2.

"Hemos vuelto a ser piadosos"- así confiesan esos apóstatas; y algunos de ellos son todavía demasiado pusilánimes para confesarlo así.A ellos les miro a los ojos,- ante ellos se lo digo a la cara y al rubor de sus mejillas: ¡Sois los que volvéis a rezar!

Es vergonzoso rezar. No para todos, sino para ti, y para mí, y para quien tenga su conciencia en la cabeza. ¡Para ti es vergonzoso rezar!

Lo sabes bien: el demonio pusilánime que hay en ti, que preferiría cruzarse de brazos, y poner las manos en el pecho, y tomárselo con más calma:- este demonio pusilánime te persuade de que "¡hay un Dios!"

Sin embargo, perteneces al tipo de los que leen la luz, a los que la luz nunca permite el reposo: ¡ahora debes hundir cada día más tu cabeza en la oscuridad y el vapor!

Y, en verdad, elegís bien la hora, pues justo ahora vuelven a volar las aves nocturnas. Ha llegado la hora para todos los que temen la luz, la hora de vísperas y la hora del ocio, cuando no "se toman el ocio".

Lo oigo y lo huelo: ha llegado la hora de la caza y la procesión, no de una caza salvaje, sino de una caza mansa, coja, que arrastra los pies, de rezos suaves...

-Para una cacería de simplones susceptibles: ¡todas las trampas para ratones del corazón han sido puestas de nuevo! Y cada vez que levanto una cortina, una polilla nocturna sale corriendo de ella.

¿Acaso se acurrucó allí junto con otra polilla nocturna? Porque en todas partes huelo pequeñas comunidades ocultas; y allí donde hay armarios hay nuevos devotos, y la atmósfera de los devotos.

Se sientan durante largas tardes uno al lado del otro, y dicen: "Volvamos a ser como niños pequeños y digamos: "¡buen Dios!", arruinados en bocas y estómagos por los piadosos confiteros.

O miran durante largas tardes a una astutaaraña de la cruz, , que predica la prudencia a las propias arañas, y enseña que "¡bajo las cruces es bueno para tejer telas!

O se sientan todo el día en los pantanos con cañas angulares, y por eso se creen profundos; pero quien pesca donde no hay peces, ni siquiera lo llamo superficial.

O aprenden a tocar el arpa con un poeta de himnos, que prefiere arparse a sí mismo en el corazón de las jóvenes, pues se ha cansado de las viejas y de sus alabanzas.

O aprenden a estremecerse con un semimaduro erudito, que espera en cuartos oscuros a que los espíritus vengan a él... ¡y el espíritu huye por completo!

O escuchan a un viejo aullador y gruñidor ambulante, que ha aprendido de los vientos tristes la tristeza de los sonidos; ahora pica como el viento, y predica la tristeza con tristes acordes.

Y algunos de ellos se han convertido incluso en vigilantes nocturnos: ahora saben tocar las bocinas, y van por la noche y despiertan a las cosas viejas que llevan mucho tiempo dormidas.

Cinco palabras sobre cosas viejas escuché anoche en el muro del jardín: provenían de esos viejos, apenados y áridos vigilantes nocturnos.

"El padre no se preocupa lo suficiente por sus hijos: ¡los padres humanos lo hacen mejor!

"¡Es demasiado viejo! Ya no se preocupa por sus hijos", respondió el otro vigilante nocturno.

"¿Tiene entonces hijos? ¡Nadie puede probarlo a menos que él mismo lo pruebe! Hace tiempo que deseo que por una vez lo pruebe a fondo".

"¿Probar? ¡Como si alguna vez hubiera probado algo! Probar es difícil para él; pone mucho énfasis en que uno le crea".

"¡Ay! ¡Ay! La creencia lo salva; la creencia en él. ¡Así es con los ancianos! Así es con nosotros también!"

-Así hablaban entre sí los dos viejos vigilantes nocturnos y espantafaros, y hacían sonar entonces con tristeza sus cuernos: así sucedió anoche en el muro del jardín.

A mí, sin embargo, el corazón se me retorcía de risa, y estaba a punto de romperse; no sabía a dónde ir, y se hundía en la mitad del cuerpo.

Será mi muerte todavía: ahogarme de risa cuando vea a los asnos borrachos, y oiga a los vigilantes nocturnos dudar así de Dios.

¿No ha pasado ya el tiempo de todas esas dudas? ¿Quién puede despertar hoy en día esas viejas cosas que duermen y rehúyen la luz?

Con las viejas Deidades hace tiempo que llegó a su fin:- y en verdad, ¡un buen y alegre final de Deidad tuvieron!

No se "crepitaron" hasta la muerte -¡eso lo fabrica la gente! Al contrario, ¡se murieron de risa una vez!

Eso ocurrió cuando la expresión más impía vino de un Dios mismo- la expresión: "¡No hay más que un Dios! ¡No tendréis otros dioses delante de mí!"-

-Un viejo Dios de barba gruesa, celoso, se olvidó de sí mismo de esta manera:-

Y todos los dioses se rieron entonces, y se agitaron en sus tronos, y exclamaron: "¿No es justo que haya dioses, pero no Dios?"

El que tenga oído que oiga.-

 

Así hablaba Zaratustra en la ciudad que amaba, apodada "La Vaca de Piedra". Pues desde aquí no tenía más que dos días de viaje para llegar de nuevo a su cueva y a sus animales; su alma, sin embargo, se regocijaba incesantemente por la novedad de su regreso a casa.

 

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