Al plata I

¡Salud, Padre y Señor! A tu linage,

Como en la gloria mágica de un cuento,

Ser habitantes del Pais de Plata

Con orgullo magnífico debemos.

Capitán colosal, tienes el mando

De las aguas feraces, claro ejército

Que espejeando sus líquidas espadas

Abre fronteras y dilata pueblos.

Hijos de las montañas esos ríos

Forman en la blandicia de tu seno,

El vínculo ancestral que ellas te aducen

Con la médula misma de sus huesos.

Interioriza lánguidos murmullos

De selva cálida el raudal sereno,

Y entre los dientecillos de la arena

Recuerda los peñascos sempiternos,

Donde infantil brotara un bello día,

Del pálido castillo de los hielos.

El tranquilo Uruguay te narra bosques

Y el feliz Paraná sol es inmensos.

Uno te trae en numerosa música

Su tributo de rey que tiene un reino

De cristal y de pájaros. El otro,

Con la expansión de su caudal soberbio,

El brindis imperial de sus cascadas

En copa de basaltos gigantescos.

Palabra de florestas y de montes

Prolongan tus corrientes. En sus ecos,

Sentimos las dulzuras paraguayas,

El arrogante verbo brasileño,

Y la voz oriental que nos recuerda,

Como es de hermano, tu paterno acento.

Corazón de la patria que palpitas

Heroicamente en ella, á flor de pecho,

Como si desbordaras en la noble

Quimera de endulzar el mar entero.

El magnífico abrazo que te crea

Es nudo de concordias y de afectos

Que al vasto mundo envías con las barcas

De riqueza y de paz. Eres el verso

Que en nuestro canto dice: ¡Oid mortales!

Tu permanente cuerda de agua y viento,

Con latitud de mar, y con dulzura

De fuente, está cantando al extrangero,

Una alegre amistad de alma argentina

Como salutación de hogar abierto.

Moreno como un Inca, la excelencia

De la raza solar te impone el cetro.

Y formas con el Ganges de los dioses;

Con el Danubio azul de los Imperios,

La noble tribu de aguas que penetra

De cara al sol en el Oceano intérmino,

Como mueren los héroes antiguos

En la inmortalidad de un canto excelso.

Enorme riel en que la gloria puso

Al eje de su carro turbulento,

Una rueda de plata y otra de oro

Con la luna y el sol que van saliendo,

Desde que en días de victoria ó muerte,

Hermanas ya, mezcláronse en tu seno,

Nuestra sangre y tus aguas encarnando

La substancia vital de un mismo cuerpo.

Encorvado en clarín, canta á la oreja

Del vasto mar tu mundo de recuerdos.

Cántale la poesía de tus ondas

Cuando de patria te colora el cielo;

Cuando vuelcas la plata de la luna

En sombrla expansión de cofre abierto,

O fraguas, por el sol metalizado,

En barra colosal, fuego de fierro.

Dile de la belleza que en tus ondas

Ilustra la gentil Montevideo;

Y de la Buenos Aires gigantesca

Que te corona de sauzal porteño.

Y cómo ambas unidas para siempre

Por el lazo común de su derecho,

Te aclaman capitán de nuestras aguas,

El dulce, el grande, el valeroso, el bueno.

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