1.

¡Ah, yace todo lo que ya está marchito y gris que hasta hace poco estaba verde y multicolor en esta pradera! Y cuánta miel de esperanza he llevado a mis colmenas.

Esos jóvenes corazones ya se han vuelto todos viejos -¡y ni siquiera viejos! sólo cansados, ordinarios, cómodos:- lo declaran: "Hemos vuelto a ser piadosos".

Últimamente los he visto correr a primera hora de la mañana con pasos valerosos; pero los pies de su conocimiento se cansaron, y ahora maldicen incluso su valor matutino.

Muchos de ellos levantaron una vez las piernas como la bailarina; a ellos les guiñó la risa de mi sabiduría:- entonces se arrepintieron. Ahora mismo los he visto inclinarse para arrastrarse ante la cruz.

Alrededor de la luz y la libertad revolotearon una vez como mosquitos y jóvenes poetas. Un poco más viejos, un poco más fríos: y ya son mistificadores, y murmuradores y molicistas.

¿Acaso sus corazones se desanimaron porque la soledad me había tragado como una ballena?sus oídos escucharoncon anhelo, añorando en vano mis notas de trompeta y mis llamadas de heraldo

-Ah! Siempre son pocos los que tienen un corazón persistente y exuberante; y en los tales permanece también el espíritu paciente. Los demás, sin embargo, son cobardes.

El resto: son siempre la gran mayoría, los vulgares, los superfluos, los demasiado numerosos... ¡todos ellos son cobardes!

Aquel que es de mi tipo, también las experiencias de mi tipo se encontrarán en el camino: de modo que sus primeros compañeros deben ser cadáveres y tontos.

Sus segundos compañeros, sin embargo -se llamarán sus creyentes-, serán una hueste viva, con mucho amor, mucha locura, mucha veneración sin barba.

A esos creyentes no atará su corazón el que es de mi tipo entre los hombres; en esos tiempos de primavera y prados de muchos colores no creerá, ¡quien conoce la veleidosa especie humana!

Si pudieran hacer otra cosa, también lo harían. La mitad y la mitad estropean el todo. Que las hojas se marchiten, ¡qué hay que lamentar de eso!

Deja que se vayan y caigan, oh Zaratustra, y no te lamentes. Mejor aún es soplar entre ellos con vientos susurrantes,-

-¡Sopla entre esas hojas, oh Zaratustra, para que todo lo marchito huya más rápido de ti!

 

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