Pocos días después, Jorge, habiendo reflexionado sériamente sobre aquel sofisma habilísimo, dirijióse á casa de Soledad Palmares, con el pretesto de devolverle su manuscrito. Una vez en la casa, y cuando ya hacía rato que ambos conversaban amigablemente, el joven se interrumpió, clavó sus ojos en aquel rostro peregrino, é iba á comenzar la preparada declaración amorosa, cuando Soledad se echó a reir.
- ¿De que se ríe Vd.? preguntó, algo desconcertado.
- De lo que Vd. vá á decirme, contestó ella, siguiendo en su risa.
- ¿Lo sabe Vd., acaso?
- Lo sé, desde el momento en que le dí el esbozo de mis memorias... Poco hábil amigo mio, poco hábil... No debía Vd. haber aguardado tanto. Ahora ya es tarde.
El se repuso fácilmente, y sonriendo preguntó á la dama:
- ¿Se puede saber por qué?
- Porque yo no me ofrezco: me doy. Aquí parece que el primer paso ha sido dado por mí.... Por otra parte, quiero que seamos amigos, muy amigos; pero nada más. He cerrado mi corazón con doble vuelta, y se me ha perdido la llave...
Jorge, sorprendido, guardó silencio; luego la conversación fué animándose de nuevo. Cuando el joven iba á partir:
- ¿Qué piensa Vd. de mí? preguntó ella.
- ¡Tantas cosas!..
- Dígalas Vd.
- Todas quedan resumidas era una definición de la escritora que ha un momento hacia mentalmente.
Ella preguntó con sus grandes ojos negros, llenos del fulgor de la inteligencia; el contestó, saliendo:
- ¡La literata es una mariposa que se ha quemado las alas en la lámpara de su estudio! ...
Buenos Aires 11 de Julio de 1887.