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Habiendo tenido este éxito aquella batalla, parecía estar del todo destruido el imperio de los Persas; y aclamado Alejandro rey del Asia, sacrificó espléndidamente a los dioses y repartió a sus amigos haciendas, casas y gobiernos. Escribió además con cierta ambición a los Griegos que se destruyeran todas las tiranías y se gobernara cada pueblo por sus propias leyes, y en particular dio orden a los Plateenses para que restablecieran su ciudad, pues que sus padres habían dado territorio a los Griegos en el que peleasen por la libertad común. Envió asimismo a los de Crotona, en Italia, parte de los despojos para honrar con ellos la buena voluntad y la virtud del atleta Falio, que en la Guerra Pérsica, cuando todos los demás de Italia daban por perdidos a los Griegos, marchó a Salamina con una nave armada que tenía, propia para tomar parte en aquellos peligros. ¡Tan inclinado era a toda virtud y hasta tal punto conservaba la memoria de las acciones loables y las miraba como hechas en su bien!

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