Pálida de los ojos alabados,
Parece que á tu encanto sensitivo
Flota en aroma de azahar nativo
Tu molicie más dulce que la miel.
Y el amor de la tarde que desdora
De tu sol el poético destello,
Es tu beldad, cual si de un sol tan bello,
Fueses la luna más hermosa que él.
La pasión de la noche feménina
Que dilata el imperio de tus ojos,
Finos amantes echará de hinojos
Ante tu ruedo de estrellado tul;
Mientras al pié de tu balcón de nubes
Que el bello monte familiar modela,
Te dedica romántica espinela
El patrio bardo de la banda azul.
Para que no faltase á tu decoro
La excelencia del lauro soberano,
Te consagró la espada de Belgrano
Primer amor del justo paladín.
Y tu belleza fué sobre el sepulcro
De los tiranos, en perenne alerta,
La sonora leona que despierta
Vibrada de peligro y de clarin.
Para memoria de que allá juraron
Próceres y patricios nuestra suerte,
Alzada está bajo tu guarda fuerte
La Casa del Paí scomo un altar.
Porque si Buenos Aires fué en su gloria
Pórtico audaz que á la opinión congrega,
Tú formaste la alcoba solariega,
Corazón honorable del hogar.
Industriosa doncella entre las nobles
Hermanas de Nausica y de Rebeca,
Que someten al cántaro y la rueca
Su hermosura de púdico arrebol;
Con tesoro feliz labra tu seno
La civilización de la dulzura,
En que se dan, rindiéndote ventura,
Besos de miel la tierra con el sol.
Es la blancura de tus ricos dientes,
La prez de los azúcares genuinos,
La carreta te canta en los caminos;
Con su eje rudo la honradez fabril,
Pregónate el nogal bellos menages,
Y en la tosca humildad de su servicio,
Adoba el cuero dócil del oficio
La tenaz fortaleza del cebil.
Es de cedros y mirtos el enorme
Perfume que embalsama tu reposo.
Tal como en el Cantar del Rey Hermoso,
Tu ropa huele á Líbano aromal.
Y así en tu viejo Campo de la Gloria,
Tu cariño ,á los héroes propenso,
Les ha tendido por su dario inmenso
La eterna floración del naranjal.