Es media noche, es la hora fantástica.
Mil ruidos se escuchan ya distintamente; -á lo lejos los perros aullan en son triste y medroso; la aguda voz del gallo vigilante, rasga el silencio de la tierra; el concierto de las ranas ha empezado; una lanzó su grito lastimero, y como si esa fuera la señal dada por la batuta del director, hace rato que resuena en medio de la noche el formidable coro que forman todas ellas con su tétrico cud cud; mil insectos sin nombre alzan también su canto en la calma augusta de la naturaleza, emitiendo notas indescriptibles, -santa y selvática armonía que nos hace soñar, con los ojos abiertos, en mundos mejores, en cosas imposibles.
El descanso primero ha terminado.
La brisa olvida sus pasados pesares, y fresca y húmeda como un beso virginal, pasa susurrando amores por las hojas de los árboles que el rocío rejuvenece ya; dicta al oido de la flor poco antes agostada, sublimes estrofas que la hacen erguirse en su tallo, llena de hermosura; riza las aguas tranquilas del arroyo que la luna platea, y va á agitar las plantas aromáticas que crecen en las hendiduras de las piedras de los cerros vecinos, que les prestan gustosas su fragancia embalsamada.
¡La brisa de las noches del estío!....
Llega hasta mí, cargada de perfumes no aspirados jamás; juguetea plácida con mis cabellos; reanima mi cansado espíritu, y deposita en mi frente un ósculo cargarlo de esencias embriagadoras!... ¡Bendita sea la brisa de las noches, que me hace levantar la vista hácia la infinita bóveda azul, en que titilan las estrellas con resplandor confuso!...
¡Las estrellas!... no solo lucen en el cielo, perdidas en la inmensidad; también la tierra las tiene: son estrellas aladas: aparecen á nuestra vista, cruzan ráudas ante nuestros ojos, brillan un instante y luego se apagan, para brillar de nuevo y apagarse otra vez; en los árboles, entre las altas yerbas, en la atmósfera en que cuelga su cendal la pálida Hécate, súrgen de pronto como un fuego fátuo, para extinguirse en seguida. ¿Son estrellas? Son exhalaciones: pasan con la rapidez del relámpago, y dejan en el aire, tras de sí, una estela luminosa. ¿Son exhalaciones?
No: son la luz misma; la llevan en su ser; ella es su vida; su vida y la luz no terminan al mismo tiempo: la luz las sobrevive; no es su vida, es su alma; no es su alma, es más... He visto esas luces sirviendo de pendientes á mi amada; eran brillantes mas espléndidos que los brillantes mismos; eran séres, era la naturaleza viva, palpitante aún, sirviendo de adorno á la hermosura; era una criatura bella, iluminando el rostro de una criatura más bella aún; era la luz, esclava de la mujer, que es también luz....
¡Las luciérnagas! Ved cómo se incéndian y se apagan, y filosofad en seguida.
¿No es la luciérnaga imágen de nuestra felicidad?... Mirad cómo resplandece aquella durante su rápido vuelo; pronto; ¡ay! ocultará sus fosforescentes fulgores bajo sus negras alas. ¿Volverá á brillar?
.... ¡Quien sabe! Puede que el infeliz insecto, caido sobre el polvo del camino, carezca ya de fuerza suficiente para agitar de nuevo sus alas; puede que no torne á darnos ocasion de admirarlo, al cruzar la atmósfera entibiada, durante las plácidas y dulces noches del estío!...