IX

Noviembre 10 de 18...


...Espesas nubes se ciernen en el espacio, haciendo más grandes las tinieblas de la noche; con lamento continuo y doloroso, la lluvia azota los cristales, que se estremecen pavorosamente; el trueno rueda, ya á lo lejos, con fragores de batalla, ya sobre mi cabeza con estampidos furiosos; el relámpago surca las tinieblas espantosas, como culebra de fuego que se lanza sobre su presa; el viento, el sarcástico espectador de las tempestades, silba el drama inmenso y grandioso de los elementos desencadenados...

Así, como esta noche, está mi espíritu que ha roto ya el único lazo que le ataba á esta tierra de dolor y de ruina....

Mi hijo acaba de morir. Elisa, fija en el espacio la ·mirada sin luz, busca sin duda las estrellas que las nubes tenebrosas le ocultan, por ver si adivina en ellas la presencia del hijo amado que la abandonó para siempre!... No habla, no suspira, no llora; cuando me acerqué á ella, hizo un gesto de horror, de ódio, de desprecio. ¡Digno castigo de mi culpa!

Ya nada me reclama en este mundo, en el que he hecho la desesperación de la persona á quien más amaba. La muerte me tiende los brazos, y me promete el descanso eterno; á ella voy, á ella corro, como al solo término de mis pesares, como al único y triste consuelo que me resta.

Nada puedo hacer por Elisa que me aborrece, y á quien hiero con mi presencia;es rica y quizá pueda ser feliz aún sobre la tierra...

¡Yo... ni siquiera me atrevo á pedirle perdón!

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