Vituperaban estas disposiciones los que no estaban bien con él; pero lo que hizo en Creta con Metelo, ni a sus mayores amigos satisfizo; este Metelo, pariente de aquel con quien Pompeyo hizo la guerra de España, había sido enviado de general a Creta antes del nombramiento de Pompeyo, pues esta isla, después de la Cilicia, era otro manantial de piratas, y Metelo había logrado apresar y dar muerte a muchos de ellos. Quedaban otros, y cuando los tenía sitiados acudieron con ruegos a Pompeyo, llamándole a la isla, por ser parte del espacio de mar sobre que mandaba, como que caía de todos modos dentro de él. Admitió Pompeyo el llamamiento y escribió a Metelo prohibiéndole continuar la guerra. Escribió asimismo a las ciudades para que no obedeciesen a Metelo, y envió de general a Lucio Octavio, uno de los caudillos que servían a sus órdenes, el cual, entrando a unirse con los sitiados dentro de los muros y peleando con ellos, no sólo odioso y molesto, sino hasta ridículo hacía a Pompeyo, que por envidia y emulación con Metelo prestaba su nombre a gentes impías y sin religión e interponía en favor de ellas su autoridad como un amuleto. Pues ni Aquiles se portó como hombre, sino como un mozuelo atolondrado y arrebatado del deseo de la gloria, cuando por señas previno a los demás y les prohibió tiraran a Héctor Por que no le robara otro la gloria de herirlo, y él viniera a ser segundo. Y aun Pompeyo lo hizo peor, porque se esforzó en conservar a los enemigos de la república por privar del triunfo a un general que llevaba toleradas muchas fatigas y trabajos. Mas no se acobardó Metelo, sino que, venciendo a los piratas, tomó de ellos justa venganza, y a Octavio lo despachó después de haberle reprendido y afeado su hecho en el campamento.