

Ni al tacto, los dos únicos caminos

Que a la evidencia guían hasta el templo

Del espíritu humano: sin embargo,

Yo romperé el silencio: la experiencia

Vendrá quizá en apoyo de mi aserto;

Verás quizá dentro de poco tiempo,

Agitado de horribles terremotos,         150

Todo el orbe en ruinas convertido.

Aleje de nosotros el destino

Desastre semejante; el raciocinio

Convénzanos más bien que la experiencia

De que es posible se hunda todo el Globo

Con un fragor horrísono deshecho.

Antes de que yo empiece a revelarte

Los decretos del hado más sagrados

Y mucho más seguros que no aquéllos

Que pronuncia la Pitia coronada         160

De laurel en la trípode de Apolo,

Quiero infundirte aliento con verdades

Consoladoras, por si acaso piensas,

De la superstición aherrojado,

Que la Tierra y el Sol, el mar, el cielo,

Los astros y la Luna son substancias

Eternas y divinas; presumiendo

Que son impíos como los gigantes,

Dignos de los suplicios más atroces

Por su horrible atentado, los que quieran         170

Desbaratar las bóvedas del Mundo

Y apagar la clarísima lumbrera

Del Sol con vanas argumentaciones,

Tratando lo inmortal con mortal labio.

Pero están estos cuerpos tan distantes

De la divinidad, y nos parecen

Tan indignos de estar entre los dioses,

Que, al contrario, más bien nos dan ideas

De una materia bruta inanimada:

No se debe creer que el sentimiento         180

E inteligencia sean propiedades

De cualquier cuerpo indiferentemente.

Así como en el aire estar no puede

El árbol, ni en el mar salado nubes,

Ni peces en los campos, ni en los leños

La sangre, ni los jugos en las piedras,

Porque ha prescrito la naturaleza

A cada ser el sitio donde nazca,

Y do se desarrolle; así no puede

Nacer el alma aislada sin un cuerpo,         190

Sin nervios y sin sangre: si posible

Y fácil fuera, mucho más podría

Formarse en la cabeza o en los hombros,

O en los talones o en cualquiera parte

Del cuerpo; porque al fin ella estaría

En el mismo hombre y vaso de continuo.

Mas como estamos ciertos que en el cuerpo

Tienen ánimo y alma en sitio fijo

Donde nacen y crecen apartados;

Por lo mismo diremos que no puede         200

El alma subsistir sino en un cuerpo,

Y sin forma animal en los terrones

Pesados de la tierra, o en el fuego

Del Sol, o en el agua o en los aires:

Luego no están dotadas estas masas

De alma divina, puesto que no pueden

Gozar el movimiento de la vida.

Tampoco puedes presumir que tengan

Los dioses sus moradas sacrosantas

En una de las partes de este mundo:         210

Porque ellos son substancias tan sutiles,

Que el sentido no puede percibirlas,

Ni el espíritu apenas comprenderlas:

Si escapan al contacto de las manos,

No deben tocar ellos ningún cuerpo

Que podamos tocar; porque no puede

Tocar el que de suyo es intangible:

Luego muy diferentes de las nuestras

Deben ser sus moradas, tan sutiles

Como sus cuerpos: lo que extensamente         220

Te probaré en la serie de mi escrito.

Decir, a la verdad, que en favor nuestro

Han querido los dioses disponernos

El orden bello de naturaleza;

Que debemos loar por esto mismo

Esta obra admirable de los dioses;

Por inmortal y eterna reputarla;

Que es un crimen minar con lengua osada

De este edificio eterno los cimientos,

Que levantó para la especie humana         230

El saber de los dioses inmortales:

Estas fábulas y otras semejantes

Indicio, ¡oh Memmio!, son de gran locura.

¿Qué utilidad nuestro agradecimiento

Podría acarrear a aquellos seres

Inmortales por sí y afortunados,

Para empeñarlos en obsequio nuestro

A emprender esta obra y concluirla?

¿O qué nuevo interés pudo inducirlos

Pacíficos después de tantos siglos         240

A codiciar nuevo tenor de vida?

Aquél sólo apetece las mudanzas

Que de suerte infeliz es perseguido:

Pero aquél que jamás probó infortunio

Gozando de tranquila y dulce vida,

¿Qué nuevo estado pudo enamorarle?

¿En las tinieblas y en angustia estaba

Su vida acaso hundida hasta el momento

En que nueva brilló naturaleza?

Y de no haber nacido, ¿qué desgracia         250

Nos podía venir? Cualquier nacido

Tan sólo debe apetecer la vida

Mientras blando placer le tenga en ella:

Pero aquél que jamás contado fuera

Entre los que gustaron su dulzura,

¿En no haber existido, qué perdiera?

¿De dónde, pues, sacaron las deidades

Para la creación del Universo

El ejemplar y la primera idea

De los hombres, de modo que pudiesen         260

Concebir claramente su proyecto

Y ejecutarle? o ¿cómo conocieron

Las cualidades de los elementos,

Y lo que pueden sus combinaciones

Diferentes, a no ser que la misma

Naturaleza lo haya declarado?

Porque al cabo de siglos infinitos

Los muchos elementos de materia

Por choques exteriores sacudidos,

Y de su mismo peso arrebatados         270

Y llevados con raudo movimiento,

De diversas maneras se juntaron,

Probaron todas las combinaciones

De que pudiesen resultar los seres;

Por lo que no es extraño que hayan dado

Con la disposición y movimientos

Que forman este mundo y le renuevan.

Suponiendo que yo mismo ignorara

De los principios la naturaleza,

A asegurar, no obstante, me atreviera,         280

Cielo y naturaleza contemplando,

Que no puede ser hecha por los dioses

Máquina tan viciosa e imperfecta.

Cuanto coge la bóveda celeste

Del globo que habitamos, en gran parte

Las montañas y selvas y las fieras

Como si fuera propio lo dominan;

El mar que nos lo estrecha con sus brazos

Las rocas y lagunas lo poseen;

Un ardor insufrible, un hielo eterno         290

Casi dos partes roba a los mortales:

Y llenara de abrojos lo restante

Naturaleza a si misma entregada,

Si la industria del hombre no acudiera,

Hecho a gemir por alargar la vida

Bajo penoso afán, y a abrir la tierra

Con la pesada reja; si volviendo

Con ella los terrones, y domando

El suelo ingrato no le precisamos.

Los gérmenes no pueden por sí mismos         300

Salir y levantarse al aire puro:

Y a veces estos frutos son costosos

Cuando ya tienen hoja y ya florecen,

O los abrasa el sol con sus ardores,

O con ellos acaban los turbiones,

O frecuentes heladas los destruyen.

¿Por qué causa sustenta y multiplica

En mar y tierra la Naturaleza

Esa horrífera casta de las fieras

Que a la raza humanal es tan dañosa?         310

¿Por qué las estaciones traen los morbos?

¿Por qué vaga la muerte prematura?

Y el niño, semejante al marinero

Que a la playa lanzó borrasca fiera,

Tendido está en la tierra, sin abrigo,

Sin habla, en la indigencia y desprovisto

De todos los socorros de la vida,

Desde el momento en que naturaleza

A la luz le arrancó con grande esfuerzo

Del vientre de la madre, y llena el sitio         320

De lúgubre vagido como debe

Quien tiene que pasar tan grandes cuitas.

Crecen las fieras y ganados varios,

Y ni el chupar ruidoso necesitan,

Ni con alma nodriza se les pone

Para acallarlos con lenguaje tierno;

Ni acomodan al tiempo sus vestidos

Ni de armas ni de muros elevados

Necesitan, en fin, con que defiendan

Sus bienes y riquezas; pues la tierra         330

Y la naturaleza largamente

Abastecen de todo a cada uno.

Primeramente, si la tierra y agua

Y los soplos ligeros de los aires

Y los vapores cálidos del fuego

A nacimiento y muerte están sujetos,

Debe correr la misma suerte el mundo,

Que de estos elementos se compone;

Porque siendo nativas y mortales

Las partes, debe e1 todo ser lo mismo:         340

Por lo que cuando veo renacidas

Las partes y los miembros agotados

Del mundo, me persuado que han tenido

Algún primer instante Cielo y Tierra,

Y me persuado su final ruina.

No te presumas, Memmio, que yo avanzo

Una proposición aventurada

Al decir que es mortal la tierra y fuego

Y que perecerán el aire y agua;

Que los mismos renacen y se aumentan.         350

Abrasada una parte de la tierra

Por los continuos soles, y hecha polvo

Con el pisar, se agrupa en torbellinos

Que los vientos robustos desparraman

Como ligeras nubes por los aires.

Parte de los terrones se resuelve

En agua con las lluvias y los ríos

Continuamente roen las orillas:

Cualquiera cuerpo, en fin, que aumenta otro

Con su propia substancia, se consume;         360

Y puesto que la Tierra es común madre

Y general sepulcro de los cuerpos,

Se gasta se repara de continuo.

Que el mar, ríos y fuentes siempre abundan

Y arrojan sin cesar copiosas aguas,

Lo declara la inmensa copia de ellas,

Que a enriquecerlos va por todas partes:

Mas las continuas y hórridas tormentas

Impiden llegue a ser muy abundante:

Barriéndola los vientos con su soplo         370

Y etéreo Sol chupándola con rayos

Reducen su volumen: otra parte

Se sume por las tierras y se filtra.

Se limpia de sus sales, se recoge

Toda en el nacimiento de los ríos,

Fluye sobre la tierra dulcemente

Por donde, una vez rota, facilita

Que con líquido pie corran las aguas.

Del aire voy a hablar, que cada instante

Prueba vicisitudes infinitas,         380

Pues todo cuanto fluye de los cuerpos

En este vasto océano se pierde;

El cual, si no les diera partes nuevas

Y sus pérdidas siempre reparara,

Ya se hubiera disuelto todo cuerpo

Y convertido en aire: luego siempre

Es producido el aire por los cuerpos

Y los cuerpos en aire se resuelven,

Pues es ley de la vida que los seres

Fluyan en general continuamente.         390

Y la perenne fuente de luz pura

El Sol etéreo, baña de continuo

El cielo con un brillo renaciente,

Y alimenta la luz con otra nueva;

Pues sus rayos se pierden al ponerse.

Lo puedes observar cuando las nubes

Hacia el Sol empezaron a arrimarse,

Y los rayos de luz casi ya cortan;

Toda su inferior parte en el momento.

Desaparece, obscúrase la tierra         400

Por todo cuanto abrazan los nublados,

Para que veas necesitan siempre

De nueva luz los cuerpos, y que muere

Cada rayo en su mismo nacimiento;

Y sería imposible de otro modo

Percibir los objetos sin que diera

El manantial de luz rayos perpetuos.

La misma luz artificial de casa

Y las coloradas lámparas y teas,

Que despiden de sí unos torbellinos         410

De llama y humo, corren de este modo

Con auxilio de fuegos tembladores

A dar una luz nueva de continuo,

Sus emisiones nunca se interrumpen:

Con tanta rapidez todos los fuegos

Reemplazan a la llama que se apaga

Con otra luz de súbito formada.

Así en vez de tener el Sol, la Luna

Y estrellas como cuerpos inviolables,

Debes creer que sólo nos alumbran         420

Siempre por emisiones sucesivas,

Que sin cesar se pierden y renuevan.

Por último; ¿no ves triunfar el tiempo

Aun de las piedras, y venirse al suelo

Altas torres, y a polvo reducirse

Los peñascos, hundirse y arruinarse

A pesar de los dioses, sus estatuas;

Que la deidad no puede hacer traspasen

Los límites prescriptos por el hado,

Ni ella misma luchar contra las leyes         430

Que la Naturaleza ha establecido?

¿No vemos los humanos monumentos

Caer desmoronados ciertamente

Como si fueran por vejez minados?

¿No ves rodar desde los altos montes

Peñascos desprendidos, incapaces

De resistir a las gigantes fuerzas

De un tiempo limitado? De repente

No se desprenderían ni cayeran,

Si al cabo de un gran número de siglos         440

Hubieran resistido los asaltos

Del tiempo, sin jamás rendirse a ellos.

Esa bóveda inmensa, en fin, contempla

Que dentro de sí abraza todo el orbe;

El cielo mismo, que al decir de algunos

Crea todos los seres, y disueltos

Los vuelve a recibir, tuvo principio,

Y cuerpo mortal tiene, aunque es inmenso;

Porque el ser que otros seres alimenta

Con su substancia, debe consumirse,         450

Cuando acción creadora los repara.

Si la Tierra y el Cielo no tuvieron

Jamás principio y fueron siempre eternos,

¿Cómo es que no cantaron los poetas

Los sucesos también que precedieron

A la guerra tebana y fin de Troya?

¿Dó fueron a parar tantas hazañas

De varones ilustres, excluidas

De los eternos fastos de la fama?

Nuevo es empero el mundo según pienso,         460

En la infancia está aún, y muy reciente

Tiene la fecha: pues se perfeccionan

También algunas artes al presente,

Y ahora se inventan otras; se adelanta

En la navegación bastante ahora;

Inventaron los músicos ha poco

Las Voces y sonidos melodiosos:

Esta naturaleza de las cosas

Y esta filosofía ahora han nacido

Y ahora soy yo mismo el que primero         470

Puedo de ellas hablar en nuestra lengua.

Pues si acaso presumes tuvo el Mundo

Todas estas ventajas en lo antiguo,

Mas que generalmente perecieron

Con voraz llama las generaciones,

O que se destruyeron las ciudades,

Aun debes afirmar más convencido

La ruina también de Cielo y Tierra:

Porque atacado de tan grandes males

Y expuesto el universo a tantos riesgos         480

Se hubiera destruido y arruinado

Si hubieran atacado más de recio;

Una prueba clarísima tenemos

De que somos mortales, enfermando

Con las mismas dolencias que enfermaron

Aquéllos que salieron de la vida.

Subsiste, pues, un cuerpo eternamente,

O porque siendo sólido resiste

Al choque y no permite le penetre

Otro que pueda disociar sus partes,         490

Como hacen los principios de materia,

Cuya naturaleza expliqué antes;

O porque es inaccesible al choque

Como el vacío, el impalpable espacio

A que acción destructora nunca llega;

O porque no le cerca algún espacio

Que pueda recibir en sí los restos

Después de disolverse; como el todo,

Fuera del cual no escaparán sus partes,

Ni hay cuerpos que las choquen y dividan.         500

Aunque sólido el Mundo, como dije,

No es inmortal, porque se da vacío

En la Naturaleza: ni tampoco

Lo es como el vacío, porque hay cuerpos

Innumerables en el vasto espacio

Cuyos ataques súbitos conmueven

Nuestro Mundo y le ponen en peligro

De perecer. Espacios hay inmensos

También en donde pueden dispersarse

Todas las partes de sus elementos,         510

O de otro cualquier modo aniquilarse.

No se cierran las puertas de la muerte

Al Cielo, Sol, y Tierra, y hondos mares;

Antes para tragarlos les presenta

Una boca disforme y anchurosa:

Por lo que a confesar te ves forzado

Haber tenido todos estos cuerpos

Principio, porque siendo destructibles,

Después de haber corrido tantos siglos,

De ningún modo hubieran resistido         520

De tiempo inmenso el poderoso esfuerzo.

La lucha, en fin, que reina entre los miembros

Vastísimos del Mundo, guerra impía

Que siempre los agita, ¿no declara

Que pueden acabarse y concluirse

Estos largos combates algún día?

Cuando hubieren el Sol y todo el fuego

Las aguas totalmente consumido,

Y hubieren conseguido una victoria

A que todas sus fuerzas se dirigen         530

Sin un feliz suceso todavía,

Pues abastecen tanto al mar los ríos,

Y amenazan los mares anegarnos

Desde el profundo abismo inútilmente:

Porque siendo barridos por los vientos,

Y del Sol absorbidos por los rayos,

Se van disminuyendo y los secaran

Primero que su fin lograse el agua.

De grandes intereses animados,

Estos dos elementos se hacen guerra         540

Con fuerza igual; aunque, según es fama,

Habiendo una vez sola dominado

El fuego ya en la tierra, y habiendo otra

Reinado el agua sobre el continente,

Triunfó no obstante el fuego, y una parte

Del mundo consumió con voraz llama

Cuando fue arrebatado Faetonte

Del Sol por los caballos desbocados,

Y por el aire y climas le arrastraron;

Pero entonces el Padre Omnipotente         550

Colérico y furioso lanzó a tierra

Un pronto rayo desde el mismo carro

A Faetón magnánimo, y su padre

Volvió a tomar después de su caída

La sempiterna lámpara del mundo;

Y ordenó nuevamente los corceles

Por el terror atónitos, dispersos,

Y su antigua carrera prosiguiendo,

Calmó de nuevo la naturaleza:

Los poetas antiguos de la Grecia         560

Así cantaron; la razón lo impugna,

Puesto que puede superar el fuego,

Si moléculas ígneas abundantes

Caen desde el Universo en nuestro Globo;

O algún poder contrario sobrepuja

La acción del fuego o a la vez perecen

Los seres vorazmente consumidos.

Cuentan también que en otro tiempo el agua

Victoriosa quedó, cuando anegadas

Dejó muchas ciudades; pero cuando                 570

Desvaneció contraria fuerza al agua

De todo el Universo congregada,

Se pararon las lluvias y los ríos

Refrenaron el ímpetu furioso.

Pero de qué manera haya fundado

El casual concurso de principios

Cielo y Tierra y abismos de los mares,

La carrera del Sol y de la Luna,

Lo dirá por su orden este canto:

No por efecto de su inteligencia         580

Ni por su reflexión se colocaron

En el orden que vemos los principios;

Ni entre sí, a la verdad, han concertado

Sus movimientos; sino que infinitos

Los principios, movidos de mil modos,

Sujetos a impulsiones exteriores

Después de tanto número de siglos,

Y conducidos a su mismo peso,

Cuando de todos modos se juntaron,

Y cuando todas las combinaciones         590

Posibles, entre sí experimentaron,

Después de mucho tiempo y muchas juntas

Y movimientos, se coordinaron

Por último, y se hicieron grandes masas,

Que llegaron a ser en cierto modo

El bosquejo primero de la Tierra,

Del mar, del Cielo y seres animados.

No se veía entonces remontado

Por los aires el carro luminoso

Del Sol, ni las estrellas del gran mundo,         600

Ni el mar, ni el Cielo, ni por fin la Tierra,

Ni el aire ni otra cosa semejante

A las que nos rodean; sí un conjunto

De confusos principios borrascoso;

Después algunas partes empezaron

De esta masa disforme a separarse,

Los homogéneos átomos se juntan,

Desenvolviose el mundo y se formaron

Sus vastos miembros, y sus grandes partes

De toda especie de átomos se hicieron:         610

La discordia que había en los principios

Turbaba y confundía grandemente

Los intervalos, direcciones, lazos,

Las pesadeces, fuerzas impulsivas,

Combinaciones, y los movimientos

A causa de sus formas diferentes,

Y por la variedad de sus figuras

No podrían así quedar unidos;

El Cielo separose de la Tierra,

Y se atrajo la mar todas las aguas         620

Y los fuegos del éter también fueron

A brillar separados con luz pura.

Porque los elementos de la Tierra

Más graves y embrollados se juntaban

Y en el centro ocupaban las regiones

Más inferiores; cuanto más estrecho

Su enlace fue, tanto mejor sacaron

Con superabundancia la materia

Que formase los mares, las estrellas,

El Sol y Luna y el recinto vasto         630

Del mundo; porque siendo los principios

De todos estos cuerpos más sutiles,

Esféricos y lisos que los otros

De la Tierra, rompiendo por lo mismo

El éter del primero por sus poros

Se subió a lo más alto, y muchos fuegos

Robó consigo en su ligera marcha:

No de otro modo así por la mañana

Cuando la luz dorada del Sol tiñe

Sus rayos en las hierbas esmaltadas,         640

Los lagos y los ríos perennales

Exhalan una niebla, y a las veces

Parece que la misma tierra exhala

Una especie de humor; emanaciones

Sutiles que, después de levantadas

Y en la atmósfera unidas, se dilatan

Debajo de las bóvedas del Cielo

En opaco tejido; y así el éter

Fluido y leve entonces condensado

Formó un vasto recinto, y esparcido         650

Por todas partes y hacia todos lados,

Todo lo rodeó con cerco inmenso.

Después el Sol y Luna se formaron,

Cuyos globos dan vueltas en el aire

Por entre Cielo y Tierra; sus principios

No se agregaron a los de la Tierra

Ni a los del éter vasto, porque ni eran

Tan pesados que a lo ínfimo bajasen,

Ni tan ligeros que a la parte opuesta

Pudieran elevarse; están en medio         660

Suspensos de manera que voltean

Como cuerpos vivientes, como partes

Las más activas de Naturaleza:

No de otro modo algunos miembros nuestros

Inmóviles se quedan en su puesto

A pesar de que hay otros que se mueven.

Por fin, entresacados estos cuerpos,

Se hundió la Tierra de repente, abriendo

Un hondo foso a las saladas aguas,

Por do al presente la llanura inmensa 670

Se extiende de los mares azulados;

Y cuánto más la tierra cada día

Abierta por la misma superficie,

Estaba recogida y condensada

Y más metida hacia su propio centro

Por la acción repetida de los fuegos

Del éter, y del Sol por todos lados,

Más el sudor salado se exprimía

De su cuerpo, y los mares aumentaba

Con sus emanaciones; y asimismo 680

Infinitas moléculas de fuego

Y del aire, escapando de la tierra

Por esta misma compresión, volaban

Y espesaban la bóveda fulgente

Del Cielo, tan distante de la Tierra:

Los campos se bajaban por lo mismo,

Las cumbres de los montes se empinaban,.

Porque hundirse las peñas no podían,

Ni la tierra allanar todas sus partes.

De esta manera el orbe condensado         690

A la vez adquirió peso y firmeza;

Todo el limo del mundo se hundió abajo,

Si así puede decirse, con su peso,

Y quedó allí sentado como poso:

Encima de la tierra quedó el agua;

Después el aire; luego el mismo éter,

Con sus fuegos; los más puros principios

Hicieron estos fluidos que no tienen

La misma ligereza; el fluido éter,

Que es el más transparente más ligero,         700

Circula sobre el aire sin mezclarse

Con las auras del aire borrascosas;

Le permite que todo lo revuelva

Con raudo torbellino; le permite

Con borrasca inconstante alborotarlo:

Con ímpetu arreglado él resbalando

Lleva consigo sus brillantes fuegos;

Porque el poder así uniformemente

Moverse el fluido éter lo declaran

Las olas de los mares, cuyo flujo         710

Periódico y reflujo sigue siempre

En continuo mover las mismas leyes.

Ora indaguemos cuál será la causa

Que a los astros obliga al movimiento:

Y diremos primero, que si rueda

Del Cielo la gran bóveda, debemos

Suponer comprimidos los dos polos

Del mundo, y encerrados y cogidos

Por dos corrientes de aire, la una de ellas

Que empuja por encima y mueve el Cielo         720

Según la misma dirección que siguen

Del mundo eterno los brillantes astros;

Por debajo la otra los traslada

En dirección contraria, como vemos

Volver los ríos ruedas y arcaduces.

También podría ser que el firmamento,

Estando inmóvil, sus lucientes astros

Describiesen un círculo; bien sea

Que la materia etérea recogida

Dentro del Cielo y sin cesar rodando         730

En derredor para encontrar salida,

Haga que se revuelvan por el Cielo

Los astros; o que en círculo los mueva

El aire externo; o bien que puedan ellos

Irse arrastrando a donde su alimento

Los llama y los convida recogiendo

En su carrera la materia ardiente

Que anda por todo el cielo derramada:

Porque es difícil explicar el cómo

En nuestro mundo pasan estas cosas:         740

Con exponer tan sólo me contento

Todos los medios que naturaleza

Puede emplear y en realidad emplea

En el gran todo, en estos mundos varios

Que de distinto modo ha fabricado:

Y prosigo explicando ya las causas

Todas posibles de los movimientos

De los astros, entre las que una sola

Necesariamente obra en nuestro mundo,

La cual no puede señalar quien sigue         750

Paso tras paso la naturaleza.

Y para que la Tierra quede inmóvil

En el centro del mundo, lentamente

Es preciso que pierda de su peso,

Y que se desvanezca; que sus partes

Más inferiores hayan contraído

Nueva naturaleza por haberse

Unido íntimamente con el aire,

Sobre el que están sentadas, y a quien ellas

Desde el principio fueron agregadas:         760

Y así la Tierra no es de peso al aire,

Ni en él se engulle: al modo que cada hombre

No siente el peso de sus propios miembros,

Ni pesa sobre el cuello la cabeza,

Ni sentimos del cuerpo todo el peso

Sobre los pies: al paso que fatiga

Cualquier peso, aunque leve, en nuestros hombros.

Es fuerza el observar atentamente

Con qué cuerpo otro cuerpo se incorpora:

Así la Tierra no es un peso extraño         770

De pronto a extraño fluido agregado,

Sino que concebida con el aire

A un mismo tiempo fue desde el primero

En que el mundo nació, del que parece

Una parte distinta, a la manera

Que hacen parte del cuerpo nuestros miembros.

El estremecimiento que ocasionan

Los truenos violentos en la Tierra

De tal modo la agitan, que al instante

Se comunica por los cuerpos todos: 780

Lo cual no sucediera si cogida

No la tuvieran las aéreas partes

Del mundo todo y la materia etérea;

Porque se enlazan estas tres substancias

Con raíces comunes muy unidas

Entre sí mismas desde aquel instante

En que fueron formadas. ¿No reparas

Cómo sostiene el alma el peso enorme

De nuestro cuerpo, aunque es tan delicada,

Porque se une con él íntimamente?         790

¿Quién puede, en fin, con un ligero salto

El cuerpo levantar, si no es el alma,

Que gobierna y dirige nuestros miembros?

Ya ves puede adquirir muy grande fuerza

La substancia ligera cuando se une

Con substancia pesada como el aire

Con la Tierra y el alma con el cuerpo.

Ni mayor ni menor de lo que vemos

Puede el disco del Sol ser al sentido;

Si un cuerpo con su luz puede alumbrarnos         800

Y calentar los miembros con su llama

Por distante que esté, nada nos roba

De su grandeza esta distancia misma,

Ni su aparente dimensión estrecha;

Como el calor del Sol y su luz hieren

Nuestros sentidos, cuando se derrama,

Y bañando con ella los objetos,

De aquí es que debe ser tal la apariencia

De su forma y figura, que no puedes

Suponerlas más grandes o más chicas.         810

Y la Luna, bien sea nos refleje

Una prestada luz, o bien la saque

Del mismo cuerpo, sea lo que fuere,

El Cielo no recorre con volumen

Mayor que el que aparece a nuestros ojos;

Porque desde muy lejos los objetos

Por entre aire densísimo mirados

Un aspecto confuso nos presentan

Más bien que sus finísimos contornos:

Así pues, ofreciéndonos la Luna

Clara apariencia y una forma cierta,

Y aun de su superficie los extremos,

Es preciso que sea allá en los Cielos

Lo mismo que aparece aquí en la tierra.

Si los fuegos, por último, que vemos

A cualquiera distancia que estén puestos,

No aparentan tener mudanza alguna

En su grandor, mientras que distinguimos

Su luz y su temblor, deduciremos

No poder ser mayores ni menores         830

De lo que vemos los etéreos fuegos.

Tampoco es de admirar cómo el Sol puede

Con su circunferencia tan estrecha

Bañar de luz el mar, la tierra, el cielo,

Y extender su calor por todas partes:

Tal vez puede que no haya en todo el mundo

Más que esta fuente y manantial copioso

Por do salga la luz del mundo entero;

O que sea tal vez único foco

Donde los elementos de los fuegos         840

De todas partes puedan congregarse

Para correr por todo el Universo.

¿No ves también cómo una fuentecilla

Riega los prados y rebosa el campo?

Suceder también puede que los fuegos

Del Sol, aunque no muchos, arder hagan

El aire a ellos vecino, suponiendo

Que al más mínimo ardor es inflamable

El aire, como vemos a las veces

Las mieses y la paja consumidas         850

Por una sola chispa; al Sol acaso,

A esta rosada lámpara, rodean

Innumerables fuegos invisibles

Privados de fulgor, para que aumenten

El calor y la fuerza de sus rayos.

Y cómo el Sol se pasa desde Cáncer,

De esta región ardiente, al signo helado

De Capricornio, para dar la vuelta

De nuevo hacia el solsticio del Estío;

Y cómo es que la Luna en un mes anda         860

El espacio que el Sol corre en un año;

Estos problemas digo se resuelven

De muchos modos, y es dificultoso

El asignar la causa verdadera.

Parece verisímil la que pone

Demócrito, hombre sabio y respetable;

Pues cuanto más vecinos a la Tierra

Están los astros, tanto menos puede

A su entender el torbellino etéreo

Conmoverlos; porque la ligereza         870

Y acción del firmamento poco a poco,

Se va debilitando hacía el extremo

Inferior: que el Sol, mucho más bajo

Que las constelaciones abrasantes,

Debe quedarse atrás muy lentamente

Con los signos más bajos: que la Luna,

Cuanto del Cielo está más apartada

Y cuanto más vecina de la Tierra,

Debe experimentar mayor trabajo

En seguir la carrera de los astros:         880

Que cuanto el torbellino que la lleva

Es más pesado que el del Sol, los signos

La deben alcanzar más fácilmente

Y adelantarla; por lo cual la Luna

Parece que a los signos del Zodiaco

Con mucha más presteza torna a unirse,

Siendo en la realidad los que se acercan

Aquellos signos otra vez a ella.

Puede también que de la parte opuesta

Del Mundo aire periódico se agite         890

Que alternativamente empujar pueda

El Sol desde los signos del Estío

Del Septentrión hasta las frías playas,

Y volverle a traer desde estos climas

Tenebrosos y helados a la ardiente

Mansión de Cáncer, y se explicaría

Entonces con el aire alternativo

El giro de la Luna y las estrellas,

Que tardan un gran número de años

En describir sus círculos inmensos.         900

¿No ves también cómo las nubes mismas,

Impelidas por vientos encontrados,

Siguen unas abajo, otras arriba,

Direcciones opuestas? ¿Transportados

No podrán ser por aires diferentes

Los astros en los cielos dilatados?

Cubre la noche con tiniebla espesa

La Tierra, o porque el Sol, en fin, llegando

Al último confín del firmamento

Y fatigado de su largo curso         910

Deja expirar sus fuegos entibiados

Por el largo camino y aire inmenso

Que han penetrado; o porque la acción misma

Que transporta su disco por encima

Le hace rodar debajo de la Tierra.

También en tiempo fijo Lenestea

Pasea por en medio de los aires

A la rosada Aurora, para que abra

Las puertas de la luz: porque el Sol mismo,

Que debajo de Tierra se ocultaba,         920

De vuelta, adelantándole sus rayos,

Procura iluminar el firmamento:

O bien porque un gran número de fuegos

Y corpúsculos ígneos se congregan

A tiempo fijo y horas señaladas,

Y hacen un nuevo Sol todos los días.

Así cuenta la Fama que se observa

Desde las cumbres elevadas de Ida

Recogerse al momento que abre el día

Fuegos dispersos bajo la figura         930

De un globo luminoso que anda el Cielo.

Tampoco debe ser maravilloso

Que se junten así los elementos

De fuego en cierto tiempo, y que reparen

El resplandor del Sol, puesto que vemos

Infinitos fenómenos sujetos

En todo el universo a tiempo fijo.

Los árboles florecen, y a su tiempo

De la flor se despojan; y al anciano

A cierto tiempo se le caen los dientes;         940

Se llena el joven de un suave vello,

Y tierna barba arrojan sus mejillas:

A ley eterna e inviolable yace

La serie de fenómenos sujeta;

Porque de cada causa la energía

Habiendo sido así determinada,

Y una vez dada la impulsión primera

Desde su formación al Universo,

Los rayos, nieve, lluvias y nublados

De la varia estación el curso siguen.         950

Y vemos además crecer los días

Y descrecer las noches, y al contrario;

O porque el Sol, quedando siempre el mismo

Y describiendo desiguales arcos

Sobre nuestras cabezas y debajo

De nuestros pies, el Cielo corta y parte

Su orbe en dos porciones desiguales,

Pero con tal compensación, que vuelve

Al hemisferio que le está más próximo

La porción de la luz que él ha quitado         960

Del hemisferio opuesto, hasta que llega

A este signo del Cielo que hace iguales

Las noches y los días, cuando corta

El Ecuador y Eclíptica en un punto,

Pues la parte del Cielo que describe

Se halla del Aquilón y Mediodía

A igual distancia por la positura

Oblicua del Zodiaco, en que describe

Su anual carrera el Sol y desde donde

Lanza sus fuegos hacia Cielo y Tierra:         970

Así lo enseñan estos hombres sabios,

Que todas las regiones representan

Fielmente de los Cielos en sus mapas

De imágenes sensibles adornados.

Mucho más craso el aire en ciertas partes

Tal vez para debajo de la Tierra

También del Sol los fuegos tembladores,

Que no pueden pasar tan fácilmente

Este fluido inmenso y remontarse

Hacia el Oriente, por lo cual se espera         980

Mientras las noches largas del invierno

A que vuelva la tarda luz del día:

En fin, quizá los fuegos reunidos

Que hacen salir el Sol en puntos fijos

Del horizonte alternativamente

Con más o menos prontitud se juntan

Según las estaciones alternadas.

Puede tomar del Sol su luz la Luna,

Y puede más y más de día en día

Una faz luminosa presentarnos         990

Cuanto del solar disco se apartare

Hasta que puesta enfrente dél reluce

Con luz bien llena, y desde el alto sitio

Do se levanta ve que el Sol se pone:

Debe esconder después en cierto modo

Detrás de sí su luz muy poco a poco,

A medida que el Sol se va acercando,

La otra mitad de círculo en los signos

Corriendo; así lo explican los que fingen

Ser la Luna a una bola semejante         1000

Que siempre por debajo del Sol rueda:

Su explicación parece verisímil.

Aun dándola luz propia se podían

Sus varias fases concebir: bastaba

Suponer otro cuerpo para esto

Que tenga un movimiento paralelo

Al que tiene en su órbita la Luna,

Y que a su disco sin cesar se oponga

Bajo todos aspectos y figuras,

Mas que invisible fuese el mismo cuerpo         1010

Desprovisto de luz: puede la Luna

Rodar sobre sí misma a la manera

De gran pelota, cuya mitad fuera

Con luz teñida, y sus distintas fases

Con esta rotación central pudiese

Ir descubriendo hasta que aquella parte

Nos vuelve iluminada enteramente;

Después nos va por grados ocultando

Su parte luminosa, que de nuevo

Detrás de sí se lleva: así pretende         1020

La doctrina caldea establecerlo

En ruinas de griega astrología:

Como si verisímiles no fueran

Las dos explicaciones igualmente;

O como sin razón alguna hubiese

Que forzase a seguir una más que otra.

¿Por qué, en fin, no podrá Naturaleza

Producir una Luna cada día

Con una serie regular de formas

Y aspectos diferentes, destruyendo         1030

La de ayer reparándola con otra?

La imposibilidad de lo que digo

No es fácil demostrar, principalmente

Cuando ves producciones semejantes

Cada día surgir en tiempo fijo.

Viene la primavera, y Amor viene;

Viene junto con el Céfiro alado,

Precursor del Amor, mientras que Flora

Su madre llega derramando flores

Y olorosos perfumes de antemano         1040

Por donde pasa: en comitiva vienen

Seco calor y polvorienta Ceres

Y los vientos etesios Aquilones.

El otoño en seguida se presenta:

Viene en su compañía el dios de viñas,

Y detrás las tormentas y borrascas,

Vulturno atronador, y el Austro, fuerte

En rayos; y, por último, entorpecen

Las nieves y los hielos y los fríos

A la Naturaleza, y tras sí arrastran         1050

El frío invierno, el aterido viejo

Que da diente con diente. No es milagro

El que sea formada y destruida

La Luna en tiempo fijo, cuando vemos

Que pueden infinitas producciones

Aparecer en tiempo señalado.

Los eclipses del Sol y de la Luna

Pueden de muchos modos explicarse:

Si a la Tierra robar puede la Luna

La luz del Sol, y su brillante frente         1060

Ocultar a la Tierra, interponiendo

Su masa opaca a los ardientes rayos,

¿Por qué otro cuerpo puesto en movimiento

Y privado de luz perpetuamente

No puede producir el mismo efecto

En tiempo igual? ¿Y no puede el Sol mismo

Eclipsarse y perder en cierta hora

También su brillo, que recobra al punto

Que atravesó por medio de los aires

Regiones enemigas de sus llamas         1070

Y le precisan a extinguir sus fuegos?

Si puede despojar también la Tierra

De su luz a la Luna, y prisioneros

Tener todos los rayos, colocada

Sobre el Sol ella misma ínterin pasa

El astro de los meses por la sombra

De nuestro Globo cónica y espesa,

¿Otro cuerpo no puede al mismo tiempo

Rodar bajo del globo de la Luna,

Y resbalarse sobre el mismo disco         1080

Del Sol, cerrando, así interpuesto, el paso

A sus rayos y luz? Y si la Luna

Con brillo propio luce, ¿no puede ella

Lentamente eclipsarse en cierta parte

Del Mundo, atravesando por parajes

Capaces de apagar sus mismos fuegos?

Ya que expliqué, por fin, cómo ha podido

Formarse cualquier cuerpo de este Mundo

En el recinto azul del firmamento,

Y cómo conociéramos nosotros         1090

De Sol y Luna las revoluciones

Diversas, y la causa y energía

Que dan a estos dos astros movimiento

Y de qué modo suelen eclipsarse;

Cómo se cierran estos grandes ojos

De la naturaleza y alternando

Se abren de nuevo, y de repente esparcen

Sobre la Tierra inesperada noche,

Y toda la hermosean con luz clara;

A la infancia del Mundo vuelvo ahora,         1100

Y a los nacientes campos de la tierra,

A examinar las nuevas producciones

Que aventuró exponer la vez primera

A los aires y vientos inconstantes.

La tierra engalanó primeramente

De diferentes hierbas y verduras

Los cerros, y los campos extendidos,

Y brillaron los prados con las flores

Así como si fueran esmaltados;

Los árboles después, llenos de savia,         1110

A porfía crecieron por los aires:

Como las plumas, pelos y las cerdas

Es lo primero que en el cuerpo sale

De animales cuadrúpedos y de aves;

De este modo la tierra, entonces nueva,

Echó primero hierbas y arbolillos.

Las especies mortales creó luego

Variadas de modos muy distintos;

Porque es un imposible hayan caído

Del Cielo las especies de animales,         1120

Y que los habitantes de la tierra

Hayan nacido de la mar salada.

La Tierra con razón adquirió el nombre

De madre, por haber sido criados

Todos los seres por la misma Tierra;

Y existiendo al presente muchos seres

En la Tierra formados con las lluvias

Y del calor del Sol, no es maravilla

Que naciesen entonces animales

En número mayor y más robustos,         1130

Estando en su vigor el aire y Tierra.

Las varias aves por la vez primera

Salían de sus huevos, y el verano

En libertad a todas las ponía,

Como ahora las cigarras en estío

Se quitan los zurrones delicados,

Buscándose la vida y el sustento.

Por la primera vez la Tierra entonces

Crió la raza humana, porque entonces

El mucho fuego y aguas abundantes         1140

De los campos hicieron que creciesen

En los parajes más acomodados

Especies de matrices, agarradas

Por medio de raíces a la tierra:

Cuando la edad y madurez abrieron

Una salida a nuevos embriones

Causados de humedad e impacientes

Por respirar el aire, dirigía

Hacia aquel lado la Naturaleza

Los poros de la tierra, y enviaba         1150

Por estas venas jugo como leche;

Como al presente la mujer parida

Rebosa en dulce leche, dirigiendo

Ella todo su ímpetu a los pechos:

Y la tierra a los niños sustentaba,

Y vestido el calor, y blanda cama

Las hierbas y los céspedes les daban.

Pero en su infancia el Mundo no tenía

Los duros fríos, ni calores nimios,

Ni vientos destructores; porque crecen         1160

Y van robusteciéndose estas plagas

Como todos los seres: lo repito;

Hemos llamado con razón la Tierra

Madre común, porque ha criado el hombre,

Y casi al mismo tiempo ha producido

Todos los animales cuya furia

Se desenfrena por los grandes montes,

Y produjo también distintas aves,

Que atraviesan los aires libremente.

Mas como debe un término preciso         1170

Tener la facultad engendradora,

La Tierra se cansó, como la hembra

Consumida de años, porque el tiempo

Hace mude de faz el mundo entero,

Y un nuevo orden de cosas se sucede

Al primer orden necesariamente:

Ni siempre guarda un mismo ser su estado:

Todo a la ley del cambio está sujeto;

Todo lo muda la Naturaleza,

Todo lo altera, todo lo transforma:         1180

Pues empobrece un cuerpo y se consume

A fuerza de años; otro crece y sale

A la verdad del cieno: de este modo

Todo lo muda el tiempo, y de continuo

Pasa la tierra de un estado a otro

Y pierde la energía que tenía

Por hacerse de nuevas propiedades,

Y la Tierra aún entonces se esforzaba

Por sacar animales de figura

Y de disposición extraordinaria:         1190

Se vio el hermafrodita monstruoso,

Que teniendo la forma de ambos sexos,

Igualmente difiere de uno y otro;

Cuerpos sin pies, sin manos y sin boca

Y sin ojos salieron; también otros

Cuyos miembros lo largo que tenían

Al tronco íntimamente se pegaban;

Los cuales no podían manejarse,

Ni dar un paso, ni evitar un riesgo,

Ni buscarse el sustento necesario.         1200

Viéronse además de éstos otros monstruos

Y otros prodigios, pero inútilmente,

Porque Naturaleza les quitara

El poder ir creciendo y avanzando

Hacia la edad florida; no pudieron

Encontrar su alimento, ni ayuntarse

Con los lazos de Venus: es preciso

Para que se propaguen las especies

El concurso de un número infinito

De circunstancias, y primeramente         1210

Los alimentos son indispensables:

Es preciso que estén diseminadas

Las fecundas semillas por los miembros,

Y los conductos por do vengan éstas

Desde cualquiera parte de los miembros:

Por último, en los órganos externos

Tal proporción, que puedan macho y hembra

Ayuntarse entre sí con mutuos gozos.

Y entonces fue preciso perecieran

Muchas especies, y que no pudiesen         1220

Reproducirse y propagar su vida;

Porque los animales existentes

Que ves ahora, sólo se conservan

O por la astucia, o fuerza, o ligereza

De que ellos al nacer fueron dotados,

Menos un cierto número que habemos

Puesto nosotros bajo nuestro amparo

Por las utilidades que acarrean.

La fuerza protegió a la raza fiera

De los leones y feroces bestias,         1230

A las zorras el dolo y fuga a ciervos:

Empero el fiel y vigilante perro,

Y acémilas, y ovejas regaladas,

Y bueyes laboriosos son especies

Generalmente confiadas, Memmio,

A la guarda y tutela de los hombres:

Huían de las fieras alimañas

Y tras la paz se andaban, y querían

Los pastos con largueza y sin trabajo:

Se los damos nosotros como en premio         1240

De los muchos servicios que nos hacen.

Empero aquellos otros animales

A quien no diera la Naturaleza

Lo necesario para que viviesen

Independientes, o que no traían

Alguna utilidad, ¿a qué meternos

En darles el sustento y ampararlos?

Encadenados con fatales lazos,

A otros servían de seguro pasto,

Hasta que destruyó Naturaleza         1250

De todo punto sus especies todas.

Pero ni hubo centauros, ni ha podido

Formarse en algún tiempo una substancia

Con dos naturalezas y dos cuerpos,

De heterogéneos miembros un compuesto:

No podría existir una substancia

De fuerzas entre sí tan desiguales:

Aun el hombre más rudo lo conoce.

Primeramente, al cabo de tres años

En la flor de su edad está el caballo;         1260

¡No los niños así; buscan entonces

Entre sueños los pechos de sus amas.

Cuando después va la vejez gastando

Las fuerzas y vigor de los caballos,

Cuando escapa la vida fugitiva

De sus lánguidos miembros, entra entonces

La juventud, por fin, en los muchachos,

Robustece sus miembros, y les cubre

Con un ligero bozo las mejillas:

No creas tú, quizá, que los centauros         1270

Pudieron engendrarse de semillas

De hombre o de caballo, o las Escilas

De los marinos perros rodeadas,

O los demás compuestos monstruosos

De incompatibles miembros, que no llegan

A la flor de la edad al mismo tiempo,

Ni en madurez ni en la vejez iguales,

Ni sus inclinaciones son las mismas,

Ni los abrasa Venus igualmente,

Ni comen unos mismos alimentos;         1280

Viendo engordar las cabras con cicuta

Que es un mortal veneno para el hombre.

Como la llama abrase ciertamente

Y consuma no sólo el cuerpo rojo

De los leones, mas también la sangre

Y las entrañas de los animales

Que tienen existencia; ¿cómo pudo

Acontecer que esta Quimera misma

Con la cabeza de león, y el cuerpo

De cabra al propio tiempo, y con la cola         1290

De dragón, viva llama resoplase

Del hondo de su pecho monstruoso?

Por lo que, defender como posibles

Estas y semejantes producciones

En la infancia del Cielo y de la Tierra

Sin más razón que esta palabra vaga

De novedad, esto es abrir la puerta

A todas las ficciones más absurdas.

Dígannos que los ríos de aquel tiempo

Corrieron oro puro por las tierras;         1300

Que brotaban los árboles diamantes;

O que el hombre, nació de una estatura

Y de una fuerza tan extraordinarias,

Que podía pasar el mar de un tranco,

Y alrededor de sí volver el cielo

Con sólo el movimiento de sus manos:

Porque el haber la tierra en si encerrado

Semillas infinitas y diversas

Cuando sacó a la luz los animales,

Ninguna prueba es de que pudiese         1310

Criar unas especies tan opuestas,

Y en un mismo individuo reunirse

Los miembros de animales diferentes,

Cuando las hierbas, árboles y frutos

Que aún hoy día produce en abundancia

Jamás pueden nacer entre sí unidos.

Cada ser tiene su progreso propio,

Y conforme a las leyes inmutables

De la Naturaleza entre sí guardan

Todas las diferencias de su especie.         1320

Y los hombres que dio la tierra entonces

Eran más vigorosos que al presente:

Y así debía ser, porque la Tierra,

De quien ellos nacieron, por entonces

Estaba en su vigor y lozanía:

Era más basta la armazón de huesos

Y de más solidez, y era el tejido

De sus nervios y vísceras más fuerte;

Ni el frío ni el calor les molestaba,

Ni les dañaban los sustentos nuevos,         1330

Ni las enfermedades empecían;

Vivían un gran número de lustros,

Errantes a manera de alimañas;

Ninguno manejaba el corvo arado,

Ni sabía domar con hierro el campo,

Ni meter en la tierra los renuevos,

Ni con hoces cortar los viejos ramos

De árboles grandes; lo que el sol y lluvias

Les alargaban, y lo que la tierra

Producía de suyo, les bastaba:         1340

Estos dones sus pechos aplacaban:

En medio de glandíferas encinas

Mantenían sus cuerpos con bellota,

Y llevaba la tierra en aquel tiempo

Muchos y más crecidos los madroños

Que ahora al madurar en el invierno

Ves que como la púrpura coloran.

Y la florida novedad del mundo

Llevó entonces sabrosos alimentos

Para hartar a los hombres infelices.         1350

Más; los ríos y fuentes convidaban

A apagar nuestra sed, como al presente

Los torrentes que caen de montes altos

Convidan a las fieras con su ruido

Que vengan a saciarse en sus raudales.

Por fin; de noche en los sagrados bosques

De las ninfas venían a esconderse,

En estas soledades, do nacían

Perennes manantiales de aguas vivas

Que, después de correr entre las guijas,         1360

Caían lentamente sobre el musgo

Verde de los peñascos, para luego

O saltar en los campos o inundarlos.

El uso no sabían aún del fuego,

Ni el de las pieles, ni cubrirse el cuerpo

Con despojos de fieras; antes se iban

A los bosques y cóncavas montañas

Y a las selvas, metiendo entre hojarasca

Sus miembros asquerosos, precisados

A guarecerse allí contra las lluvias         1370

Y furor de los vientos: no podían

Por el público bien interesarse;

Ni leyes ni morales relaciones

Entre si establecer ellos sabían;

Y la primera presa que ofrecía

La suerte cada cual se la llevaba:

Sólo les enseñó Naturaleza

A vivir para sí y a conservarse.

Y Venus ayuntaba los amantes

En medio de las selvas: sus placeres         1380

Entre sí mutuamente compensaban;

Ora arrancados fuesen por violencia

De brutal apetito, o los gozasen

A trueque de algún don, como bellotas,

O madroños, o peras escogidas.

Y confiados en sus fuertes manos

Y en sus ligeros pies, hacían guerra

A las fieras silvestres, arrojando

De lejos piedras, y de cerca dando

Con la pesada maza, y las vencían         1390

Y huyendo a sus guaridas las burlaban;

Y cuando las tinieblas de la noche

Los sorprendían, sus desnudos miembros

En la tierra tendían a manera

De jabalí cerdoso, y se envolvían

Entre hojarasca y broza. No buscaban

En medio de las sombras de la noche,

Sobrecogidos de temor con gritos

La luz del Sol, errantes por los campos;

Antes bien esperaban silenciosos         1400

Y en sueño sepultados que subiendo

El Sol al horizonte, iluminase

Con su rosada luz de nuevo el cielo;

Porque desde la infancia acostumbrados

A ver siempre alternando noche y día,

No se maravillaban ya sus ojos:

No llegaron jamás a recelarse

Que a la Tierra cubriese eterna noche,

La luz del Sol robada para siempre.

Empero mucho más les inquietaban         1410

Las fieras que turbaban su reposo,

Funesto para aquellos infelices,

Y haciéndolos salir de su vivienda,

Huían a las cuevas, si llegaba

Enorme jabalí o león furioso;

Y, pavoridos, a la media noche

Cedían a estos huéspedes crueles

Sus camas con follaje aderezadas.

Ni entonces más que ahora los mortales

Dejaban la sabrosa luz de vida:         1420

Muchos de ellos es cierto que cogidos

Y desgarrados con feroces dientes

Un pasto vivo daban a las fieras,

Y los bosques y montes y las selvas

Llenaban de gemidos espantosos,

Viendo que sus entrañas palpitantes

En un sepulcro vivo se enterraban.

Pero aquellos que huyendo se salvaron,

Lleno de mordeduras todo el cuerpo,

Y sus trémulas manos aplicando         1430

En las malignas úlceras, llamaban

Al infierno con voces formidables,

Hasta que de la vida los privaban

Los gusanos crueles sin amparo,

Sin saber qué aplicar a sus heridas:

Sin embargo, no daba un solo día

A la muerte millares de guerreros

Que seguían banderas diferentes,

Ni estrellaban los mares borrascosos

Los hombres y navíos en escollos:         1440

El mar se enfurecía vanamente;

Sus bramidos en vano suspendía;

Ni la engañosa calma de sus ondas

Era capaz de seducir a alguno

Con falsa risa: se ignoraba entonces

De la navegación el arte fiero.

La falta de alimento daba entonces

Muerte a los flacos miembros; la abundancia

Es la que mata hoy día: entonces ellos

Eran por ignorancia envenenados;         1450

A otros con mas arte ahora envenenan.

Cuando por fin, supieron hacer chozas,

Y de pieles y fuego hicieron uso,

Y cuando la mujer y el hombre aparte

Se fueron a vivir en compañía,

Y cuando los placeres amorosos

Se limitaron sólo a las dulzuras

Del casto matrimonio, y cuando vieron

Los padres a sus hijos porción suya,

Entonces empezó la especie humana         1460

A suavizarse por la vez primera:

El fuego hizo los cuerpos mas sensibles

Al frío, de manera que ya el cielo

Abrigo suficiente no prestaba

Debajo de su bóveda; y las fuerzas

Disminuyó la Venus excesiva,

Y las tiernas caricias de los hijos

Blando y suave hicieron su trabajo

El natural altivo de los padres.

Entonces los que estaban más vecinos         1470

Entre sí establecieron relaciones,

Se abstuvieron de daño y de violencia,

Protegían sus hijos y mujeres.

Y en sus gestos y voces balbucientes

Indicaban ser muestra de justicia

De la imbecilidad compadecerse.

Mas no podía dominar en todos

Esta concordia, bien que exactamente

Guardaban estos pactos los más buenos,

Que eran en mayor número: sin esto         1480

La raza humana fuera destruida

Enteramente ya desde aquel tiempo;

No se hubiera hasta ahora propagado.

Enseñó al hombre la Naturaleza

Las varias inflexiones de la lengua,

Y la necesidad nombró las cosas.

Así como los niños en la infancia,

Por no poder darse a entender, acuden

A los gestos y muestran con el dedo

Los objetos presentes, cada uno         1490

Siente en sí mismo aquellas facultades

Que puede usar. Airado y enemigo

El toro topa y hiere con las astas

Antes de que le apunten en su frente;

De pantera y leona los cachorros

Con garras y con pies y con bocados

Se defienden aun antes de salirles;

En sus nacientes alas confiados

Los hijos de las aves, por los aires

Se ayudan con su vuelo vacilante         1500

Por lo tanto, creer que un hombre entonces

A las cosas dio nombre; que los otros

Dél aprendieron los vocablos nuevos,

Es mucha necedad: ¿cómo ha podido

Llamar a cada cosa por su nombre,

Y los varios sonidos del lenguaje

Él solo producir, al tiempo que otros

No pudieron hacer la misma cosa?

Porque, además, si no habían usado

Los demás entre sí de las palabras,         1510

¿Cómo es que conocían sus ventajas?

Y ¿de qué modo el inventor se ha dado

A entender a los otros, y ha podido

Hacer que ellos abracen su proyecto?

Reducir no podía un hombre solo

tanta multitud, y precisarla

A que tan varios nombres aprendiese.

No podía enseñarlos: imposible

Era que hubiesen ellos aguantado

Les majase más tiempo las orejas         1520

Con aquel ruido vano de sonidos.

¿Será, por fin, acaso maravilla

Que teniendo los hombres voz y lengua,

Diesen distintos nombres a las cosas

Según les afectasen, cuando oímos

La variedad de voces y sonidos

Que hacen los animales y las fieras

Conforme se suceden en sus almas

El miedo o el dolor o el regocijo?

Pues esto lo declara la experiencia.         1530

Cuando de los molosos la gran perra,

En el primer acceso de su furia,

Debajo de sus labios apartados

Y móviles enseña dos carreras

De formidables dientes, el sonido

Amenazante de su voz difiere

De aquél que se oye cuando sus ladridos

Hacen retumbo en todos los contornos:

Más cuando con su lengua blandamente

Lame los tiernos miembros de sus hijos         1540

Y con sus pies aquí y allí los echa,

Y cuando los provoca con mordiscos

Pillándolos sus dientes con blandura,

Esto difiere mucho del murmullo

De su voz maternal cuando lamenta

Su soledad aullando tristemente

O cuando con acentos doloridos

Huye, arrastrando el cuerpo, del castigo.

En fin; ¿no hay diferencia en el relincho

Del florido caballo entre las yeguas         1550

Cuando viene furioso, traspasado

Por el alado amor, a los que arroja

Por sus anchas narices en la guerra

Cuando agita sus miembros otra causa?

Y las especies varias de las aves,

Los gavilanes y quebrantahuesos,

Los somurgujos que en saladas ondas

Se buscan el sustento, diferencian

Según las circunstancias sus clamores,

Principalmente cuando se disputan         1560

La subsistencia y luchan por la presa.

Y su ronco cantar mudan las otras

Según las estaciones, como lo hacen

Cornejas vividoras, y las bandas

De cuervos cuando anuncian, según dicen,

Y llaman vientos, lluvias y tormentas.

Pues si las diferentes sensaciones

Al animal obligan, siendo mudo

A proferir sonidos diferentes,

¿Cuánto más natural es que haya el hombre         1570

Podido designar diversas cosas

Entonces con sonidos peculiares?

Mas para prevenirte una pregunta

Que quizá en tu interior me estás haciendo,

El rayo fue el primero que a los hombres

Trajo el fuego a la tierra: de allí nacen

Todas las llamas que ora disfrutamos.

¿No vemos muchos cuerpos abrasados

Con llamas celestiales cuando lanza

Su fuego en tierra el aire borrascoso?         1580

Fuera de que se incendia árbol frondoso

Cuando, siendo agitado por los vientos,

Se frota con las ramas de otro árbol.

Y así como se va aumentando el frote

Arroja chispas y hace algunas veces

Brillar fuegos ardientes en las ramas

En medio de su mutua rozadura:

De una de aquestas causas nace el fuego.

Mas viendo que los rayos del Sol daban

Sazón y madurez a cualquier fruto,         1590

Trataron ellos con la acción del fuego

De cocer y ablandar los alimentos;

Y aquéllos que tenían más ingenio,

Y mucho más su espíritu alcanzaba,

Iban de día en día introduciendo

En el sustento y vida primitiva

Otras mudanzas nuevas con el fuego.

A levantar ciudades empezaron

Y a construir alcázares los reyes,

Do pudiesen tener seguro asilo:         1600

Repartieron las tierras y ganados

Conforme a la belleza y al ingenio

Y la fuerza y valor de cada hombre,

Porque eran estas prendas naturales

Las que más a los hombres distinguían;

Por fin, se introdujeron las riquezas,

Y descubriose el oro, que al momento

Envileció la fuerza y hermosura:

Por lo común hermosos y valientes

Hacen crecer la corte del más rico.         1610

Si la sola razón nos gobernase,

La suprema riqueza consistiera

En ser el hombre igual y moderado;

Cuando hay pocos deseos, todo sobra:

Mas los hombres quisieron ser ilustres

Y poderosos, para de este modo

Hacerse eternamente afortunados

Y tranquilos vivir en la opulencia.

¡Esfuerzos vanos! pues la muchedumbre

De los hombres que van tras la grandeza         1620

Llenó todo el camino de peligros;

Si llegan a encumbrarse, los derroca

De ordinario la envidia, como un rayo,

En los horrores de una muerte infame.

Debe, por tanto, el ánimo prudente

Anteponer la quieta servidumbre

A la ambición del trono soberano.

Deja a estos miserables se consuman,

Y se amancillen con sudor y sangre,

Y forcejeen en la senda estrecha         1630

De la ambición sin fruto; pues no advierten

Que la envidia recoge, como el rayo,

Sus fuegos en los sitios más alzados:

Su saber sólo estriba en dicho ajeno,

Y apetecen las cosas más de oídas

Que consultando a sus sentidos mismos:

Al presente es el hombre como ha sido

Y como será siempre en cualquier tiempo.

Así, cuando a los reyes dieron muerte,

La majestad antigua de los tronos         1640

Y los soberbios cetros derribados

Yacían con infamia; y de sus sienes

La brillante diadema ensangrentada,

Pisoteada por los pies del pueblo,

Se lamentaba de su inmensa gloria:

Pues codiciosamente se aniquila

Lo que antes se adoró con miedo acerbo.

La autoridad suprema se volvía

Al pueblo entonces y a la muchedumbre:

Y cada cual el cetro demandaba,         1650

El sumo imperio y la soberanía.

Eligieron de entre ellos magistrados,

Que obedecieron voluntariamente:

Porque el género humano, fatigado

De vivir en la dura servidumbre,

Y con enemistades extenuado,

Más de su grado recibió las leyes

Y los justos derechos: pero como

El enojo llevase la venganza

Mucho más lejos de lo que las leyes         1660

Permiten al presente, se cansaron

De la anarquía y las venganzas fieras.

De aquí nació el temor de los castigos,

Que envenena los gustos de la vida:

El hombre mismo violento, injusto,

Queda en sus propios lazos enredado:

La iniquidad se vuelve casi siempre

Contra su mismo autor: gozar no puede

De una vida pacífica y tranquila

El que viola los sociales pactos.         1670

Aun cuando sus acciones estuviesen

A los hombres y dioses encubiertas,

Debe estar en continuo sobresalto

De que se haga patente su delito;

Pues refieren que muchos en el sueño

O delirando en las enfermedades

Se descubrieron infinitas veces,

Y revelaron crímenes que habían

Tenido mucho tiempo reservados.

No es difícil el dar razón ahora         1680

De lo que motivó entre las naciones

A creer la existencia de los dioses,

Y las ciudades inundó de altares

Y estableció los ritos religiosos,

Estas pompas augustas que en el día

Se hacen en las empresas importantes

Por todas las naciones de la Tierra:

Y cuál sea la causa y el origen

De este horror infundido a los mortales

Que erige en todo el orbe de la tierra         1690

A las divinidades nuevos templos

Y con días festivos las obsequia.

Es que ya desde entonces los mortales,

Aunque despierto el ánimo, veían

Los simulacros sobrenaturales,

Que la ilusión del sueño exageraba

A su imaginación: así, creyendo

Que movían sus miembros y que hablaban

Con imperiosa voz, proporcionada

A su gran porte y fuerzas desmedidas,         1700

Por vivos y sensibles los tuvieron.

También los suponían inmortales;

Pues siendo su hermosura inalterable,

Con la misma belleza se ofrecían

A ellos los fantasmas celestiales;

Y porque siempre con tan grandes fuerzas

Creían imposible que triunfase

De ellos acción alguna destructora:

También por muy dichosos los tenían,

Pues no les inspiraba sobresalto         1710

El temor de la muerte; y porque en sueños

Los veían hacer muchos prodigios

Sin quedarse por ellos fatigados.

La morada y palacio de los dioses

Pusieron en los cielos, porque es donde

Parece que voltean Sol y Luna;

De allí viene la noche, de allí el día,

Y los astros errantes allí brillan

Y los volantes fuegos por la noche;

Los nublados, rocíos, lluvias, nieve,         1720

Vientos, rayos, granizo y raudos truenos,

Y los murmullos largos de amenazas.

¡Oh raza de los hombres sin ventura!

¡Cuando a los dioses concedió existencia

Y los armó de cólera inflexible,

Cuántos gemidos asimismo entonces,

Qué heridas a nosotros, y qué llantos

A nuestra descendencia ocasionaron!

No es piedad el dar vueltas a menudo,

Tapada la cabeza ante una piedra,         1730

Ni el visitar los templos con frecuencia,

Ni el andar en humildes postraciones,

Ni el levantar las manos a los dioses,

Ni el inundar sus aras con la sangre

De animales, ni el cúmulo de votos:

Que la piedad consiste en que miremos

Todas las cosas con tranquilos ojos;

Porque cuando hacia arriba los alzamos

A contemplar las bóvedas inmensas

Y todo el estrellado firmamento;         1740

Cuando reflexionamos la carrera

Del Sol y de la Luna, se despierta

Entonces en el pecho de repente

Una inquietud, que al parecer habían

Los otros males de la vida ahogado,

Y el hombre se pregunta si por dicha

Hay alguna deidad omnipotente

Que estos resplandecientes globos mueve;

Pues la misma ignorancia de las causas

Hace que ande el espíritu dudoso:         1750

Se indaga qué principio tuvo el mundo,

Y cuál será su fin y hasta qué tiempo

Él podrá resistir este trabajo

De estar en un continuo movimiento;

O si, inmortalizado por los dioses,

Podrá desafiar por muchos siglos

De eterna duración las grandes fuerzas.

¿Qué espíritu, además, no apoca el miedo

De los dioses? ¿A qué hombre no se hielan

Los miembros de pavor cuando la tierra         1760

Abrasada retiembla con el golpe

Horrible de los rayos, y recorren

Todo el cielo murmullos espantosos?

¿No se estremecen pueblos y naciones?

Sobrecogidos los soberbios reyes,

¿No abrazan las estatuas de los dioses

Temblando aquel instante formidable

De expiar sus acciones criminales

Y todos sus tiránicos mandatos?

¿Y cuando barren los furiosos vientos         1770

Al jefe de la escuadra por los mares

Con sus bravas legiones y elefantes,

Pávido no hace votos a los dioses

Para obtener a fuerza da plegarias

Tranquilidad y vientos favorables?

En vano todo; porque arrebatado

Por algún violento remolino,

En los escollos va a encontrar la muerte:

Ciertamente parece que se burla

De los humanos acaecimientos         1780

Una fuerza secreta, y se complace

En pisar con ludibrio las segures

Y los fasces hermosos. Por fin, cuando

Debajo de los pies vacila el orbe,

Cuando caen las ciudades desplomadas,

Y están amenazando otras ruina,

¿Por ventura, es extraño que los hombres

Se llenen de desprecio hacia sí mismos,

Y reconozcan un poder más grande

Y una fuerza divina extraordinaria         1790

Que a su gusto dirija el universo?

Por lo demás, el oro, cobre y hierro,

Y la plata y el plomo, se encontraron

Cuando devoró el fuego vastas selvas

En las montañas, bien cayendo rayos,

O bien los hombres peleando en bosques

Fuego arrojasen contra el enemigo

Para atemorizarle; y ya movidos

De la bondad del suelo dispusieron

Hacer los bosques tierras labrantías,         1800

O bien en praderías convertirlos:

O para destruir más fácilmente

Las fieras y quedar ricos con ellas:

Pues se usaran primero en cacerías

Los hoyos y los fuegos que las redes

Para cercar un bosque, y las jaurías

Que levantan la caza. Cualquier causa

Que haya dado principio a aquel incendio,

Cuando hubo viva llama devorado

Con un horrible estrépito las selvas         1810

Hasta la raíz misma, y recocido

La tierra con su fuego arroyos de oro

Y de plata, además de cobre y plomo,

Después de haber corrido por las venas

Encendidas del Globo, se juntaron

En cavidades; y consolidados,

Viendo cómo brillaban en la tierra,

Prendados de su brillo y hermosura,

Los recogían cuidadosamente:

Y observando tenían la figura         1820

De aquellas cavidades en que estaban,

Pensaron que con fuegos derretidos

Se les podía dar cualquiera forma

Y cualquiera figura; y golpeando,

Hacer se adelgazasen y extendiesen,

Y rematasen en aguda punta:

Vieron también ser buenos para armas,

Para corta de selvas, pulimento

De materiales y cuadrar maderos,

Para taladros, para excavaciones:         1830

Quisieron emplear la plata y oro

En los mismos servicios que hizo el cobre,

Pero fue en vano, porque no tenían:

Bastante consistencia estos metales,

Ni la dura fatiga resistían.

Tuvo entonces el cobre mayor precio,

Y se despreció el oro como inútil

Embotando su punta fácilmente:

Despréciase ahora el cobre; el oro sube

A la mayor estima: de este modo         1840

Cambia el tiempo la suerte de las cosas;

Lo que antes se estimaba, hoy se desprecia;

Lo que no se quería, vale ahora

Y se codicia más de día en día,

Y es el objeto digno de alabanzas,

Y tiene sumo aprecio entre los hombres.

Cómo se descubrió el uso del hierro

Tú mismo puedes conocerlo, Memmio.

Las manos fueron las primeras armas,

Y las uñas y dientes; y las piedras,         1850

Y las ramas de árboles, y el fuego,

Y la llama después que se encontraron.

Se supieron después las propiedades

Del hierro y cobre; pero el uso de éste

Se conoció mucho antes que el del hierro.

Por ser más a propósito y copioso,

Se labraba la tierra con el cobre,

Y con cobre se daban los combates,

Se sembraba la muerte. y se robaban

Los campos y ganados; pues desnudos         1860

E inermes se rendían fácilmente

A gente armada: convirtiose el hierro

Casi insensiblemente en las espadas,

Y llegó a ser tirada con desprecio

La hoz de cobre; y a romper el suelo

Empezaron con hierro, y decidiose

De las batallas la dudosa suerte.

Y montar un caballo y gobernarle

Con riendas y con frenos, combatiendo

Con la mano derecha, fue primero         1870

Que arrostrar los peligros de la guerra

Sobre un carro que tiran dos caballos;

Y precedió este tiro a la cuadriga

Y a la invención de los falcados carros.

Llegaron a enseñar cartagineses

Después al elefante monstruoso,

Que lleva torres y la trompa pliega,

A recibir heridas en la guerra

Y a meter el desorden en las huestes.

Así inventó Discordia sanguinaria         1880

Medios de asolación uno tras otro,

Todos horribles a la humana gente

Y un nuevo colmo de terror pusiera

A la guerra espantosa cada día:

Y se probó también en los combates

El furor de los toros, y ensayaron

Que embistiesen crueles jabalíes

Al enemigo: y los leones bravos

En la guerra a los Partos precedían

Con conductores bien provistos de armas,         1890

Y terribles maestros, destinados

A refrenar su ardor con las prisiones:

Inútilmente; porque, enardecidos

Con la sangre y matanza, derramaban

El desorden, crueles por doquiera

Sus melenas horribles sacudiendo.

Ni dirigir podían los jinetes

A los caballos atemorizados

Con los rugidos, ni tampoco hacerlos

Que volviesen la cara al enemigo.         1900

Las leonas, furiosas se arrojaban

Del uno al otro ejército saltando,

Presentaban su boca amenazante

A todos los que al paso se encontraban;

Por detrás los cogían descuidados,

Y a tierra los echaban destrozados

Con garras y con dientes: y los toros

Lanzaban por el aire jabalíes,

Y después con coraje los pisaban;

Las tripas del caballo echaban fuera         1910

Metiéndole las astas por debajo,

Y después de caído se arrojaban

Sobre él, amenazándole de nuevo.

Pero empleaban contra sus aliados

Los jabalíes sus colmillos fuertes,

Y teñían furiosos en su sangre

Las armas rotas, y con nueva furia

A infantes y jinetes daban muerte.

Huían velozmente los caballos

De la fiera embestida de sus dientes,         1920

Empinándose: puesto que allí vieras

Rotos sus corvejones, de repente

Abandonar la mole de su cuerpo

A pesada caída los caballos.

Creyendo que estarían bien domados,

De cara encarnizarse los veían

En medio de la acción de las heridas,

De confusión, espanto, gritos, fuga:

No se podía sujetar ninguno;

Todos se dispersaban: de manera         1930

Que hicieron lo que aún hacen hoy en día

Los elefantes en la guerra heridos,

Que huyen después de haber desparramado

El estrago y la muerte entre las filas

Que con tanta bravura defendieron.

Sin embargo, no puedo persuadirme

De que no hayan previsto de antemano

Las comunes desgracias que traería

Entre ellos este uso abominable;

Y quisiera también que comprendieses         1940

En estos males a los varios mundos

Que de diverso modo ha construido

Naturaleza, y no los limitaras

A sólo nuestro mundo: la esperanza

De vencer no introdujo estos estragos;

Más bien los hombres, que desconfiaban

De su número, y armas no tenían,

Quisieron, pereciendo en el ataque,

Dar que gemir a las contrarias filas.

Eran entrelazados los vestidos         1950

Primero que el tejido se inventara:

El arte de tejer se siguió al hierro;

Pues sólo con el hierro hacerse pueden

Instrumentos tan finos como husos,

Córcolas, lanzaderas y las planchas.

A los hombres forzó Naturaleza

A trabajar la lana antes que diera

Este oficio a las hembras; porque el hombre

Tiene mayor industria y sobresale

En cualquier arte: empero vergonzoso         1960

Pareció a los robustos labradores,

Y en manos de las hembras la pusieron,

Y para sí dejaron los trabajos

Más duros y penosos, y escogieron

Fortalecer con ellos cuerpo y manos.

Pero enseñó también Naturaleza

El arte de plantar y los injertos;

Ella dio estas lecciones la primera,

Mostrando las semillas y bellotas

Que cada una a su tiempo producía         1970

Al pie del árbol mismo do cayera

Un enjambre de arbustos: desde entonces

Gustaron injerir ellos en ramas

Renuevos de otra especie, y por los campos

Les agradó plantar arbustos nuevos.

Hicieron nuevo ensayo cada día

En la cultura de su dulce campo,

Y veían los frutos más silvestres,

Con el blanco cultivo y el cuidado,

Llegar a suavizarse. Y obligaron         1980

A meterse las selvas hacia el monte

De día en día, y a dejar los llanos

A la cultura, para que los prados,

Los lagos, los arroyos y los frutos

Y las viñas alegres ocupasen

Los campos y collados, y el olivo

Pudiese por el medio derramarse

Por cerros y por valles y por campos

En tendidas hileras, como ahora

Ves la gustosa variedad que ofrecen         1990

Las campiñas, doquiera divididas

O guarnecidas de árboles frutales.

Mas los claros gorjeos de las aves

Con la voz se imitaban mucho antes

Que pudiesen los hombres regalarse

Los oídos con versos armoniosos

De melódico son y dulce halago:

Y el silbido del céfiro en los huecos

De las cañas les dio lección primera

De inflar la campesina cañaheja         2000

Después, por dedos ágiles tocada,

Y acompañada de la voz, la flauta

Poco a poco hizo oír sus dulces quejas.

Fue inventada en los bosques retirados,

En las selvas y montes solitarios,

Entre los dulces ocios de pastores.

Lentamente va el tiempo de este modo

Sacando a luz las artes diferentes,

Y el ingenio las va perfeccionando.

Suavizaban las penas de la vida         2010

Con estos inocentes pasatiempos

Cuando acababan la frugal comida,

Al tiempo que el descanso es más gustoso,

Y así por lo común, ellos, tendidos

Sobre la verde grama, al pie del agua

De un arroyo, debajo de las ramas

De algún árbol erguido a poca costa

Gozaban de placeres inocentes,

Mas sobre todo en la estación risueña,

Cuando con verde hierba engalanaba         2020

Y con flores los prados el verano:

Entonces era el tiempo de las danzas,

Entonces de las pláticas, entonces

De las dulces risadas, porque entonces

La musa pastoril se remontaba:

Los provocaba entonces la alegría

A adornarse los hombros y cabeza

Con guirnaldas de flores y de hojas,

Y herían sus pies rústicos la tierra,

Esta madre común, pesadamente         2030

Sin compás ni soltura, por lo que eran

Las risas e inocentes carcajadas;

Haciendo los placeres, más extraños

Su misma novedad: y, desvelados,

De aquí sacaban ellos sus consuelos,

La voz acomodando a varios cantos

Y pasando sus labios apretados

Sobre sus caramillos. Al presente

Recreamos así nuestros desvelos,

Y aprendemos la música con reglas;         2040

Mas no cogemos frutos tan colmados

De la dulzura como los cogía

La raza inculta de hijos de la Tierra.

Así que, el bien presente preferimos

Y nos agrada más suavemente

Si otro más superior no conocemos,

Y los nuevos inventos perjudican

A los antiguos y del todo mudan

Nuestros gustos: por eso aborrecimos

La bellota; por eso hemos dejado         2050

Las camas de los céspedes y hojas:

La piel cayó también en el desprecio;

Aquel vestido de feroces bestias.

¡Cuánto me temo que la envidia entonces

Contra aquel inventor se encarnizase

Que la vistió primero asesinando

Traidoramente este hombre; y a la postre

Los demás entre sí se repartieron

La piel sangrienta sin querer dejarla!

Porque entonces las pieles, ahora el oro         2060

Y púrpura ejercitan a los hombres

Con zozobras, combates y fatigas:

Nosotros somos más culpables que ellos,

Pues sin pieles el frío atormentaba

A los desnudos hijos de la Tierra;

Nosotros ningún daño recibimos,

Careciendo de púrpura y de oro

Y de ricos bordados, si tenemos

Un vestido común que nos abriga.

Así en vano se afana el hombre siempre         2070

Y de continuo se atormenta en vano,

Y en cuidados superfluos gasta el tiempo,

Porque no pone límite al deseo,

Y porque no conoce hasta qué punto

El placer verdadero va creciendo:

Y esto es lo que ha lanzado poco a poco

Entre borrascas a la humana vida,

Y ha movido unas guerras tan crueles

Para arruinar la sociedad entera,

El Sol y Luna, estos brillantes globos

Que van luciendo alternativamente

Por el rico palacio de los cielos,

Han dado bien a conocer al hombre

Vicisitud constante en estaciones

Y de naturaleza el orden cierto.

El hombre ya vivía en fuertes torres,

Y la tierra se había repartido,

Y estaba floreciente su cultura;

Florecía la mar con hondas naves;

Y por medio de pactos y alianzas         2090

Entre sí ya se unían las naciones,

Cuando con sus canciones los poetas

A transmitir hazañas empezaron

A la posteridad: no mucho antes

Se inventó la escritura: por lo tanto,

De estos antiguos siglos no logramos

Más vestigios que aquéllos que entrevemos

Por la razón guiados solamente.

Y la navegación, la agricultura,

La arquitectura, la jurisprudencia,         2100

El arte de hacer armas y caminos,

De preparar las telas, y las otras

Invenciones a estas semejantes,

Y aun todas las que son de mero gusto,

La pintura, escultura y poesía,

Se inventaron a fuerza de experiencias

Por la necesidad y por la industria.

El tiempo de este modo poco a poco

Trae los descubrimientos de las cosas,

Y la industria adelanta sus progresos;         2110

Pues vemos que el ingenio perfecciona

Las artes sin cesar unas con otras,

Hasta que logran perfección cumplida.         2113

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