VI

Octubre 16 de 18...


...Imposible es describir la escena que ha pasado entre mi mujer y yo.

Cierto es que la esperaba, pero ha sido tan terrible, tan espantosa, que aún ahora tiemblo al recordarla.

Todos sus gritos de desesperación, todos sus insultos dirijidos á mí, todas sus blasfemias, repercuten aún en mis oidos que zumban, porque toda mi sangre se ha agolpado á mi cerebro.

La madre, herida en sus esperanzas más caras, es como la leona que el cazador irrita.

¿Qué es lo que me ha dicho?

No sé; no lo recuerdo con claridad.

Todas sus frases están grabadas profundamente en mi memoria; rugen en mi oido, en desorden espantoso; hacen hervir mi cerebro en confusión caótica, pero no llegan á mi, distintas y terribles, con sonoridades de rayo asolador, como hace muy pocas horas...

Lo único que sé es que mi felicidad ha sido turbada para siempre, y que de hoy en adelante no espero sinó dias tenebrosos, en que la dicha no me ha de sonreir como en otros tiempos.

Y en vano, en vano, trato de acallar mis remordimientos implacables; en vano trato de apartar de mí la idea de la muerte, que me acaricia como único término de mis dolores...

Tengo el rewólver á mi lado, sobre la mesa...

Pero un pensamiento me detiene:

-Si yo muero ¿qué será de Rodolfo, de mi pobre Rodolfo, de ese ser inocente, sobre cuya tierna cabeza ha caido sin piedad alguna el rayo del cielo, el castigo de mis delitos, la mancha que debía afrentar mis sienes y no las suyas?...

Y esa eterna niñez á que mi hijo ha sido condenado, si llega á escapar á la muerte, me cierra el paso hácia el descanso eterno...

¡Oh! qué vida, qué vida la mia!...

-¡Eres maldito! ha exclamado Elisa en su dolorosa desesperación, en su extravío de madre infeliz. ¡Eres maldito, porque has robado el alma á una inocente criatura, porque has envenenado mi vida, porque eres mal esposo y mal padre, porque eres más infame y criminal que el asesino que mata al niño indefenso!..

¡Porque ella sabía, sabía hasta el cansancio, que yo era culpable... culpable, siendo víctima mi hijo!...

¡Y sus palabras asordan mis oidos á cada instante, y me vuelven loco, y hacen que acarície de nuevo la idea del suicídio, único término, único fin!..

Si, soy maldito; he cometido el crímen más nefando. Si, soy maldito porque he atentado contra Dios, contra la sociedad, contra mí mismo. ¡Soy maldito porque, por mi causa, ha sido creado un ser sin espíritu, un cerebro en que no fulgura la luz divina del pensamiento.. un idiota!..

Y ella, su pobre madre, con el corazón lacerado por mi culpa, ha obrado con justícia al cruzar mi rostro con la azulada señal de su látigo, y hubiera obrado con justícia tambien, si me hubiese pisoteado, si me hubiese destrozado bajo sus plantas!..

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