29

Vuelto del Egipto a la Fenicia, hizo sacrificios y procesiones a los dioses, y certámenes de coros de música y baile y de tragedias, que fueron brillantes no sólo por la magnificencia con que se hicieron, sino también por el concurso, porque condujeron estos coros los reyes de Chipre, al modo que en Atenas aquellos a quienes cabe la suerte en sus tribus, y contendieron con maravilloso empeño unos con otros: sin embargo, la contienda más ardiente fue la de Nicocreonte, de Salamina, y Pasícrates, de Solos: porque a éstos les tocó presidir a los actores más célebres: Pasícrates a Atenodoro, y Nicocreonte a Tésalo, por quien estaba el mismo Alejandro. Con todo, se abstuvo de manifestar su pasión hasta que los votos declararon vencedor a Atenodoro; mas entonces, al retirarse, dijo, según parece, que alababa la imparcialidad de los jueces, pero que habría dado de buena gana parte de su reino por no haber visto vencido a Tésalo. Fue más adelante multado Atenodoro por los Atenienses con motivo de no haberse presentado al combate de las Fiestas Bacanales; y como hubiese suplicado al rey escribiese en su favor, esto no tuvo a bien ejecutarlo, pero de su erario le pagó la multa. Representaba en el teatro Licón, natural de Escarfio, mereciendo aplauso; y habiendo intercalado con los de la comedia un verso que contenía la petición de diez talentos, se echó a reír y se los dio. Envióle Darío una carta y personajes de su corte que intercediesen con él para que, recibiendo diez mil talentos por los cautivos, conservando todo el terreno de la parte acá del Éufrates y tomando en matrimonio una de sus hijas, hubiese entre ambos amistad y alianza; lo que consultó con sus amigos; y habiéndole dicho. Parmenión: “Pues yo, si fuera Alejandro, admitiría este partido”, “Yo también -le respondió- si fuera Parmenión”; pero a Darío le escribió que sería tratado con la mayor humanidad si viniese a él; mas si no venía, que iba al momento a marchar en su busca.

Share on Twitter Share on Facebook