Noviembre 1º de 18..
...La existencia de Rodolfo se arrastra entre los padecimientos más horribles.
Elisa no se aparta un instante de su cuna.
Cuando me acerco, clava en mí sus ojos con expresión de ira inmensa.
Hoy, habiéndola preguntado cómo se encontraba, me contestó:
-Mal, muy mal, lo que á Vd. no debe importarle.
-¿Porqué nó, Elisa?
-¡Porque, después de lo que ha sucedido, todo queda terminado entre nosotros!
Dijo esto con un acento tal, que no pude menos que exclamar dolorosamente:
-¡Parece que me odiaras!
-¡Mire Vd., gritó señalando á mi hijo, mire Vd. y luego crea que no le odio, que no tengo el derecho de odiarle!
Me retiré á mi habitación sin decir una palabra, como enmudecido, presa de la mayor angustia..
¡Sin el amor de Elisa! ¡Con el ódio de la mujer idolatrada!..
¡Oh! mi vida, mi horrible vida!..