XLII

Orbajosa, 24 de Febrero.

Gandul: recibo la tuya, y me apresuro á explicarte el por qué del manuscrito que te llevó el buen Tafetán. Pero ven acá, tonto, ¿es posible que no reconozcas tu letra? ¡Si es tuya, grandísimo idiota! ¿Á tal punto has llegado en tu desvarío cerebral que ni conoces tu propia escritura? Á esto me contestarás que tú no has compuesto tal drama ni cosa que lo valga, y temerás, sin duda, que mis explicaciones aumenten el barullo de tu infeliz cabeza. Verás cómo no; verás cómo te tranquilizas al saber de qué modo natural y sencillo se produjo esa Realidad que tanto te pasma, saliendo de tu letra sin que tú pusieras en ella la mano.

Pues verás, hijo mío, qué fenómeno tan fácilmente comprensible para un sabio perspicuo, como lo eres tú, formado en la escuela de la Peri y de otras filósofas peri... patéticas. Atiende bien. Guardaba yo tu correspondencia, perfectamente liada con balduque, en un arca donde suelo meter, para que no me los roben estos pillos, los ajos de la última cosecha. Guardo también cebollas, alguna calabaza, sartas de guindillas, simiente de anís y otros productos de este prolífico suelo. Ya ves que tus cartas estaban en buena compañía. Yo les había puesto un rotulito que decía La Incógnita.

Pues anteayer se me antojó releerlas. Abro mi arca, y... puf. Sin juramento me puedes creer que salía de allí un olor de mil demonios. Echo mano al paquete, y me lo encuentro transformado en el drama ó novela dialogada, de tu puño y letra, que recibiste por el buen Tafetán. Comprendiendo que debes leerlo tú antes que nadie, refrené mi curiosidad y allá te fueron las cinco jornadas. Pero qué, ¿no crees en la metamorfosis? Para mí es tan común el fenómeno, y lo he presenciado tantas veces, que no me causa sorpresa alguna. Sí, chico, no te quemes las cejas averiguando quién ha compuesto eso. La realidad no necesita que nadie la componga; se compone ella sola.

Qué, ¿lo dudas todavía, y persistes en que yo...? No, hijo, no tengo ese saber de adivinación que me atribuyes. El fenómeno que hoy admiras es tan natural como el más corriente que en la Naturaleza puedes advertir uno y otro día. Cuando quiero obtener la verdad de un caso, cojo los datos aparentes y públicos; los escribo en varias hojas de papel, los meto en el arca de los ajos, y á los tres días, hora más, hora menos, ya está hecho.

Aún dudas, ¿verdad? Pues si quieres que yo te crea tu pasión por Augusta, tienes que creerme la sobrenatural y ajosa metamorfosis de tus cartas en novela dramática.

Tu invariable—Equis X.

P.D. Se me olvidaba decirte que haces bien en no venir. Todas las referencias tafetánicas son ciertas. Si pareces por acá, te aguarda una silba en la cual tomaremos parte todos los habitantes de esta ciudad excelsa, lo mismo los brutos que los ilustrados, entre los cuales tengo la inmodestia de contarme. Se han vendido ya en el pueblo cuarenta docenas y media de silbatos. Iré de simple testigo, á presenciar la justa cólera de los ciudadanos, y tu vergüenza y humillación. No te chiflaré, pues ya lo sabes... no toco pito...

FIN DE LA INCÓGNITA

Madrid, Noviembre de 1888-Febrero de 1889.

Nota de transcripción

Se ha respetado la ortografía original, que difiere de la utilizada actualmente. Las inconsistencias ortográficas se han normalizado a la grafía de mayor frecuencia. Se han reparado los emparejamientos de los signos de admiración e interrogación. También se han añadido tildes a las mayúsculas que las necesitan. Los errores obvios de imprenta han sido corregidos sin avisar. Para su detección se han tenido en cuenta otras ediciones de esta novela.

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