2.

Voluptuosidad: para todos los despreciadores del cuerpo con camisa de pelo, un aguijón y una estaca; y, maldita como "el mundo", por todos los de ultratumba: pues se burla y engaña a todos los maestros errantes y equivocados.

Voluptuosidad: a la chusma, el fuego lento en el que se quema; a toda la madera agusanada, a todos los trapos apestosos, el calor preparado y el horno de guisar.

Voluptuosidad: para liberar los corazones, una cosa inocente y libre, el jardín-felicidad de la tierra, todo el agradecimiento del futuro-desborde al presente.

Voluptuosidad: sólo para los marchitos un dulce veneno; para los voluntariosos, sin embargo, el gran cordial, y el vino reverencialmente guardado de los vinos.

Voluptuosidad: la gran felicidad simbólica de una felicidad más elevada y de una esperanza más alta. Porque a muchos se les promete el matrimonio, y más que el matrimonio,-

-A muchos que se desconocen más que el hombre y la mujer:-¡y quién ha entendido bien cómo se desconocen el hombre y la mujer!

Voluptuosidad:- pero tendré setos alrededor de mispensamientos , e incluso alrededor de mis palabras, para que los cerdos y los libertinos no entren en mis

La pasión por el poder: el azote incandescente de los más duros de corazón; la tortura cruel reservada a los propios crueles; la llama sombría de las piras vivientes.

La pasión por el poder: el tábano perverso que se monta en los pueblos más vanos; el despreciador de toda virtud incierta; que cabalga sobre todo caballo y sobre toda soberbia.

La pasión por el poder: el terremoto que rompe y desbarata todo lo que está podrido y hueco; el demoledor rodante, retumbante y punitivo de los sepulcros blanqueados; el signo interrogativo intermitente junto a las respuestas prematuras.

Pasión por el poder: ante cuya mirada el hombre se arrastra y se agacha y se agobia, y se vuelve más bajo que la serpiente y el cerdo:- hasta que al final el gran desprecio grita de él-,

La pasión por el poder: el terrible maestro del gran desprecio, que predica en su cara a ciudades e imperios: "¡Fuera de aquí!" - hasta que una voz grita de ellos mismos: "¡Fuera de aquí!"

Pasión por el poder: que, sin embargo, sube seductoramente hasta lo puro y solitario, y hasta las elevaciones autocomplacientes, brillando como un amor que pinta seductoramente las felicidades púrpuras en los cielos terrenales.

Pasión por el poder: ¡pero quién lo llamaría pasión, cuando la altura anhela rebajarse por el poder! ¡no hay nada de enfermo ni de enfermo en tal anhelo y descenso!

Para que la altura solitaria no permanezca para siempre solitaria y autosuficiente; para que las montañas lleguen a los valles y los vientos de las alturas a las llanuras:-

Oh, ¿quién podría encontrar el prenombre adecuado y el nombre honrosopara tal anhelo? "Dar la virtud", así hizo Zaratustra. Una vez nombrado lo innombrable.

Y entonces ocurrió también -y en verdad, ocurrió por primera vez- que su palabra bendijo el egoísmo, el sano y saludable egoísmo, que brota del alma poderosa:-

-Del alma poderosa, a la que pertenece el cuerpo elevado, el cuerpo apuesto, triunfante, refrescante, en torno al cual todo se convierte en un espejo:

-El cuerpo flexible y persuasivo, el bailarín, cuyo símbolo y epítome es el alma que disfruta de sí misma. De tales cuerpos y almas el auto-disfrute se llama a sí mismo "virtud".

Con sus palabras de bien y mal se cobija tal gozo propio como con arboledas sagradas; con los nombres de su felicidad destierra de sí todo lo despreciable.

Destierra de sí mismo todo lo cobarde; dice: "¡Malo, eso es cobarde!". Despreciables le parecen los siempre solícitos, los suspirantes, los quejosos y los que sacan la más insignificante ventaja.

Desprecia también toda la sabiduría agridulce: porque, en verdad, hay también una sabiduría que florece en la oscuridad, una sabiduría de sombra nocturna, que siempre suspira: "¡Todo es vano!"

La desconfianza tímida es considerada por ella como vil, y todo aquel que quiere juramentos en lugar de miradas y manos: también toda la sabiduría excesivamente desconfiada,- pues tal es el modo de las almas cobardes.

Más bajo aún se considera al obsecuente, al perruno, al que inmediatamente se tumba de espaldas, al sumiso; y también hay sabiduría sumisa, y perruna, y piadosa, y obsecuente.

Odioso para él, y aborrecible, es el que nunca se defenderá, el que traga saliva venenosa y malas miradas, el demasiado paciente, el que todo lo soporta, el que todo lo satisface: pues ese es el modo de los esclavos. Ya sean serviles ante los dioses y los desprecios divinos, o ante los hombres y las estúpidas opiniones humanas: ¡a toda clase de esclavos escupe este bendito egoísmo!

Malo: así llama a todo lo que es espíritu roto, y sórdidamente servil: ojos constreñidos, corazones deprimidos, y el falso estilo sumiso, que besa con amplios labios cobardes.

Y sabiduría espuria: ¡así llama a todo el ingenio que afectan los esclavos, y los canosos y cansados; y especialmente a todas las tonterías astutas, espurias y curiosas de los sacerdotes!

Sin embargo, los sabios espurios, todos los sacerdotes, los cansados del mundo y aquellos cuyas almas son de naturaleza femenina y servil, ¡oh, cómo su juego ha abusado todo el tiempo del egoísmo!

Y precisamente eso debía ser la virtud y debía llamarse virtud: ¡abusar del egoísmo! Y "desinteresado" - ¡así se lo deseaban a sí mismos con razón, todos esos cobardes cansados del mundo y las arañas cruzadas!

Pero a todos esos les llega ahora el día, el cambio, la espada del juicio, el gran mediodía: ¡entonces se revelarán muchas cosas!

Y quien proclama el ego sano y sagrado, y el egoísmo bendito, en verdad, él, el pronosticador, habla también lo que sabe: "¡He aquí que llega, es de noche, el gran mediodía!"

 

Así habló Zaratustra.

 

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