A los andes II

Moles perpetuas en que á sangre y fuego

Nuestra gente labró su mejor página:

Sois la pared fundamental que encumbra,

Como alta viga la honra de la raza.

Cuéntela el pico matinal en donde

Sacude el viento sus glaciales sábanas,

Y el vuelo de sus cóndores filiales

Déle expansiones de palabra alada,

Dilatando con párrafos enormes,

Hasta el sol una sombra de montaña.

Vuestra grandeza azul es una oda,

Cuando en la magestad de la distancia,

Dijérase que el cielo cristaliza

En el zafiro de las cumbres claras.

Graves y un poco torvas como ellas

Serían ciertamente aquellas almas,

De los héroes que un día las domaron

A posesivo paso de batalla.

Color de acero fino como ellas,

Por gemela blancura coronadas,

En esa inmediación de ideal y cielo

Que emblanquece las cumbres y las almas.

El azur y el armiño de los reyes

Echan su pompa sobre vuestra espalda.

Con grandes brazos de peñasco y leña

Manejáis los raudales de las aguas,

Como un puñado de sonoras bridas

Que en bocado espumoso el mar baraja.

Extiende á vuestros piés manta de pámpanos

La honestidad robusta de la parra

Que á la cuerda Mendoza civiliza,

Y como tosca vena en que resalta

Á flor de piel la calidad interna,

Líquido fuego de volcanes sangra,

En el vino genial que el alma ilustra

Con su llama ligera y aromática.

Vuestro pecho arraigado de laureles,

En venas de metal su temple exalta.

y bajo la corona que os ofertan

A través de los climas cedros y hayas,

Si un sobrio paño de ciprés os viste,

Os abanican voluptuosas palmas.

Vuestros hielos magnificos anuncian

El colosal palacio de las aguas,

Que triste espera el arenal distante

Donde el hombre ha arraigado su esperanza.

Anticipando así los galardones

Del futuro verdor, cree y trabaja;

Hasta que cuando del penoso hueco

La onda por fin en las tinieblas mana,

El fresco pozo con su ruido alegre

Expresa vuestro elogio en lo que canta,

Cual campanario inverso en que repican

Su dulce carillón las notas claras,

Y donde eleva el ascendido cubo

Que representa la central campana,

Con el son de la fuente montañesa,

En gemelo cristal vuestra palabra.

La crispación nudosa de un esfuerzo

Parece perpetuarse en vuestra masa,

Ejército inmortal que petrifica

En falange de bárbaras estatuas,

Aquellos inmortales cuyo efigie

Con tal excelsitud los montes tallan.

Llevadles á los niños que los vean.

Haced que se ennoblezcan de montaña.

Yo que soy montañés sé lo que vale

La amistad de la piedra para el alma.

La virtud en los montes se humaniza,

Cual toma buen olor la hierba amarga,

Y la pálida fuerza de los mármoles

Por los cascos de hielo anticipada.

Abre en la libertad de su belleza

Ojos mejores para ver la patria.

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