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Conclusion

- ¡Te diste á él -exclamó- creyendo aprisionado de ese modo! .... ¡Tonta! fuiste demasiado niña: Rodolfo era mio yá ....

Y después de una pausa:

- Era mio; prosiguió -y ya sabes el refran: -Quien dá pan á perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro."

Ella, angustiada, loca, sin lágrimas en los ojos, sin voz en la garganta, pálida como una muerta, temblorosa como hoja caida que el viento arrebata, apenas tuvo fuerza para murmurar.

- ¡Tienes razón! ¡El es un perro ... mi amor un mendrugo! ... Devoró mi inocencia y se olvida de mí ... No te envidio tu suerte ... él no te hará dichosa.

Y muchas razones tenía para profetizar de ese modo, pero á veces lo más lógico no llega á suceder.


Temperley, Agosto 1887.

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