Diciendo, por tanto, que iba a dejarle en el hambre un enemigo más poderoso que él, estableció guardacostas contra los comerciantes que navegaban por el Bósforo, imponiendo la pena de muerte a los que fuesen aprehendidos. Hecho esto, tomó consigo la mayor parte del ejército y se puso en marcha; y como Triario hubiese tenido contraria la suerte y hubiese perecido en un encuentro con Mitridates, llegando a punto de encontrar todavía los muertos insepultos, les hizo un magnífico entierro con muestras de sentimiento y aprecio, cosa que, omitida, parece fue una de las principales causas del odio de los soldados a Luculo. Sujetó, pues, por medio de Afranio a los Árabes que habitan el monte Amano, y bajando él a la Siria la declaró, por no tener reyes legítimos, provincia y posesión del imperio romano. Sometió a la Judea, tomando cautivo a su rey, Aristóbulo, y en cuanto a las ciudades, levantó unas de los cimientos, y a otras dio libertad e independencia, castigando a los que las tenían tiranizadas; pero su más continua ocupación era administrar justicia, dirimiendo las disputas de las ciudades y los reyes: para lo que adonde a él no le era dado pasar enviaba a sus amigos; como sucedió a los Armenios y Partos, que habiéndose comprometido en él por un terreno sobre que altercaban, les envió tres jueces y amigables componedores; porque si era grande la fama de su poder, no era menor la de su virtud y clemencia, con las que cubría la mayor parte de los yerros de sus amigos y familiares, pues no sabiendo contener o castigar a los desmandados, con mostrar a los que iban a hablarle este carácter bondadoso los hacía llevar sin molestia las extorsiones y vejaciones de aquellos.