Disolvióse por entonces la junta. Pompeyo, el día en que habla de hacerse la votación, se salió al campo; pero habiendo oído que se había sancionado la ley, entró en la ciudad por la noche, para evitar la envidia que había de producir el gran concurso de los que acudirían a esperarle y recibirle; y saliendo de casa a la mañana temprano, hizo primero un sacrificio, y reuniendo después al pueblo en junta pública trató de recoger mucho más que lo que antes se le había decretado, pues faltó muy poco para que doblara todo el aparato, habiendo alistado quinientas naves y juntado hasta ciento veinte mil hombres de infantería y cinco mil caballos. El Senado eligió veinticuatro de los que habían sido pretores y habían mandado ejércitos para que sirvieran a sus órdenes, a los que se agregaron dos cuestores. Como repentinamente hubiese bajado el precio de los objetos de comercio, dio esto ocasión al pueblo para manifestar gran contento y decir que el nombre de Pompeyo había acabado la guerra. Dividió éste los mares y todo el espacio del Mediterráneo en trece partes, y asignó a cada una igual número de naves con un caudillo, y sorprendiendo a un tiempo con estas fuerzas así repartidas gran número de naves de los piratas les dio caza y se apoderó de ellas, trayéndolas a los puertos. Los que se anticiparon a huir y evadirse se acogieron como a su colmenar a la Cilicia, contra los cuales marchó él mismo con sesenta naves de las mejores; pero no dio la vela contra aquellos sin haber antes limpiado enteramente de piraterías y latrocinios el Mar Tirreno, el Líbico, el de Cerdeña, el de Córcega y Sicilia, no habiendo reposado él mismo en cuarenta días, y habiéndole servido los demás caudillos con diligencia y esmero.