Toda la alegría quiere la eternidad de todas las cosas, quiere miel, quiere lías, quiere media noche borracha, quiere tumbas, quiere consuelo de lágrimas de tumbas, quiere rojo de tarde dorado.
-¡Qué no quiere la alegría! es más sedienta, más cordial, más hambrienta, más espantosa, más misteriosa, que toda desdicha: se quiere a sí misma, se muerde a sí misma, se retuerce en ella la voluntad del anillo,-.
-Quiere amor, quiere odio, es demasiado rico, da, tira, ruega que alguien le quite, agradece al que le quita, prefiere ser odiado,-.
-Tan rica es la alegría que tiene sed de desdicha, de infierno, de odio, de vergüenza, de cojo, de mundo,- de este mundo, ¡Oh, tú lo sabes bien!
Vosotros, hombres superiores, para vosotros anhela esta alegría, esta irreprimible, bendita alegría, para vuestra desdicha, vosotros, fracasados. Para los fracasados, anhela toda la alegría eterna.
Porque todas las alegrías se quieren a sí mismas, por eso también quieren el dolor. ¡Oh, felicidad, oh dolor! ¡Oh, rompe, corazón! Vosotros, hombres superiores, aprendedlo, que las alegrías quieren la eternidad.
-¡Las alegrías quieren la eternidad de todas las cosas, quieren la eternidad profunda, profunda!