ESCENA PRIMERA

Electra, Patros, con una cesta de flores que acaban de coger.

Electra (sacando del bolsillo una carta). Déjame aquí las flores y toma la carta.

Patros (deja las flores). Y van tres hoy.

Electra (escogiendo las flores pequeñas, forma con ellas tres ramitos). No caben en el tiempo las infinitas cosas que Máximo y yo tenemos que decirnos.

Patros. Bendito sea Dios, que de la noche a la mañana ha dado tanta felicidad a la señorita.

Electra. Anoche pidió mi mano. Hoy decidirán mis tíos la fecha de nuestra boda.

Patros. Y entre tanto, carta va, carta viene.

Electra. En estas horas de impaciencia febril, Máximo y yo no podemos privarnos de la comunicación escrita. En mi carta de las ocho y quince le decía cosas muy serias; en la de las nueve y veinticinco le decía que no se descuide en dar a Lolín la cucharadita de jarabe cada dos horas, y en ésta que ahora llevas le advierto que mi tía está en misa, que aún tardará en venir. Tienen que hablar... naturalmente...

Patros. Ya... Hasta las once no volverá de misa la señora...

Electra. Y a las once iré yo con el tío. (Atando los tres ramitos). Ea, ya están. Éste para él, y éstos para los nenes. A cada uno el suyo para que no se peleen... (Disponiéndose a componer el ramo grande.) Ahora el ramo para la Virgen de los Dolores... Vete y vuelve pronto para que me ayudes... Espérate por la contestación, que aunque sólo sea de dos palabras me colmará de alegría.

Patros. Voy volando. (Vase corriendo por el foro.)

Electra (eligiendo las flores más bonitas para formar el ramo). Hoy, Virgen mía, mi ofrenda será mayor: debiera ser tan grande que dejara sin una flor el jardín de mis tíos; quisiera poner hoy ante tu imagen todas las cosas bonitas que hay en la Naturaleza, las rosas, las estrellas, los corazones que saben amar... ¡Oh, Virgen santa, consuelo y esperanza nuestra, no me abandones, llévame al bien que te he pedido, al que me prometiste anoche, hablándome con la expresión de tus divinos ojos, cuando yo con mis lágrimas te decía mi ansiedad, mi gratitud...!

Patros (presurosa por el fondo). No traigo carta; pero sí un recadito que vale más.

Electra. ¿Qué?...¿Sale?

Patros. Ahora mismo, en cuanto se vayan unos señores que ya estaban despidiéndose... Que le espere usted aquí, y hablarán un ratito... Tiene que ir a una conferencia telefónica.

Electra (mirando al fondo). ¿Vendrá ya? (Siente pasos.) Me parece...

Patros. Ya viene.

Electra (dándole el ramo). Toma... Para la Virgen.

Patros. Ya, ya.

Electra (deteniéndola). Pero no se lo pongas a la Virgen del oratorio... Cuidado, Patros... A la del oratorio no, sino a la mía, a la que tengo en la cabecera de mi cama. Por Dios, no te equivoques.

Patros. ¡Ah, no...! ya sé... (Entra corriendo en la casa.)

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